Nosotros ya no somos los mismos
Frivolidad e impudicia de magistrados electorales
Ortiz Tejeda
Para el magistrado del tribunal electoral Flavio Galván,
la pensión no es garantía para el consejero, para el juez o el magistrado. Es garantía para la sociedad. Si el consejero o magistrado tiene asegurada su vida digna, desde el punto de vista económico, no estará pensando en corruptelas
Foto Francisco Olvera
Al
maestro Marco Antonio Baños, ni mi paisano Pérez Treviño ni Antonio I.
Villalobos o Rafael Pascasio Gamboa le sacarían, en militancia, más de
una nariz. Es abiertamente priísta y, además de sus méritos propios,
que en mi concepto no son pocos, precisamente por esa razón repite como
consejero.
Según breve semblanza del compañero Alonso Urrutia en estas
páginas, ya estuvo al frente del Servicio Profesional Electoral,
colaboró en la Comisión Ejecutiva de Negociación y Construcción de
Acuerdos del Congreso en la reforma del Estado y, en el proceso
electoral de 2009, presidió las comisiones unidas de Organización y
Capacitación Electoral.
Agregaría otras subjetivas percepciones. Es un negociador razonable,
aunque duro. Iba a decir que esto tal vez se debió a que siempre lo
hizo desde el poder, pero rectifiqué a tiempo: de los seis años
anteriores como consejero, cuando menos cuatro los desarrolló no desde
el poder, aunque si frente a la torpeza, la ignorancia y el vacío del
poder. Pienso que al igual que Arturo Sánchez es de los consejeros más
conocedores de la institución, la diferencia en todo caso es que don
Marco Antonio es un litigante nato. Opina, discute y, si es necesario,
pelea. De los cuatro consejeros proclives al PRI, si yo fuera asesor de
don César Camacho, le hubiera instado a conservarlo contra viento y
marea.
Es también importante que no sea un mero operador electoral
partidista, sino que tenga, además, sus méritos académicos: cuenta con
una maestría en políticas comparadas (cualquier cosa que la comparación
signifique y las consecuencias que provoque). Durante tiempo
suficiente, don Arturo y yo fuimos committee mate. O sea:
tengo bases para atreverme a pergeñar un intento de perfil que,
inevitablemente, se inicia con lo más superficial: por su expresión
física y conductual, don Arturo fue el George Bryan Brummel (Beau
Brummel, le llamaban los cronistas del siglo XIX) del extinto IFE. El
estilo de vestir de Brummel fue catalogado cómo: fine and dandy, el del señor Sánchez dejémoslo, simplemente, como
totalmente palacio.
Estoy seguro que cambiaba de camisa (albeantes todas) antes de cada sesión y se sometía a un make up,
ajuste de peinado y su imprescindible manicure para manejar, con
singular dominio, su laptop. Con ésta muchas veces me hipnotizó: picaba
botones y comenzaban a surgir figuras y colores que me recordaban los
primitivos estroboscopios de las
discode mis tiempos (invento del austriaco Simon Von Stampfer en 1829). No puedo asegurarlo pero me parece recordar que el consejero Sánchez tenía anotadas las casillas en las que José Vasconcelos había borrado al candidato oficial Pascual Ortiz Rubio, en 1929, pero también en las que Hildebrando había hecho todas las trapacerías de 2006. En abono a su moral pública debo decir que jamás le descubrí el menor asomo pornotelevisivo. Lo cierto es que don Arturo es el mejor banco de datos de Acción Nacional.
Lo grave,
para mí, no es su legítima filiación partidaria, sino su dependencia
directa con el prófugo moral Molinar Horcasitas a quien, por cuestiones
personales en las que no me inmiscuyo, siente que todo le debe. Arturo
es como el doctor House, no opera quirúrgicamente, pero diagnostica con
conocimiento y certeza. Si conserva a su eficaz asesora Margarita, su
computadora y mantiene su asombrosa ecuanimidad, en este reprise
seguramente mejorará su desempeño. Breviario para fundamentar lo
anterior. En diversas ocasiones el consejero Marco Gómez Alcántar,
recién salido de las infaltables rutinas a que lo obligaba la cultura
del fitness, de la que es devoto, se paraba frente al
consejero Sánchez y lo retaba a resolver sus diferencias sobre la
interpretación jurídica del Cofipe, en un enfrentamiento búllyco,
a la hora del recreo. Don Arturo ni siquiera volteaba a verlo,
seguramente confiado en que yo, a un metro de distancia, jamás hubiera
permitido que lo vapuleara más allá de 15 minutos.
