La Jornada, Editorial
Los integrantes del Grupo Interdisciplinario
de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) respondieron ayer, en conferencia de prensa, al
anuncio hecho el pasado viernes por el subprocurador Eber Betanzos y el
perito Ricardo Torres, quienes presentaron en público datos de un
estudio aún no concluido que realiza en el basurero de Cocula un grupo
de peritos en fuego, según los cuales
existe evidencia suficiente, incluso observable físicamente, para afirmar que sí existió un evento de fuego controlado de grandes dimensiones en el basurero de Coculay que al menos 17 adultos habrían sido incinerados en ese sitio.
Como se recordará, tanto el GIEI como el Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) han desmentido, con base en numerosos
análisis, la versión, aún oficial, presentada en noviembre del año
antepasado por el entonces titular de la Procuraduría General de la
República (PGR), Jesús Murillo Karam, según la cual los 43 estudiantes
de Ayotzinapa desaparecidos en los sucesos del 26 de septiembre de 2014
fueron llevados a ese basurero, ejecutados e incinerados, y sus
cenizas arrojadas en bolsas al cercano río San Juan. Ha de recordarse
también que esa explicación generó desde un primer momento numerosos
señalamientos críticos por su falta de coherencia interna, por la
inconsistencia de las confesiones aportadas como prueba y, sobre todo,
por la poca verosimilitud del acto narrado: para reducir 43 cuerpos
humanos a cenizas hasta el punto de hacer imposible la identificación
por ADN de la mayoría de ellos, se señaló, se habría requerido de una
vasta logística cuyas huellas no aparecían por ninguna parte. Desde los
primeros meses del año pasado, por añadidura, se determinó, más allá de
toda duda, que en el sitio señalado por la PGR habían tenido lugar
varios eventos de fuego y que entre los restos hallados había varios que
no correspondían a ninguno de los 43 desaparecidos.
El 6 de septiembre de 2015, en su primer informe, el GIEI
descartó, con base en el trabajo del especialista en fuego José Torero,
que hubiese habido una incineración masiva en el basurero de Cocula
entre el 26 y el 27 de septiembre del año anterior. El grupo de expertos
y la PGR acordaron, en los días siguientes, la realización de un tercer
estudio –adicional a los efectuados por la propia dependencia mexicana y
al de Torero– con participación de varios peritos internacionales.
Entre las reglas fijadas se estableció que ambas partes realizarían una
evaluación conjunta del análisis, que éste sería manejado en forma
confidencial y que toda comunicación al respecto se daría en primer
lugar a los padres y a las madres de los muchachos ausentes.
Nada de ello fue respetado. La PGR no sólo manejó el trabajo de los
expertos en fuego con total opacidad hacia los integrantes del GIEI,
sino que optó por dar a conocer, con el desacuerdo de éste, un resultado
preliminar que nada aclara y nada aporta al esclarecimiento de lo
ocurrido en septiembre de 2014. Los expertos internacionales señalaron
ayer que
la utilización política (del peritaje aún no concluido) muestra una enorme irresponsabilidad y muy poca sensibilidad por el derecho a la verdad de los familiares, de México y del mundo entero.
Cabe reflexionar, finalmente, que el maltrato de la PGR a los
expertos internacionales es, en última instancia, un maltrato a las
perspectivas de esclarecer el crimen del 26 de septiembre del año
antepasado, a la procuración de justicia, a los familiares de las
víctimas, a la sociedad en general y a las instituciones mismas, cuyo
descrédito se ahonda y acentúa en cada acto equívoco de sus funcionarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario