Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
“Son los sueños los que sostienen al mundo en órbita.
Por eso el cielo es el resplandor que hay dentro de la
lacabeza de los hombres, si no es la cabeza de los
hombres, el propio y único cielo”.
Memorial del convento. José Saramago
En algún lugar profano, en la sección de los Olvidos en el Archivo General de la Ignominia, se preserva el Almanaque de los Estigmas, una de las obras más excelsas de la memoria humana que compendia todas las aberraciones, las perversidades y las malevolencias cometidas bajo la aureola de la virtud...
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
La intolerancia es una de las evidencias de la congénita predisposición humana al dominio, se manifiesta en actos u omisiones grotescos, exterioriza y ejecuta los razonamientos siniestros que se generan en el rincón más obscuro y retorcido de mentes enajenadas y corrompidas.
Existencialmente, la intolerancia proviene de la orfandad humana, de la necesidad de explicar el mundo con mitos y dogmas; la socialización de los dogmas deriva en imposiciones de índole moral que suelen exacerbarse por el matiz del poder. Por el influjo de los credos se trazaron las fronteras del pensamiento y las distinciones de naciones y pueblos.
Cuando las doctrinas moralizantes extinguen el raciocinio alcanzan los peligrosos niveles del fanatismo, que al fusionarse con ideologías políticas radicalizadas producen una implosión expansiva mejor conocida como fundamentalismos.
En el extremo fundamentalista se ubican los jerarcas que se adjudican la autoridad moral para dictar los decálogos excluyentes, imponen rasgos xenofóbicos y erigen los estigmas que habrán de marginar a quienes son, actúan o piensan diferente.
Los episodios más aborrecibles de la historia universal se distinguen por el flagelo degradante de los estigmas, por la exclusión y la marginación en función de un dogma proclive a los grupos dominantes.
La manifestación más reciente de la intolerancia dogmática fue la declaración del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien aprovechando la posición del clero en un estado que ha demeritado al laicismo, usurpando el derecho de intervenir en el ámbito político de México, desaprobó la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que avala la constitucionalidad de los matrimonios de parejas homosexuales.
Los privilegios que el clero ha recuperado en un Estado laico exhiben la configuración de un moderno fundamentalismo. Por eso, la ley será el único argumento capaz de desarticular el andamiaje de fanáticos en los círculos del poder. Este vergonzoso episodio exhibe los remanentes de la dominación dogmática que aun someten a los mexicanos.
Por el bien común y para evitar la amenaza de la segregación, el curso jurídico de este incidente deberá restablecer la distancia entre el ámbito religioso y el político y resarcir la independencia del Estado de cualquier dogma, porque todas las aberraciones, las perversidades y las malevolencias ha sido cometidas bajo la aureola de la virtud…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario