El cardenal Juan Sandoval Iñiguez.
Juan Manuel Negrete
MÉXICO, D.F., 26 de agosto.- Fidel Castro, comentando el texto más reciente de AMLO (La mafia que se apoderó de México… y el 2012), con la mirada serena que le da su vasta experiencia política, le señala tres vacíos notables: no hace referencia al negocio letal de las drogas que está estrangulando a nuestra patria; tampoco alude al destrozo ecológico que vive el planeta entero ni al peligro de una próxima guerra nuclear, que acabaría con todo. Fidel está en lo cierto. Pero no son los únicos puntos graves sin atender en el texto de AMLO. Hay por lo menos otros dos, en los que la inquisitiva mirada de López Obrador no se posó, por lo delicado del asunto, o tal vez por la conveniencia de no abordarlos él cuando se avecina la contienda electoral nacional, en la que participará como candidato. Si no se pronuncia sobre éstos, tendrá que hacerlo el movimiento nacional que coordine, porque no son temas para postergar.
Uno es el daño persistente que se deriva de la existencia del fuero militar. Marco Appel y Leonardo Boix realizan una entrevista a Amnistía Internacional (Proceso 1763) en la que se plantea a fondo esta problemática sin visos de solución. Rupert Knox, el entrevistado, pone con claridad el dedo en la llaga: “El fuero militar sigue siendo un instrumento para perpetuar la impunidad de los soldados… La PGR es cómplice de la impunidad imperante en el país. No investiga cuando puede investigar y deja un amplio espacio de maniobra a la justicia militar”. Más adelante, Knox dice que Vicente Fox le comentó en agosto de 2005 que “el Ejército cabildeaba todos los días para conservar su fuero”. Seamos tirios o troyanos en nuestra confrontación cotidiana, sabemos que es mal cuya corrección traería serio alivio al país.
Otro punto de litigio inevitable es el debate sobre el papel del clero católico; también es tema álgido, pero ningún proyecto de nación puede pasarlo por alto. Los clérigos llegaron hace 500 años del codo con los invasores que se apoderaron de los territorios que habitamos. Justificaron el despojo y le sacaron jugo. Siguen aquí. No han variado la tonada. No basta preguntarse, como lo hace AMLO: ¿qué haremos con la mafia?, en referencia a los herederos de los conquistadores. Hay que cuestionar también en serio qué hacer con los hombres de sotana y bonete, sus legitimadores, que no paran de sermonear a las víctimas para lograr la sumisión plena.
Ahora que se festejan las dos gestas patrias más conocidas de nuestra historia debería quedar bien claro que, en esos dos momentos ríspidos de nuestra historia, la insurrección popular tuvo como mira central poner fin a estas dos dolencias. Andan los titulares del poder muy hacendosos en tales festejos. No reciben respuesta alborozada precisamente porque la percepción popular sostiene que este monstruo multifacético fue herido, pero no sometido. Al contrario, goza de cabal salud. El Ejército anda desatado por las calles, masacrando civiles. Y el clero vocifera sandeces a voz en cuello y justifica las tropelías del poder ya sin decoro alguno. ¿Qué festejamos entonces?
La ausencia de bozal en los prelados mexicanos es proverbial. Pero quien se lleva la voz cantante es Juan Sandoval Íñiguez, el cardenal tapatío. A su ya larga cadena de exabruptos, sumó en la semana una acusación sin fundamento en contra de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En una rueda de prensa en Aguascalientes (Público, 16 de agosto) dijo que los ministros obedecen a organismos internacionales y que Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, los maiceó a cambio de ratificar la constitucionalidad del derecho de adopción de las sociedades de convivencia. En su andanada sin freno, que revela un fondo de incoherencia e ignorancia, sostuvo que estas medidas, promovidas por el PRD o las izquierdas en el mundo, son propuestas de los grandes capitalistas, “intereses internacionales de muy alto poder económico”. Para él da lo mismo ir atrás que adelante, que al cabo la cola es punta.
Con su retórica pendenciera, espetó a los reporteros: “¿A ustedes les gustaría que los adopten maricones o lesbianas?” Al término de la conferencia zarandeó a las activistas: “Mejor búsquense marido”. Puras perlas. Sandoval es gamberro, pero no es el único. Julio Alejandro Ríos registró la semana pasada (Proceso Jalisco 301) una declaración de José María de la Torre Martín, obispo de Aguascalientes, donde afirma que dio órdenes al alcalde de Encarnación de Díaz, Raúl Fermín Gutiérrez Pérez, de borrar los murales de la casa de la cultura. “Los habitantes vinieron a informarme que la obra mostraba imágenes obscenas y aberrantes que atentan contra la moral. Por eso le ordené al alcalde que ese mural fuera borrado”.
El alcalde ya le había informado al pintor de la intensa presión que recibía para eliminar la pintura. Sandoval mismo lo había puesto como condición para una visita por un festejo de la población. El alcalde terminó cumpliendo a pie juntillas el mandato de estos clérigos gamberros.
El debate sobre el papel por asignar al clero en una reestructuración de nuestras instituciones no puede ignorarse o darse por ya tenido. Es herida que hay que atender con suma urgencia. El poder de administrar o manipular la sexualidad humana, por medio del miedo y del sentimiento de culpa, es el gran misterio que encierra la vida oculta del clero católico, en México y en el mundo entero. Es también la veta principal que le genera sus cuantiosos recursos económicos. Mediante ambos instrumentos de control ha acumulado gran poder a lo largo de generaciones. Cualquier paso que se dé hacia el ejercicio universal de una sexualidad sana, razonable e informada, es un hachazo directo al corazón de sus finanzas y controles irracionales. De ahí su histeria en contra de toda medida que atente contra sus bastiones ancestrales. La puerta ha sido abierta. Habrá que salir a enfrentar de una vez por todas a los viejos dragones paralizantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario