En una ceremonia marcada por los reclamos ciudadanos, el procurador
general de la República, Raúl Cervantes Andrade, ofreció una disculpa
pública a las indígenas Alberta Alcántara Juan, Jacinta Francisco
Marcial y Teresa González Cornelio, acusadas falsamente en 2006 de
secuestrar a seis agentes de la extinta Agencia Federal de Investigación
(AFI).
Custodiadas por los abogados Mario Patrón y Santiago Aguirre, director y
subdirector del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez
(Centro Prodh), las indígenas otomíes escucharon en su lengua materna –y
en español– una disculpa en voz del titular de la Procuraduría General
de la Republica (PGR), institución que hace más de 10 años las acusó.
“Alberta, Jacinta y Teresa, al exigir lo que por justicia y por derecho
les corresponde, dieron un mensaje de verdadera democracia a nuestro
país y movilizaron al Estado a cumplir con lo que mandata la
Constitución”, dijo Cervantes Andrade en lo que calificó como un acto de
“justicia” y “humanidad insoslayable”.
Ante defensores de Derechos Humanos, funcionarios y gente de la
comunidad de Santiago Mexquititlán, en Amealco de Bonfil, en el estado
de Querétaro, el funcionario reconoció que en el pasado la PGR violó el
principio de presunción de inocencia e hizo mal su trabajo por lo que
era hora de reparar el daño moral causado por un delito indebidamente
imputado.
La frase del procurador soltó los aplausos de la comunidad pero en una
segunda intervención, donde se dirigió en particular a Jacinta –la mujer
con la que la instancia encargada de procurar justicia se encajó– los
reclamos y los gritos de la gente fueron más fuertes que los aplausos.
Entre el bullicio de los niños y los gritos de los asistentes, cada
quien aprovechó la presencia del procurador para exigir justicia; se
escucharon nombres como Ayotzinapa, Nochixtlán, Tlatlaya, Ostula, Atenco
y otros más que recuerdan los casos de asesinatos, desapariciones y
represión que están en espera de ser investigados por la autoridad.
Las tres indígenas, ataviadas con vestimenta tradicional, con su cabello
trenzado y adornado con listones de colores, se pusieron de pie frente
al auditorio para escuchar las palabras que llevaban esperando casi once
años; “reconozco plenamente su inocencia”, frase que Cervantes Andrade
dirigió y que fue replicada por una traductora.
“Que vivan las mujeres valientes de Amealco”, espetó una indígena desde
su asiento en medio del auditorio y tras ella siguieron los gritos que
terminaron hasta que tocó el turno a las otomíes agraviadas, quienes al
tomar el micrófono repitieron la misma historia, aquella donde narran la
detención arbitraria y el injusto encarcelamiento.
CIMACFoto:César Martínez López
Por: Anayeli García Martínez
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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