9/22/2019

Poca profundidad



El director Thomas Vinterberg ha seguido una trayectoria desigual desde su debut Festen: La celebración, en 1998. Ahora, en su más reciente realización, titulada aquí Atrapados: una historia verdadera, ha acometido su proyecto de mayor escala con todas las contradicciones de la coproducción europea: es una coproducción franco-belga, dirigida por un danés, con un reparto multinacional, hablada en inglés (mercado obliga) y sobre un tema ruso.
Eso no es lo grave, sino el hecho de que ha elegido contar la historia oficial del hundimiento del submarino ruso Kursken en el año 2000, supuestamente damnificado por la explosión de un torpedo defectuoso, y cuya tripulación no pudo ser rescatada por una mezcla de ineficiencia y un falso sentido de orgullo nacional.
Sin embargo, según revelaba el documental televisivo francés Koursk: un sous-marine en eaux troubles (2004), de Jean Michel Carré, el asunto fue mucho más truculento. Según esto, el Kursk no fue hundido por defectos en su armamento, sino por el ataque accidental de dos submarinos estadunidenses. Por supuesto, eso fue una crisis internacional que pudo haber desatado la tercera guerra mundial. Para evitarla, muchas negociaciones tuvieron que hacerse por debajo del agua, digamos, entre el gobierno del entonces presidente Clinton y el recién elegido Putin. Entonces se cocinó esa falsa historia oficial que implicaba el necesario sacrificio de los marinos para guardar el secreto.
Desde luego, Atrapados hubiera sido una película bastante más interesante si hubiera perseguido la verdad. Por lo contrario, se conforma en repetir cautelosamente la versión oficial de los hechos, de tal manera que Putin ni siquiera es mencionado. Lo que les importa a Vinterberg y al guionista estadunidense Robert Rodat es ensalzar el heroísmo de los marinos, que se supone resistieron estoicamente hasta morir.
Así pues, la narrativa cumple la estructura del género del desastre, introduciendo a los personajes principales en la celebración de una boda, en las vísperas del fatídico viaje. El capitán del Kursk, Mijail Averin (el belga Matthias Schoenaerts, de cierto parecido físico con Putin, por cierto), es respetado y admirado por su tripulación y será quien desempeñe las principales acciones heroicas cuando ocurre la catástrofe. Por otro lado, está su devota esposa Tania (la francesa Léa Seydoux), que increpará a las autoridades cuando mienten sobre el progreso de las operaciones de rescate.
Vinterberg resuelve con eficacia la alternancia entre las escenas de sufrimiento a bordo del Kursk y los esfuerzos frustrados por tratar de rescatarlo, generando el necesario suspenso aun cuando uno conoce el fatal desenlace. Así como lo haría la teleserie Chernobyl (2019), producida por HBO, lo que se enfatiza es la obsolescencia de la tecnología rusa y la incompetencia de quienes la manejan. Por ahí hasta aparece el estimable veterano sueco Max von Sydow, para encarnar al viejo orden soviético como el almirante Petrenko, quien se niega a recibir la ayuda extranjera.
Sin embargo, haber contado la verdad le hubiera dado una mayor relevancia a lo que es simplemente un producto huidizo de entretenimiento.
D: Thomas Vinterberg/ G: Robert Rodat, Robert Moore, basado en el libro A Time to Die, de Robert Moore/ F. en C: Anthony Dod Mantle/ M: Alexandre Desplat/ Ed: Valdís Óskarsdóttir/ Con: Matthias Schoenaerts, Léa Seydoux, Peter Simonischek, August Diehl, Max von Sydow/ P: Belga Productions, VIA EST. Bélgica-Francia, 2018.
Twitter: @walyder

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