Otros asuntos estaban en mi agenda, cuando me entero que los
magistrados del tribunal electoral se reunieron para expresar su
opinión sobre el acontecimiento político más escandaloso e indignante
de los tiempos recientes: la aprobación legal de su pensión vitalicia
o, algo totalmente diferente llamado: su
haber de retiro. Leí su escrito
aclaramos ante la opinión pública, de 17 renglones y dos palabras, en el que exhiben su frivolidad e impudicia. Son cínicos y, fundamentalmente, tontos. Su alegato es el de un grupo de togados absolutamente ágrafos. Su
aclaraciónes absolutamente inmoral. En sus 17 renglones no hay una sola mención a la realidad del país que los mantiene. Una referencia a la injusticia social o a la desigualdad y miseria imperantes. Su único alegato, miedoso y tartufo es: así lo dice la ley (Orgánica del Poder Judicial de la Federación), así lo marca la Constitución, así lo votó el Congreso, ¿qué podemos hacer nosotros? No nos odien por ser bonitos… En el párrafo quinto de su aclaración, que consta de medio renglón dicen: “No se trata de una pensión vitalicia, tampoco de un bono. Se trata de un ‘haber de retiro’”.
Pero resulta que gracias a un dato que
proporcionó el diario Reforma se me ocurrió jalar el hilito y voy a dar a la
Guía para el trámite de prestaciones, beneficios y servicios de las fuerzas armadas, que en su capítulo II establece: Haber de retiro.
Prestación económica vitalicia. Perdón, señores magistrados: ¿Hay alguno de ustedes que quiera debatir al respecto con mi general secretario? Luego vienen otros requisitos que los militares deben cumplir y que evidentemente resultan imposibles para los interfectos, por ejemplo: quedar incapacitados (no llegar así) durante su desempeño.
Haber prestado 20 años de servicios efectivos. No seamos intensos y obviemos lo de
efectivos. ¿Alguien tiene 20 años de servicios, por poco efectivos que hayan sido?
Que se me ocurre consultar los dos conceptos con los que los señores pretenden
aclarar ante la opinión públicaque ellos serían incapaces de pedir una pensión vitalicia, si acaso un modesto
haber de retiro. (No te confundas opinión pública, no es lo mismo: obsequio que regalo. Prebenda que canonjía o sinecura. Daifa que prosti o meretriz. Gigoló que chulo o padrote).
Ya iba a dar cuenta de mis hallazgos gramaticales cuando teléfono,
correos y celular comenzaron a rebotar la noticia: los menos biliosos
dudaban de la dimensión de lo que Arcelia Maya y el staff del diario Reforma
relataban, pero aun ellos estaban de acuerdo en que si las
declaraciones del magistrado Flavio Galván coincidían con lo publicado
era de urgencia someterlo a un juicio de interdicción, aunque un amplio
grupo planteaba la necesidad de una lobotomía (desgraciadamente la
última realizada legalmente se llevó a cabo en 1967). He hecho un
esfuerzo por situar mi comentario fuera del terreno de la chunga, pero
una justa ira me lo impide. Mi indignación supera toda tendencia al
humor o al sarcasmo. Vean estas opiniones del magistrado Flavio Galván,
que comentaré el próximo lunes y díganme cómo los seis magistrados no
lo están corriendo a patadas del Trife (a él y a su más íntimo staff), después de la manera en que los exhibió a todos. En sus declaraciones dice:
(La pensión) es para garantizar la imparcialidad. Para que no se corrompan los jueces(…) ser acreedores, merecedores de una pensión que sea justa, que no sea una exageración, pero tampoco una miseria. La pensión no es garantía para el consejero, para el juez o el magistrado. Es una garantía para la sociedad. Es una garantía de profesionalismo, de imparcialidad, de objetividad. Si el consejero o magistrado tiene asegurada su vida DIGNA desde el punto de vista ECONÓMICO, no estará pensando en corruptelas... ¿Quién de los críticos está dispuesto a devolver lo que está ganando sólo porque México está en crisis? De no existir una pensión se induce a los funcionarios públicos a la corrupción o a la farsa, al fraude a la ley”.
Si de aquí al próximo lunes los seis magistrados no se deslindan de
estas canalladas, ya sabemos a qué atenernos. Un joven lector, Gastón
Pardo Pérez, me instruyó hace algunas semanas dándome a conocer una ley
física:
La partícula se va a comportar de acuerdo a la conformación o la geometría del campo. ¿Y la dignidad personal, la conciencia de cada ser humano, están también sujetas a esta regla? Tenemos siete días para saberlo.
Twitter: @ortiztejeda
PD. María del Carmen: estoy seguro, si tu abuelo viviera haría honor al apodo que le fue otorgado en nuestra escuela y, como un tanque rojo, plancharía sin miramientos a este individuo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario