Arte y tiempo
Raúl Díaz
Es una explosión más que
brillante, el sol que empieza a ocultarse, porque es el atardecer,
ilumina todo, la tierra es, igualmente, intensamente azul, y casi en
primer plano el sembrador solitario que da nombre a éste, uno más, de
los inigualables cuadros del genial Vincent van Gogh.
No nos es tan lejano Van Gogh, apenas hace 129 años que murió y, sin
embargo, apenas si sabemos, –a más de que estaba loco, se cortó una
oreja y que es un pintor famoso– poco más de él. Vida no luminosa como
sus deslumbrantes girasoles, es cierto, pero tampoco truculenta, la de
Van Gogh es sin duda interesante y vale la pena conocerla para entender,
quizás, el porqué de sus pinturas y proceso que lo llevaron a
convertirse, en una creación de tan solo 10 años, en uno de los pintores
más importantes de la historia.
Religioso hasta la enajenación en su primera juventud, alejado de
ella después, pero siempre con la necesidad espiritual de ayudar a los
desprotegidos; autodidacta, abandonó la escuela a los 15 años, rebelde
sin causa y sin rumbo; sucio y hasta apestoso como le espeta Kee, la
prima de quien estuvo enamorado; padre amoroso de hijos que no eran
suyos y amante esposo de la prostituta que era su madre, Vincent,
dependiente total de la economía de su hermano menor, Theo y, después de
muerto, llevado a la gloria por la esposa de éste, Johanna Bonger y,
por supuesto, pintor maravilloso de soles, tierras ardientes de color y
noches luminosas, Van Gogh merece un conocimiento y reconocimiento mucho
mayor del que hasta ahora los comunes mortales le hemos ofrecido.
Y para poner mucho más a nuestro alcance al ser atormentado y
luminoso, otro iluminado, Mario Iván Martínez, actor por todos conocido,
se convierte en dramaturgo y engendra esta versión, la más completa que
conozco (y algo he estudiado sobre la vida del pintor) del gran Vincent
van Gogh.
Ocupándose de los años creativos del pintor, Martínez hace un
recorrido profundo por su existencia destacando, claro, los pasajes más
conocidos e importantes, como su relación umbilical con Theo, sus
desventuras amorosas, su encuentro con los impresionistas, su estancia
en Arlés y en la Casa amarilla con Gauguin y el famoso episodio
de la oreja, nunca bien esclarecido por cierto, así como su
internamiento en un hospital siquiátrico poco antes de su muerte y ésta
por medio de un balazo en el pecho, cosa también aún no esclarecida.
Es decir, un repaso completo por la vida y obra del gran creador
pictórico. La obra podría terminar con la muerte de Van Gogh, pero Mario
Iván le agrega dos pasajes, uno en mi opinión innecesario, los últimos
meses de Theo, y otro muy ilustrativo de nuestra vida y sistema, una
subasta de la casa Christie’s de Londres en la que los hoy muy conocidos
girasoles alcanzaron el precio de 22 y medio millones de libras
esterlinas. Paradoja terrible ya que su creador murió prácticamente en
la miseria y, en vida, tan sólo vendió un cuadro. La estupenda puesta en
escena, a cargo de Luly Rede, cuenta con el propio Mario Iván Martínez
como Vincent y Theo y como el rematador de Christie’s, quien se
desenvuelve con su maestría de siempre; Paula Comaduran, Kee, la
prostituta Sien, y la escritora Johanna Bonger, inmejorable en cada
caso, así como Fernando Memije, Gauguin, y otros personajes, que para
nada marchan a la zaga. Escenografía e iluminación de Xóchitl González y
música de Alberto Cruz Prieto.
Funciones: teatro Helénico, lunes a las 20:30 horas.
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