4/20/2014

Lo siniestro de la belleza



Daniela Villegas 


A pesar de la existencia de campañas publicitarias que buscan denunciar la presión de los medios de comunicación y de la sociedad en general, sobre los cuerpos de las mujeres para que encajen en cánones de belleza bastante rígidos, en donde la delgadez, la juventud, la blanquitud y los rituales de arreglo femenino imperen, no han llegado a modificar del todo las estrictas normativas de la representación femenina.

La presión social ejercida sobre los cuerpos femeninos es denunciada en el trabajo de la artista visual australiana, afincada en Melbourne, Jessica Ledwich en su serie fotográfica The Fanciful, Monstrous Feminine (El imaginario, monstruoso femenino) donde con un toque grotesco evidencia las muchas violencias físicas que las mujeres están haciendo a sus cuerpos para estar dentro de “la norma”. Una norma impuesta por una sociedad en la que la imperfección no es una opción.

Ledwich quien antes de sumergirse en la fotografía artística, trabajó en el mundo de la moda y la publicidad conoce muy bien esa maquinaria que vende deseos y fantasías. “No hay nada malo con ello per se, pero creo que la industria (de la moda) necesita tomar responsabilidad en la forma en que estereotipa las nociones de lo que es deseable y el efecto que esto tiene en la autoestima y el comportamiento de las mujeres, particularmente de las mujeres jóvenes”, señaló la artista a The Ravens Eye Critic.

Las 13 imágenes que conforman su serie nos muestran las versiones amenazantes de los llamados rituales de belleza femeninos, en donde un aparente ingenuo y sencillo manicure, termina en el cercenamiento de los dedos que pulcramente esmaltados de un rojo intenso han sido reemplazados por unas pinzas.

Pareciese que la sociedad ha determinado que para ser una mujer presentable, deseable y femenina hay que estar muy bien peinada, con las piernas y axilas depiladas, con las uñas pintadas, con labios carnosos Estas tareas en gran medida impuestas han sido normalizadas al grado que ni siquiera son cuestionadas, simplemente se reproducen automáticamente sin cuestionamientos.

En otra imagen la representación que podría haberse tornado humorística deviene en suma grotesca al mostrar lo violento de los regímenes de delgadez y perfección seductora. Una joven mujer con un estilo un tanto pin up, realiza la limpieza de su hogar al usar la aspiradora y a la par succiona la grasa de sus muslos inyectándola en sus labios rojo carmesí.

Se yuxtaponen las tareas del hogar con los rituales de belleza, la rutina de la cotidianidad aliena los cuerpos, el arreglo personal y la limpieza se torna un acto brutal y deshumanizante. Pareciese que con cada repetición del ritual en que se afianzan los roles femeninos tradicionales el personaje principal de las imágenes sacrifica un poco su identidad hasta que sus miembros como si de piezas desmontables y meros pedazos de carne se tratase cuelguen en los arneses de una carnicería.

De forma cruenta las imágenes perturban a l@s espectador@s, lo presumiblemente agradable y cotidiano se torna perturbador, violento, siniestro. La serie de Ledwich representa los rituales de belleza como actos de mutilación , lo que hace a los espectadores repensar las normas de la feminidad y a lo que las mujeres se someten a fin de cumplir con ellos. Si seguimos a la artista para quien la sexualidad femenina es vista como “amenaza” y por lo tanto está reprimida, es interesante la manera en que hace que sus protagonistas hagan uso del estilo de la femme fatale de labios carmín y esmaltadas uñas rojas.

Se torna evidente que para obtener el “reconocimiento social” un cuerpo concebido como femenino, deberá responder a los criterios de belleza vigentes. Así, contribuirá a reforzar su identidad dentro del cuerpo social, acatando un modelo de proporción y armonía, un canon o ideal de corrección de las formas, un “deber ser” del cuerpo para ser considerado bello, agradable a la mirada.

Sin duda esta serie nos permite reflexionar que no todos los rituales de belleza son tan “naturales” ni tan gratuitos, siempre existe un mecanismo de control detrás de ellos. Pero ¿habría que existir siempre dolor, coerción y sumisión en estos rituales de belleza? ¿de qué manera apropiarse de ellos de una forma más sana, disfrutable? ¿cómo construir otra manera de desenvolverse en el arreglo personal femenino? Considero que siempre y cuando no sean impuestos los rituales del arreglo personal y dando un giro a lo que entendemos por belleza y feminidad alejado de las estructuras normativas se podría abrir un intersticio al arreglo personal femenino fuera de las estructuras de poder, en donde el manicure, la depilación, el maquillaje, los zapatos de tacón alto sean una mera opción y no una imposición esclavizante. 

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