67 Festival Internacional de Cine de Cannes
Leonardo García Tsao
El cineasta Pedro Almodóvar asistió ayer al estreno de Relatos salvajes, único trabajo hispanoamericano en competencia en Cannes, filme que coprodujo junto con su hermano AgustínFoto Reuters
Cannes, 17 de mayo. Es el cuarto día del festival y ya vamos en la tercera biopic de la sección oficial.
En Saint Laurent, del francés Bertrand Bonello, el
biografiado es, claro, el diseñador de moda que tuvo su periodo de gran
auge en los años 60 y 70, y se volvió una de las firmas más
reconocibles en lo que a ropa y perfumes se refiere. (De hecho, se
trata de la segunda película sobre la misma persona. Yves Saint Laurent, de Jalil Lespert, se estrenó en Francia en enero, sin contar documentales).
Bonello había presentado aquí hace tres años L’Apollonide,
una lánguida pero atractiva recreación de la vida en un burdel de
principios del siglo XX. Lo lánguido permanece en su retrato de Yves
Saint Laurent (Gaspard Ulliel), una sucesión de estilizadas viñetas
que, esencialmente y de forma monótona, describen su hedonismo a través
del sexo gay, las drogas y el alcohol. Los detalles de esa forma de
vida sobre el carril rápido son vistos de forma superficial, como
cualquier otra película sobre el reventón constante.
La biopic no informa sobre hechos particularmente reales de
la carrera de Saint Laurent (por ejemplo, apenas se menciona su
invención de la línea prêt-à-porter que fue tan popular), ni
sobre la industria de la moda (hay unas juntas con inversionistas
gringos pero es todo). Se concentra más en su vida sentimental; la
pareja que forma con Pierre Bergé (Jérémie Renier), que más tarde
tendría importancia como empresario de la firma; su amistad epistolar
con Andy Warhol y admiración por Proust; su apasionado amorío con el
decadente Jacques de Bascher (Louis Garrel); y su gusto por el levantón
de chicos de la calle. Todo ello, enmarcado por incontables secuencias
de discotecas, que se pretenden sensuales. Pero la personalidad del
protagonista permanece indescifrable aún en su vejez (cuando lo
interpreta un irreconocible Helmut Berger).
En marcado contraste con la solemnidad de Saint Laurent, la que fue una sorpresa fue la argentina Relatos salvajes,
tercer largometraje de Damián Szifrón. Coproducida con España (en
particular, El Deseo, la compañía de los hermanos Almodóvar), la
película es una comedia negra, un compendio de seis episodios de
naturaleza cruel y violenta, en los que el mal comportamiento tarde o
temprano sufre sus consecuencias.
En especial, sobresale el episodio donde el arrogante conductor
(Leonardo Sbaraglia) de un auto de lujo se mete en líos con el agresivo
dueño (Walter Donado) de una carcacha, dispuesto a vengarse de una
afrenta en plena carretera. El episodio final –sobre una boda infernal
donde la iracunda novia se entera que el novio le ha puesto el cuerno
con una invitada– es también es el más largo y el que quizá merecería
una redición más sintética.
Todos los episodios están actuados con gracia –además de Sbaraglia,
aparecen otros intérpretes conocidos, como Ricardo Darín y Darío
Grandinetti– y filmados con dinamismo formal y buena intuición cómica.
Además, los modismos porteños le añaden humor a las situaciones. Sin
embargo, Relatos salvajes no parecería cumplir el perfil de
lo que suelen ser las películas en competencia. El tono y las
ambiciones son otras. Encomiable por su frescura entre tanta seriedad,
la película hubiera funcionado mejor en una sección paralela como la
Quincena de los Realizadores aunque, claro, su exposición hubiera sido
mucho menor.
Twitter: @walyder
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