plural gramatical, en la vida cotidiana se recurre a ellas con frecuencia. La tecnología médica debe leerse por medio de síes y de noes.
La tecnología médica, arropada por su inmenso poder, y por la magia de sus deslumbrantes descubrimientos tiene que valorarse por sus bondades –mejorar y prolongar la calidad de vida–. Pero, también, por sus cegueras: vender e imponer a toda costa sus dictados sin que necesariamente sean en beneficio del enfermo o de la sociedad. Esa multiplicidad de ofertas deviene muchos síes y muchos noes. El final de Michael DeBakey sirve para entender ese y otros entramados.
DeBakey (1908-2008) fue un estadunidense dedicado a la cirugía cardiovascular. Sus aportaciones a esa rama son invaluables. Los puentes aortocoronarios, las máquinas para circulación extracorpórea, las angioplastias, el uso del Dacron y los trasplantes cardiacos son algunas de las áreas donde él trabajo. Esos descubrimientos hicieron de DeBakey uno de los grandes pioneros e innovadores de la cirugía cardiovascular.
Conocedor de la magia y del poder de la tecnología, expresó, cuando viejo, por medio de un documento, su deseo de no ser sometido a ningún procedimiento heroico
para prolongar su vida. Esos documentos, como se sabe, fueron creados para dar peso a la autonomía de las personas y para crear un marco adecuado en las relaciones entre médicos y enfermos. De hecho, la autonomía de los pacientes es uno de los seis principios de la ética médica. En contra de su voluntad, DeBakey fue operado cuando tenía 97 años. El procedimiento violó su deseo, amén de sembrar una paradoja: los cirujanos que lo intervinieron utilizaron una de sus técnicas. Cabe preguntarse si es el destino quien plantea ironías –haber operado a DeBakey mediante su técnica– o si es la contumacia del ser humano la que tuerce el destino –atentar contra la ética y contra la autonomía de las personas con tal de privilegiar el uso de la tecnología. DeBakey no sólo fue operado sin su anuencia: fue intervenido contra la lógica, contra la dignidad, contra la ética y contra el sentido primigenio de la medicina.
Después de la intervención el celebérrimo cirujano permaneció hospitalizado más de tres meses, sin hablar, sin comer, privado de su autonomía y con múltiples dependencias que seguramente degradaban su dignidad. Pervivió, en condiciones regulares dos años después de la cirugía. La intervención y la estancia hospitalaria costaron más de un millón de dólares. Desconozco cuál fue la conclusión de DeBakey acerca de lo sucedido y la opinión del equipo médico que vulneró el deseo del enfermo. Lo que no desconozco es la urgencia de plantear cuáles son los límites de la medicina y cuáles son los límites de la vida. Sirva el caso para reflexionar en los síes y en los noes de la tecnología médica.
Predominan las preguntas. Comparto algunas. Parto de la realidad del affaire DeBakey, donde la ética y la autonomía fueron violadas en aras de la medicina moderna, cuya modernidad no estriba precisamente en la compasión o en la obligación de acompañar, sino en usar, sin cuestionar, los límites de la tecnología. ¿Es correcto someter a ancianos cercanos a los cien años a cirugías mayores? Los comités de ética de los hospitales, ¿deben seguir las indicaciones de los enfermos o deben hacer lo que ellos mismos o los familiares de los afectados decidan? ¿Es correcta la gran erogación económica en casos como el aludido, no sólo por los otros usos
del material médico, sino por el sufrimiento que implicó para el enfermo?; en casos como el de DeBakey no sobra subrayar que él corrió con suerte, pues, la mortalidad hospitalaria en pacientes dos o tres décadas menores que él es cercana a 20 por ciento. Por último, ¿dónde quedan los principios de la ética médica que buscan privilegiar al enfermo?
La historia de DeBakey ilustra el auge de la tecnología y demuestra el desgaste y la erosión de la profesión médica. Dibuja también cuán útil es la ciencia médica y cuán lejana de esa bonanza vive la mayor parte del mundo. Mientras cavilaba en este texto busqué el libro de Karl Jaspers La práctica médica en la era tecnológica. Jaspers escribió los ensayos que conforman el libro en la década de los cincuenta del siglo pasado. Sus ideas, aunque viejas, no son viejas. Los casos como el aquí narrado, diatribas como las que expone Jaspers y otra serie de ideas similares estimulan; de eso escribiré la próxima semana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario