México
D.F. 24 abr. 14. AmecoPress.- Voltear a vernos en abril, que no sé por
qué me gusta tanto, es en todo caso hilar fino, no olvidar. Abril nos
obliga a recordar que está en su punto la primavera y ver cómo se abren
las flores y se llenan los verdes de colores. Abril es para las mujeres
de este siglo varias cosas. Enseñanza, libertad del cuerpo, mujeres
tomando conciencia. Muertes y nacimientos, señeros, sustantivos.
El
22 de abril nació Lenin, pero ese día también nacieron movimientos
políticos y obreros en muchas partes del mundo; el 17 de abril nació
Sor Juana Inés de la Cruz y en la misma fecha varios siglos después
murió la inquebrantable activista, luchadora, autónoma y militante
Benita Galeana, quien jamás se rindió y como Sor Juana usó la palabra,
la oratoria, el discurso como recurso sustantivo en el proceso
democrático y de transformación social.
Es
para Benita este abril en que cumplimos siete años del derecho a la
interrupción legal del embarazo en la capital del país, en el Distrito
Federal. Abril de las lunas rojas y los temblores inesperados, es
también un mes especial porque hay una línea de esperanza en eso de la
justicia para las mujeres violentadas: dicen que por fin en Guanajuato
podrá declararse la alerta de género.
Pero Benita
Galeana cerró sus ojos ese 17 de abril de 1995, hace 19 años, firme y
entera. Unos días antes de su embolia estaba presta a denunciar la
nueva andanada económica contra los pobres. Ella fundadora del
sindicato de Correos, activista, convencida, fiel a sus ideas, tenía en
su piel y en su espíritu esa convicción sin barreras de que vale la
pena luchar por la justicia y contra quienes producen la desigualdad y
el hambre.
Benita fue
mucho más que una base militante del comunismo de los años 30 y 40 del
siglo XX, fue, tomen nota, la primera mujer mexicana del siglo pasado
que dio testimonio de su vida y su experiencia en una autobiografía sin
pantalla, hablando de su paso por la vida de la infancia a la juventud
(Benita, primera edición 1940, segunda editorial Extemporáneos en
1974).
Ella es quizá
el antecedente más lejano en nuestra memoria, de mujeres que se atreven
a contar su historia y hablar de sí mismas, de su cuerpo violentado por
palizas infinitas y repetidas durante su infancia; hablar de su cuerpo
como uno que le permitió abrirse un camino en la capital del país,
saberse fuerte, capaz, hablar de la fuerza de su cuerpo para plantar
una bandera de huelga en lo alto de un edificio.
Benita
Galeana, además, puede considerarse como un heraldo de la libertad de
hablar, de decir, de expresarse, de esa del artículo 19 de la Carta
Universal de los Derechos Humanos, tan mencionada y aclamada estos
días. En su autobiografía todo nos explicó, todo lo relató y nos dijo
cómo en su vida usó su voz y sus palabras como elementos fundamentales
ante las masas, cómo fue que sacó de su alma la fuerza para convencer y
llamar a la revolución y a la justicia. Cómo fue que desarrolló una
rebeldía sustantiva, esa que la hizo transcurrir hasta sus 88 años con
una fuerza crítica sin atadura: ella sí autónoma, enamorada de la
palabra y enamorada de la vida.
Por eso
recordar a Benita Galeana, muerta el mismo día que el premio nobel
Gabriel García Márquez me parece fundamental. Benita pudo ser un
personaje de Macondo, ella de San Jerónimo, Guerrero tropical,
habladora y descriptora de ideas y paisajes, ella 58 veces detenida y
enviada a la cárcel, capaz de bailar en un cabaret ondeando sus caderas
y lanzando al cielo sus trenzas, como los personajes de García Márquez,
capaz de transitar por la ciudad de México, entre trolebuses y calles
oscuras repartiendo El Machete, órgano de difusión del Partido
Comunista en los años 40, esos de persecución a los comunistas, del
asesinato entre facciones como el de Trotsky en México, de la fundación
del hoy PRI armonizando más de cien agrupaciones políticas de todos los
signos; ella confiada en el estalinismo, fue plural, crítica,
incorregible se diría.
