Hasta hace 40 años, México era un país autosuficiente en lo esencial: la alimentación de su población. Con una dieta basada fundamentalmente en el maíz, esta planta sagrada literalmente inventada por el hombre 7000 años antes de nuestra era.
Hoy en día, el campo mexicano está agonizando, bajo los golpes combinados del llamado paquete tecnológico (herbicidas y pesticidas sintéticos, mecanización), de los monocultivos de exportación (frutas y verduras, cultivos para los biocarburantes), de los megaproyectos (presas, maquiladoras, minería a cielo abierto, carreteras y complejos ecoturísticos), y de las mafias político militares del narco. El progreso ha acarreado una profunda degradación social, que desemboca en una emigración masiva, cuando no en una verdadera guerra de exterminio.
Sin embargo, a los 200 años del inicio de la lucha por la independencia, y un siglo después del principio de la revolución encabezada por Emiliano Zapata y Pancho Villa, una parte todavía significativa de los mexicanos siguen resistiendo. Defienden un modo de vida solidaria y apegada a la tierra, con un empeño, una valentía que asombran, en estos tiempos de resignación y sumisión generalizada.
Les propondremos a continuación una serie de testimonios, a lo largo de un viaje y unos cuantos encuentros que iremos realizando por distintas regiones del país.
La ciudad de México es probablemente la más poblada del mundo. Se habla de 25 millones de habitantes, que desde hace años rebasan ampliamente los límites del Distrito Federal. La enorme mancha de construcciones precarias o, peor todavía, de los tristes alineamientos de las unidades habitacionales -recientemente rebautizadas “centros urbanos autónomos”, se expande irresistiblemente hacia el norte y el este.
El objetivo de esta política de urbanización es servir las importantes industrias que siguen instalándose en estas periferies. El coste ambiental, en lugares que acogieron a sus primeros pobladores hace 15 mil años, es terrible: la desaparición de numerosas especies animales y vegetales, que los precolombinos habían sabido preservar y desarrollar, es tan preocupante como la escasez de agua, que afecta ya a millones de habitantes. El precioso líquido sólo se recibe dos o tres días en la semana, y el insuficiente abastecimiento por “pipas” (camiones cisternas) está sometido a un sinfín de tráficos y corrupción. En Nezahualcoyotl , Chicoloapan o Iztapaluca hacia el este, y en Ecatepec, Coacalco o Tecamac hacia el norte, las mafias, aliadas con los partidos políticos o suplantándoles, están imponiendo su ley: amenazas, extorsiones, secuestros y asesinatos van sembrando la desconfianza y el miedo en colonias donde hace pocos años la auto-organización y la solidaridad, e incluso unas redes económicas horizontales, seguían conservando las pautas de una vida todavía comunitaria.
El oeste y el sur están mejor preservados: allí se encuentran los barrios ricos. Allí no falta el agua. El centro histórico ha sido “limpiado” de la mayoría de los vendedores ambulantes, muchos de ellos indígenas, por el celo modernizador y brutal de los gobiernos PRD de la capital. Y el magnate Carlos Slim, dueño entre otras cosas de la red de teléfonos de México y demás países latinoamericanos, ha podido comprar a bajo precio muchos de los edificios señoriales, incluso la famosa “Casa de los azulejos”.
En el Zócalo, la inmensa plaza central, un enorme personaje hinchable, patrocinado por Danone, y maquillado en “museo” del aparato digestivo, aplasta con su masa obsceno el campamento de los sindicalista del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), en huelga del hambre desde más de 80 días para protestar contra el brutal despido de los 44000 electricistas de Luz y Fuerza del Centro.
Conseguimos hablar con Ernesto Ponce Bucio, uno de los huelguistas. Nos explica que el traslado de las tareas de mantenimiento de la red eléctrica de la capital y sus alrededores a unas empresas privadas que contratan a migrantes centroamericanos ha acarreado ya un montón de accidentes graves, electrocuciones, incendios y averías. Los electricistas están determinados. No es el momento más adecuado para preguntarle si no se debería aprovechar la crisis actual para replantear en su conjunto el problema de la producción, la distribución y el consumo de la energía eléctrica, o si entre el Estado y el capital privado hay que escoger quién es el mejor patrón...
Un poco más lejos, otros plantones denuncian el encarcelamiento desde el pasado 2 de Octubre de Victor Herrero Govea, arrestado a raíz de la manifestación de conmemoración de la masacre de Tlatelolco. La detención fue llevada a cabo por una policía del D.F. asesorada por los “especialistas” del mantenimiento del orden de Nueva York y los de las francesas y tristemente famosas Brigades Anti-Criminalité (B.A.C.).
Espejo y ratonera
La capital de México, construida a contrasentido sobre las ruinas de la Tenochtitlán azteca y lacustre, siguió a pesar de todo conservando durante siglos una parte del encanto de la antigua ciudad. Hoy en día, se ha convertido en ratonera para los millones de campesinos que huyen de un campo arrasado por una guerra civil propiciada por la voraz y mundial progresión de un capitalismo industrial que nada ni nadie parece capaz de detener. Sólo los privilegiados, y por supuesto los turistas que deambulan abultados por los lugares restringidos y obligados de la Ciudad monstruo, demasiado acostumbrados a las rejas de su propia cárcel, parecen ignorarlo.
Sin embargo, flota por algunas colonias de la ciudad como un olor a pólvora.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario