Luis Linares Zapata
De nueva cuenta y con intensa
presencia en medios, la crítica opositora se hace presente con motivo de
la reforma educativa del gobierno moreno. La enjundia no deja
la menor duda de las preferencias y el bando adoptado por cada uno de
los participantes en la seria disputa por la educación nacional. Al
asunto se le da prioridad y, por tanto, urgencia centrada, la oposición,
en la supuesta cesión a la izquierda sindical. Aparece, entonces, la
temida y odiada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE).
Sólo de manera bastante lateral se toca a los colaboracionistas del
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), sus charros
y mandamases tradicionales: Gordillos y similares. Tal cesión en
realidad la consideran un pago por los apoyos comiciales pasados y
futuros. El dejo electorero, por demás despreciativo, lo contabilizan,
sin requiebros, en contra de la niñez y de la juventud mexicana toda. No
podía encontrarse, así lo presumen, otro referente más efectivo en sus
alegatos. El futuro de la nación, finalmente sostienen con franco
desparpajo, estará entonces comprometido. Salen a relucir, por tanto,
los muy personales y grupales aparejos ideológicos o, también, los
difusos pero reales intereses en juego.
No se atreven a defender, con la frente en alto, la famosa reforma
educativa que llevó a cabo el cuestionado régimen priísta de Enrique
Peña Nieto. Un tambaleante sexenio que, afortunadamente, terminó. Sólo
lo hacen de forma lateral, incidental, destacando que había rescatado el
control del Estado sobre el vulnerable ámbito educativo. Un elusivo
terreno que nadie podía con seguridad afirmar a salvo de presiones y
manipuleos de los grupos de poder, sindicales y empresariales sobre
todo. Pero, el desacuerdo con lo aprobado en la Cámara de Diputados,
respecto a sensible temática educativa, ya es, y sin duda será, punto
bajo álgida disputa. Al pasar por el Senado se podrá apreciar, con
nitidez, la calidad que esta real reforma lleva inscrita. Mientras,
habrá que destacar tanto la manera como la formulación definitiva que
ahí se adopte. Compaginarla con la oferta, marcada desde la campaña, no
sólo de 2018, sino desde bastante antes, será la tarea pendiente pero
que, con la debida seguridad, irá condensándose. Es indispensable, en
toda esta disputa, tomar debida nota de una característica de fondo: la
tendencia democratizadora no sólo por el contenido de la reforma, sino
también por la activa inclusión de los diversos participantes antes
excluidos. Puede afirmarse ahora que el rescate educativo en marcha no
es asunto reservado a la burocracia estatal, como determinaron las
modificaciones efectuadas. Tampoco se dejó al liderazgo sindical el
dominio de plazas, como alegremente se supone. Ni siquiera recaló en el
dominio federal electivo, sino en de todos ellos, junto con los padres y
madres, los maestros y alumnos de los distintos grados.
El sensible tema de las condiciones en que se encuentran las escuelas
de la República ha tomado un curso inédito, acorde con el sentir y las
posibilidades decisorias de la gente. Se pretende que cada comunidad,
aun la más remota o aislada, pueda decidir cómo emplear los recursos de
mejora de su infraestructura educativa. Es este el punto neurálgico para
una aceptable instrumentación de cada escuela. No se puede exigir
excelencia cuando se carece de las mínimas facilidades físicas para el
aprendizaje.
Es, finalmente, una falacia afirmar que el nuevo gobierno con sus
reformas quedará preso de una variedad de circunstancias y porque
incumplirá su promesa de ir tras una sociedad más justa. Decir, sin más
fundamento que el terco deseo personal, que se fracasará en la propuesta
educativa porque se infringieron algunas normas y procedimientos del
Congreso no tiene sentido. Menos lo tiene si se distingue lo público y
privado como criterio de mejoría clasista: los mismos políticos
prefieren para sus hijo@s lo privado, alegan como prueba final.
Pero lo que quería en este artículo era apuntar mi muy apreciable
sentimiento solidario por la muerte de mi compañero de página articular
en este diario. Me refiero al viejo Guillermo Almeyra. Atestiguar la
valentía de un personaje polifacético y congruente con sus creencias y
deseos frente a la proximidad de su muerte. La nota enviada a este
diario a través de Internet es, a la vez que conmovedora, claro ejemplo
de la enseñanza que arroja una larga vida productiva y ejemplar. Pocos
individuos, ante la cercanía del final, guardan tal compostura y
claridad de ideas y sentimientos. Reconocerse a través de los años y sus
peripecias como un hombre que buscó ser íntegro lo hace digno. Quedan
sus obras y acciones como prueba de una trayectoria creadora, honrada y
constructiva.
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