Por Ricardo Monreal Ávila
Quien
puede lo más, puede lo menos. Quien defrauda a un banco privado con
sistemas de prevención de fraudes de clase mundial como Banamex,
seguramente habrá burlado con más facilidad los endebles mecanismos de
prevención de una empresa pública como Pemex, donde la corrupción es
una práctica corporativa debidamente registrada y patentada.
Primero fue Oceanografía. Ahora es Evya. Con similar modus operandis –exhibición de contratos apócrifos–, ambas contratistas petroleras defraudaron al mismo banco con al menos 430 millones de dólares.
Desde
el inicio, Pemex pretendió deslindarse con el argumento de que el daño
era contra un banco, no contra la paraestatal, y que Oceanografía era
un "caso aislado".
Sin embargo, las primeras indagaciones han
establecido que funcionarios bancarios y de la petrolera estaban al
tanto de estas operaciones fraudulentas. Fueron fraudes mancomunados y
previamente maquinados por al menos tres partes (empleados de
Oceanografía, de Pemex y del banco).
El caso Evya, otra
contratista petrolera defraudadora, viene a corroborar que estas
prácticas de corrupción no son casos aislados; por el contrario, son
hechos concatenados y relacionados.
Los contratos que Pemex
otorga a sus proveedores son auténticas cartas de crédito, con respaldo
financiero a nivel de Cetes. Tendría que quebrar el gobierno mexicano
para que Pemex no hiciera frente a sus proveedores.
Esto se sabe
en el mundo petrolero. Un ejemplo: Si usted obtuviera en este momento
un contrato para arrendar una plataforma marítima a Pemex por un
periodo de cinco años, podría viajar a Corea del Sur o a Noruega a
ordenar la construcción de la misma, adelantando únicamente el 15% de
su valor. El resto se lo financia el constructor de la plataforma,
porque saben que Pemex es buena paga. Más aún, si no tiene el 15% de
enganche, el mismo contrato le da pauta para conseguir un
apalancamiento financiero en Indonesia, Japón o Arabia, pagando una
cómoda tasa de interés.
¿Qué necesita usted para obtener ese
contrato o cheque en blanco de Pemex? Dos requisitos: un contacto
político en la Presidencia de la República o en el piso 51 de la torre
de Marina Nacional, y un debido sistema de incentivos y estímulos
económicos para los funcionarios que revisan, verifican y validan los
contratos. Ah, y de paso, proveer los bienes y servicios que estipula
el contrato.
"Sin retribución, no hay contratación" es el principios que rige al contratismo
petrolero. No muy distinto del principio corruptor que rigen otros
ámbitos de gobierno como la seguridad pública, la salud y la
construcción de infraestructura.
¿Empresas defraudadoras como
Oceanografía y Evya desaparecerán con la reforma energética? Por
supuesto que no. Al contrario, si consideramos que la reforma hace del contratismo
el eje de la apertura petrolera, preparémonos para el arribo de nuevas
Oceanografías y Evyas al amparo del poder público. Adiós a las empresas
consentidas de los gobiernos panistas. Bienvenidas las petroleras
protegidas por las administraciones priistas.
Es tan relativo el combate a la corrupción en Pemex, que ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de color.
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