Devota del
general Lázaro Cárdenas, fue siempre la misma que desde temprano
reaccionó en contra de quien quisiera tocarla y usarla sexualmente.
Aunque el gusto por los hombres le acompañara hasta la muerte. Su
vitalidad tenía que ver con su apertura al amor, al sexo, a la
aventura, al no tener miedo y adorar su vida, al mismo nivel que adorar
su máquina de escribir, cuando la descubrió como instrumento de la
palabra.
Tal vez por
ello Benita Galeana al final, ya en los años 80, decidió apoyar las
luchas feministas, aquellas que le fueron indiferentes cuando se formó
el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (1935), pero como era
disciplinada, comunista, amiga de Consuelo Uranga y de Cuca García,
seguramente estuvo en algunas asambleas del Frente. Pero nada más. En
cambio en los 80 fue candidata y diputada suplente de la ex comunista,
ex gobernadora y hoy diputada Amalia García Medina.
Y hablando de
abril, de Benita y esas mujeres históricas, precisamente María Refugio
(Cuca) García Martínez nació en Taretan, Michoacán, un 2 de abril de
1889, profesora, feminista, sufragista y activista mexicana en pro de
los derechos de las mujeres.
Efectivamente
abril es un mes asombroso, siempre lo pensé y ahora averiguo que
significa apertura, festividad, frescura, vigor, lozanía. Nada que ver
con las catilinarias políticas y es también nombre propio de muchas
mujeres en el mundo.
Un 10 de abril
de 1789 nació Leona Vicario, la independentista y primera periodista
mexicana; el día 15 de 1452 nació el genio Leonardo da Vinci, el 17 de
1695 nació la insumisa sor Juana Inés de la Cruz y el 19 de 1861,
Benito Juárez decretó la Ley de Instrucción Pública para México, dando
forma y fondo a nuestro herido laicismo.
Abril, el
primer mes del calendario francés hasta 1564, tenía que ver con ese sol
de primavera que anuncia vigor y recomienzo. Que anuncia apertura y
camino. Por algo nació el 23 de abril de 1564 William Shakespeare, una
de las figuras más célebres de la literatura universal que nos llevó a
hilar fino sobre las relaciones familiares y puso el dedo en la llaga
sobre la libre opción sexual. El 22 de abril de 1870 nació Vladímir
Ilich Ulyanov, Lenin, el operador de la Revolución soviética.
Vaya mes, ¡qué
historia! En abril el 10 de 1919 fue asesinado por traición el héroe
del campesinado mexicano Emiliano Zapata, del mismo modo que el 15 de
abril de 1865 fue muerto a mansalva Abraham Lincoln, el presidente de
Estados Unidos que se opuso a la esclavitud humana. También un 18 de
abril murió el científico Albert Einstein, quien dijera un día que es
más difícil destruir un prejuicio que desbaratar el átomo, y un día 19
murió Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990.
Por algo será,
me digo. Festivo puede resultar que en 1945, el 28 de abril fue
asesinado el dictador Benito Mussolini y apenas dos días después se
suicidó junto a Eva Braun el otro fascista, Adolfo Hitler.
Terminaré las
efemérides, que no por sencillas, sean simples o vacías, recordando que
este mes ya no será más que memoria infinita. Un hecho sin precedentes
es que en abril, en la República Dominicana de 1965, un nutrido grupo
de mujeres participaron en la guerra civil que desató la invasión de
Estados Unidos en ese territorio y derrocó al presidente Juan Bosch.
Existe un libro emblemático y testimonial de aquella lucha, escrito por
la periodista Margarita Cordero, que he querido recordar por el siempre
significado histórico de cómo las mujeres protagonizan los procesos
democráticos y alentadores.
Abril viene de
aprilis como le llamaron los antiguos romanos o del verbo aperire que
significa abrir la tierra, las flores, dejar entrar al sol o bien puede
venir de aphoros que significa espuma a través de la forma de aphrilis,
parecido a aphrodite, palabra griega que lleva dentro la palabra espuma
y significa Afrodita, la misma diosa que los romanos llamaron Venus, o
sea el amor en primavera, para sembrar los caminos de otro modo de
vivir, de esperanza, un abril que empieza a pasar y se va, como todos
los abriles de cada año. Penélope y el tejido del tiempo.
Foto: Archivo AmecoPress.
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