Nada halagüeñas las
noticias económicas y el más reciente informe del Inegi lo confirma: en
julio pasado el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE)
disminuyó 0.1 por ciento en términos reales y a tasa anual el descenso
fue de 0.6 por ciento.
En el séptimo mes del año solo las actividades primarias reportaron
crecimiento (3.5 por ciento); las secundarias y terciarias fueron a la
baja (0-4 y 0.1 por ciento, respectivamente). A tasa anual, el
comportamiento de estas tres actividades fue de 4.1, -2.8 y 0.2 por
ciento, en cada caso.
Durante su comparecencia ante los diputados el propio secretario de Hacienda, Arturo Herrera, dejó en claro que
el panorama económico mundial no muestra una perspectiva mejorada; en conjunto, las cinco principales economías del mundo (Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Reino Unido) representan alrededor de 50 por ciento del PIB mundial, y en lo individual reportan perspectivas a corto plazo menos halagüeñas con consecuencias económicas globales.
La perspectiva de crecimiento mundial a mediano plazo
es de incertidumbre, pues
los constantes vaivenes en la relación comercial entre China y Estados Unidosvolatilizan los flujos de inversión y generan un entorno generalizado de menor producción mundial que disminuye la demanda de energéticos, particularmente del petróleo, dijo el funcionario.
En vía de mientras, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Idic) considera que
la caída del IGAE durante julio del 2019 confirma que la economía mexicana se mantiene en franca desaceleración y que la debilidad de los sectores productivos afectados se ha profundizado. El retroceso anual de 6 por ciento provocó que tanto el promedio de crecimiento económico del sexenio como el del año se redujera a únicamente 0.1 por ciento.
En consecuencia, advierte el Idic, tanto la tendencia como el ciclo
económico del IGAE permanecen en terreno negativo y se observa que el
sistema productivo aún no ha tocado fondo. La confirmación del resultado
negativo abre varias aristas: no se cumplirá el pronóstico de
crecimiento para 2019, toda vez que el rango de entre 0.6 y 1.2 por
ciento requiere una recuperación económica que no es previsible para los
últimos cinco meses del año. Ello permite anticipar que difícilmente se
podrá alcanzar el crecimiento de 2 por ciento estimado para 2020.
Ante ello, la recaudación tributaria asociada al crecimiento
económico (IVA, ISR y algunos IEPS) será inferior a lo proyectado. De
acuerdo con los Criterios General de Política Económica, el ingreso
total del sector público para 2020 tendrá un incremento estimado de cero
por ciento en términos reales respecto a 2019.
Ante el menor dinamismo de la economía, aumenta la probabilidad de
que los ingresos efectivos sean menores a lo programado para un año que
todavía no comienza. Al igual que en 2008 es posible que deban
realizarse correcciones al paquete económico que se analiza en el
Congreso de la Unión en materia de crecimiento y recaudación tributaria.
Para el resto del sexenio, y ante el aumento previsible de los
requerimientos financieros (pensiones, costo financiero y programas
sociales), debe considerarse que el estancamiento económico hace
necesaria una reforma hacendaria que seguramente elevará la presión
sobre la economía formal: para 2024 el gobierno federal requerirá, por
lo menos, un billón de pesos adicionales tan solo para hacer frente a
las pensiones y el costo financiero de la deuda pública.
El problema se agudiza, pues sin crecimiento económico y ante el aumento del gasto corriente, ¿de dónde saldrán los recursos?
Las rebanadas del pastel
Tigres cuando de grilla se trata, los diputados
brillaron por su ausencia en la comparecencia del secretario de
Hacienda, Arturo Herrera, quien explicó la realidad económica del país
ante un pleno de San Lázaro prácticamente vacío. Queda claro que a los
legisladores los asuntos prioritarios del país les vale una pura y dos
con sal.
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