Víctor M. Quintana S.
Lo que hace el gobierno
federal con el caso Ayotzinapa lo hace también, pero peor, el gobierno
de César Duarte con las desapariciones forzadas en Chihuahua. Cuando
menos Peña Nieto ha reconocido la desaparición de los 43. Pero el
Ejecutivo chihuahuense ni siquiera reconoce que en la entidad se cuentan
ya más de mil 663 personas desaparecidas, el quinto lugar nacional, con
una tasa de 42.12 por cada cien mil habitantes. Desaparece a los ya
desaparecidos.
Desde hace tiempo, el Centro de los Derechos Humanos de las Mujeres
(Cedehm) ha venido documentando y denunciando el hecho, al punto de que
para Amnistía Internacional hay dos casos emblemáticos de las
desapariciones forzadas en México: el de Ayotzinapa y las 355 personas
desaparecidas en Ciudad Cuauhtémoc, en este estado norteño. En esta
localidad, la gran mayoría de los desa-parecidos son jóvenes y, si se
considera la tasa relativa de desapariciones, la cifra es espantosa: 212
por cada cien mil habitantes. Desde 2011 se encontraron en este
municipio y otros aledaños tres fosas clandestinas con millares de
fragmentos óseos humanos calcinados. Desde entonces los familiares de
las víctimas y quienes los acompañan empezaron a demandar justicia y
peritajes científicos para determinar la identidad de los restos
encontrados, antes que se extingan o sea imposible procesar la
información genética.
El gobierno de Duarte, sus aliados y sus corifeos sistemáticamente
niegan el hecho. A quienes denuncian y acompañan a las víctimas se les
ataca con las manidas acusaciones de que
quieren lucrar con el dolor de las familias, o de que
detrás de ellos están intereses políticos o económicos. Han llegado más allá: acusan al Cedehm de que por estas acusaciones se daña la imagen pacífica y progresista de Ciudad Cuauhtémoc y se ahuyentan las inversiones.
Sin embargo, la perseverancia de las familias de las personas
desaparecidas y de las y los defensores que las acompañan no ha sido
vencida por estas falsas acusaciones. Han acudido a las instancias
nacionales e internacionales y no han dejado de demandar que actúen las
diversas instancias estatales y federales. Gracias a esto, desde fines
de 2014 lograron acuerdos con el gobernador y con la Fiscalía General
del Estado para contratar los servicios del Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) para examinar los restos de las tres fosas
clandestinas.
La Fiscalía General del Estado y el EAAF intercambiaron propuestas de
contratos por más de un año, sin que se pudiera llegar a la
concertación de las condiciones de participación debido a las
restricciones de la fiscalía sobre el trabajo de las expertas, tales
como: la imposibilidad de acceder a los expedientes, la libre selección
de muestras a procesar y la prohibición de transmitir resultados a las
familias y a sus representantes legales. Aceptar tales condiciones iría
en contra del propósito mismo de su intervención
A pesar de ello, el pasado 19 de marzo, tras una reunión con
familiares de desaparecidos, representantes legales, gente de la Cedehm y
el Movimiento de Mujeres, el secretario de Gobierno, Mario Trevizo, les
garantizó la firma del convenio con el equipo argentino para el primero
de abril. Ese día se hizo presente en Chihuahua la coordinadora del
EAAF, Marcela Doretti, para la firma del convenio prometido, pero el
gobierno del estado optó por la huida. El secretario de Gobierno alegó
que no podría recibirla porque
iba a atender a los productores agropecuariosque estaban tomando las vías del ferrocarril y les pidió que acudieran a la fiscalía, pero en ésta ni siquiera se dieron por enterados y nadie quiso recibir a Marcela Doretti ni a las familias de las víctimas ni a los representantes del Cedehm. Luego se supo que un día antes la fiscalía hizo llegar un correo electrónico al EAAF en el que señala: “debido al tiempo transcurrido desde que iniciamos las gestiones para establecer la posibilidad de concretar la formalización de un contrato, el gobierno del estado tuvo la necesidad de recurrir a otra instancia de apoyo para la realización de los trabajos en cuestión “.
Lo que el gobierno de César Duarte quiere obstaculizar a toda costa
es que se sepa la verdad oculta en los restos de las fosas. Pretende
esconder lo que el Cedehm ha documentado: que hay múltiples fallas,
ausencia de protocolos, de bases de datos genéticas, insuficiencia de
agentes del Ministerio Público que realicen labores de investigación
(uno para 355 casos), nula labor de inteligencia y de coordinación de
autoridades, etcétera. En fin, toda la
incompetencia e inerciaque Amnistía Internacional atribuye al gobierno en su informe sobre desapariciones forzadas de enero pasado.
Tanta incompetencia, tanta negligencia no son casuales. En el estado
de Chihuahua, como en todo el país, hay complicidad de los diversos
órdenes de gobierno con el crimen organizado: pactos con los cárteles para que controlen porciones completas del territorio; política de
ni los veo ni los oigoante la oleada creciente de personas desplazadas de sus lugares de origen por los narcotraficantes; ante el reclutamiento forzoso de jóvenes serranos como sicarios; pago de cuotas de las mineras a los criminales con tal de que las dejen extraer la riqueza nacional en relativa paz. En este contexto de colusión se explican las desapariciones forzadas, como el artificio para
no calentar las plazas. Las ejecuciones alarman a la opinión pública y no pueden disimularse; las desapariciones forzadas se pueden reducir al ámbito de la tragedia familiar, cuando mucho.
El gobierno del estado de Chihuahua ni siquiera se ha preocupado por construir
una verdad históricaen relación con las desapariciones forzadas. Simplemente no le interesa ningún tipo de verdad.
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