ZONA DE REFLEXIÓN
Por: Lucía Lagunes Huerta*
El pasado martes 21, tres mujeres sembraron la esperanza de que en este
país la justicia aún tiene cabida, de que pese a todas las corruptelas,
aún quedan resquicios para ganarle a la impunidad y que sin importar la
condición se le puede ganar al Estado cuando hace mal su trabajo.
Ganar no fue fácil, requirió once años de paciencia y tenacidad de las
víctimas Teresa González Cornelio, Alberta Alcántara Juan y Jacinta
Francisco Marcial, indígenas hñahñú; de sus familias que no se
resignaron a la injusticia y del Centro de Derechos Humanos José Agustín
Pro Juárez (Centro Prodh) que tomó su caso y, junto a ellas, el martes
nos regaló una victoria.
Frente a ellas, sus familias, su comunidad y un auditorio abarrotado de
víctimas y personas defensoras de derechos humanos, el procurador
general de la República, Raúl Cervantes Andrade, reconoció que la
dependencia a su cargo cometió una injusticia contra ellas, violó sus
derechos humanos, el principio de inocencia y que los funcionarios
involucrados en esto violaron la Constitución.
El momento más difícil que tuvo que pasar el procurador fue después del
discurso de la hija de Jacinta, Estela Hernández, quien tras sus
palabras le dio fuerza a otras víctimas presentes en el acto de disculpa
pública, para exigir a gritos justicia para sus víctimas. Esto llevó a
que parte del equipo del Procurador le pasara de inmediato una tarjeta
para corregir su discurso para Jacinta Francisco Marcial, la última de
las tres con la que tendría que disculparse.
Aseguró Estela: “Hoy queda demostrado que ser mujer, pobre e indígena,
no es una vergüenza del pueblo…vergüenza es que la Procuraduría tenga
que reconocer de manera forzada, no por voluntad, que el caso fue un
error, que funcionarios mediocres, corruptos fabricaran el delito de
secuestro e inventaron que Jacinta era delincuente”.
La frase final de la hija de Jacinta fue el inicio de la exigencia de
otras víctimas…”hasta que la dignidad se haga costumbre”, entonces el
procurador Cervantes Andrade tuvo que escuchar de pie a Antonio Valle,
veracruzano quien a gritos le pidió revisar el caso de su hermano
torturado por los marinos. Y desde la segunda fila a María López, quien
le exigió la liberación de su esposo, un maestro acusado de sedición por
participar en las protestas contra el gasolinazo.
Teresa, Alberta y Jacinta, tres mujeres indígenas hñahñú del estado de
Querétaro, quienes en 2006 fueron acusadas falsamente de secuestrar a
6 agentes de la extinta Agencia Federal de Investigación y por la cual
permanecieron tres años en prisión, el martes le regalaron a la
sociedad un triunfo para la dignidad, para romper el silencio de las
víctimas y abrirle paso a la esperanza de que en este país aún quedan
resquicios para la justicia.
Cada una de ellas, al tomar la palabra coincidieron en llamar a otras
mujeres, a otras víctimas a no callar, a buscar ayuda en las
organizaciones para que se les haga justicia, para que nunca más se
repita un caso como el de ellas y demandaron al Estado a que no vuelva a
ocurrir otra injusticia,
Seguir de pie hasta que la dignidad se haga costumbre es la fórmula que
nos regalaron estas mujeres el pasado martes y que cada día hay que
recordarlo.
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC
Twitter: @lagunes28
CIMACFoto: César Martínez López Cimacnoticias | Ciudad de México.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario