Eduardo Ibarra Aguirre
La beligerante campaña retórica por la presidencia del Partido Acción Nacional, a la que aspiran Ernesto Cordero y Gustavo Madero, acaso pueda sintetizarse en dos planteamientos: "¡Yo quiero ser presidente del PRI!", pronunciado hasta tres veces al parecer en forma involuntaria por el senador en un acto realizado en Mérida, Yucatán, el 26 de marzo; y la firme convicción expresada por el segundo a El Universal: "Pudimos impulsar (hoy) más que en los 12 años que gobernamos. La agenda del PAN avanzó mucho más en los 12 meses que dejamos de gobernar" (22-IV-14).
Entre el deseo expresado desde el inconsciente por el michoacano y la declaración reposada del chihuahuense durante una entrevista para el autodenominado Gran diario de México, los militantes blanquiazules tienen que escoger a dos exponentes de grupos de poder más que opuestos, peleados entre sí por el control del PAN, pero ambos coincidentes en la estrategia que se resume en las siglas de PRIAN (bautizadas por Luis Sánchez Aguilar desde el Partido Socialdemócrata) y que les abrió las puertas de Los Pinos en 2000 con el triunfo indiscutible de Vicente Fox, aunque no faltan voces que aún ponen en duda que fue en buena lid, y el éxito electoral hasta hoy impugnado por más de la tercera parte de la ciudadanía, de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús, que él mismo se encargó de resumir en forma magistral: "¡Haiga sido como haiga sido".
No es para presumirse como en forma por demás torpe lo hizo Gustavo Madero, este monumental cinismo de Calderón que puso de relieve que no importaba cómo había logrado la banda y la silla presidenciales, con el decisivo apoyo del Revolucionario Institucional y de Manlio Fabio Beltrones, sino que lo trascendente era que las detentaba. Por cierto, con el invaluable apoyo de alto mando del Ejército y la Marina y la estrategia de Guerra contra el narcotráfico, en buena medida de manufactura estadunidense, a cargo del gobierno de George W. Bush, otro experto en alterar la voluntad popular para encaramarse en la Casa Blanca.
Los políticos de todos los sabores y colores, con excepciones por supuesto, suponen que el mexicano es un pueblo desmemoriado y pueden por ello hablarle de hechos de la historia reciente del país, como si descubrieran el hilo negro.
Es el caso de Madero Muñoz, quien a falta de sustancia programática para diferenciarse de Cordero Arroyo, el otrora delfín de Calderón Hinojosa para la candidatura presidencial en 2012, aseguró que está pavimentando la justificación de su derrota al impugnar el proceso y el padrón electorales. Y lo comparó con Andrés Manuel López Obrador, porque "al igual que él no acepta las reglas de los procesos comiciales".
Las reglas escritas para el proceso electoral de 2006 no fueron impugnadas, sino la interpretación que de ellas hicieron el Consejo General del IFE presidido por Luis Carlos Ugalde, un señor que ahora cobra y vive de dar cátedra sobre democracia política, y el Tribunal Electoral de triste memoria. Y no porque su dictamen favoreció a Calderón, sino porque su trabajo profesional dejó mucho qué desear.
Como muy bien lo demostró José Antonio Crespo en 2006: Hablan las actas. Las debilidades de la autoridad electoral mexicana, atenidos a los documentos no se puede concluir que los comicios federales de julio de 2006 los ganó Calderón u Obrador.
Con independencia de las políticas puestas en juego por las partes en disputa, lo trascendente es que AMLO y un sector de los electores defendieron en la plaza pública lo que los hombres del poder institucional y sobre todo del fáctico esperaban negociara con el arquitecto del Haiga sido como haiga sido.
Acuse de recibo
De la periodista Manú Dornbierer: "Mi anécdota con García Márquez: Un salón español de Polanco. La nueva boda de Manuel Camacho Solís con una holandesa. Invitados que llegaron tarde y sólo tuvieron una mesa al mero fondo del salón junto a una cortina plegadiza: Gabriel García Márquez y su mujer, mi entonces amiga Flor Berenguer, mi entonces hermano Maurico D., y yo. Empezó la ceremonia allá adelante, un poco lejos. No oíamos. Hasta que de repente oímos, pero un discurso un poco violento. Criticamos a Manuel por su ceremonia en holandés y no en español. Pero empezamos a oír mejor. Se trataba de un discurso en alemán, no allá adelante. Aquí, junto a nosotros, detrás de la cortina. La empujamos un poco y vimos. Eran unos nazis que tenían convivio solemne con toda la parafernalia conocida y los tonos altos. No pudimos los cinco dejar de reírnos hasta las lágrimas, hasta que llegó el momento de irnos de la boda de Manuel. Saludos, Eduardo. Me gusta Forum en Línea"… Y el periodista Jorge Meléndez Preciado concluye: "Gracias, Eduardo Ibarra, por el recuerdo de días reporteriles y felices, como diría el Gabo"… El miércoles me compartieron sabrosas anécdotas sobre Emmanuel Carballo en los años 70, en Copilco, el crítico literario y amigo en el semanario Punto en 1987-88, y también después.
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