Serpientes y Escaleras
By I
Han
pasado tres meses desde que el comisionado Alfredo Castillo reconociera
que la captura de Servando Gómez La Tuta era, para el gobierno federal,
el mayor referente de una “victoria” en Michoacán; incluso, en aquellas
declaraciones que causaron revuelo, el 16 de febrero pasado, el enviado
de Los Pinos dijo que la detención física de La Tuta sería “como la
cereza del pastel” para el operativo de seguridad en tierras
michoacanas. Doce semanas después ese pastel sigue sin cereza y a medio
hornear.
Porque aún con la apariencia de “normalización” que se pretende dar
en Michoacán, y aunque se haya vestido de “guardias rurales” a las
autodefensas, el conflicto michoacano dista mucho de haber sido
resuelto en toda su complejidad. A la problemática social y económica
que dejaron años de abandono y de dominio del crimen organizado y que
llevará tiempo reconstruir aun con la anunciada inyección de recursos
federales, se suma el hecho innegable de que el millonario negocio del
tráfico de drogas, para el cual este estado sigue siendo territorio
estratégico, no ha dejado de existir y tal vez en nuevas manos, nuevos
cárteles y distintos capos, pero no va a desaparecer ni a terminarse.
Si bien el gobierno federal ha retomado el control territorial y ha
mermado la capacidad operativa del crimen con golpes certeros a la
estructura de mando de Los Caballeros Templarios, todavía quedan
células activas de ese cártel formadas sicarios y jefes de plaza que,
sin figurar en la lista de los grandes capos, son personajes violentos
que controlaban comunidades y sembraban el miedo entre la población.
Apodos como El Many, El Caballo y El Tucán aún se escuchan entre los
líderes de las autodefensas como parte de unos 50 sicarios que están
prófugos y que tenían en jaque a poblados de Tierra Caliente y otras
regiones; el temor es que se vuelvan a reagrupar y regresen para
ajustar cuentas.
Tampoco se sabe, porque no lo ha precisado el gobierno federal ni el
comisionado Castillo, si con el repliegue de Los Templarios no avanzó
el otro Cártel que se disputaba el territorio michoacano: el de Jalisco
Nueva Generación, que pugnaba por el control de plazas en el estado y
por manejar el tráfico de los precursores químicos utilizados en la
producción de metanfetaminas, que tenía en el puerto de Lázaro Cárdenas
lo mismo que en Manzanillo, Colima, el principal punto de entrada a
territorio mexicano para ser distribuido en el país y llevado a Estados
Unidos para la producción de las drogas sintéticas.
Pero de todo lo que sigue pendiente en Michoacán, incluida la limpia
iniciada contra políticos locales, diputados, funcionarios y alcaldes,
el mayor reto que sigue sin lograr el gobierno federal es lo que bien
definió su comisionado como “la cereza del pastel”. Mientras Servando
Gómez La Tuta siga libre, no puede hablarse de que el cártel de Los
Caballeros Templarios se haya terminado, por mermados o arrinconados
que se encuentren. Si ya una vez La Tuta junto con otros capos fue
capaz de reorganizar un cártel como la Familia Michoacana, que se creía desarticulada, y tuvo la habilidad para transformarlo en los
violentos Templarios, nada impide que el capo que armó y operaba toda
la estructura política y de corrupción que soportaba a estas dos
organizaciones, el que se reunía con diputados, secretarios de
Gobierno, candidatos y alcaldes en funciones, pueda volver a hacer lo
mismo, ya sea con ésta o una nueva organización criminal.
Por alguna razón que no queda clara, a las fuerzas federales,
llámese Ejército, Marina o Policía Federal, se les ha complicado la
ubicación y captura de La Tuta, aun cuando el capo seguía moviéndose en
municipios como Tumbiscatío y Arteaga, donde incluso fue entrevistado
por periodistas extranjeros. El viernes pasado, precisamente hasta esos
dos lugares llegó un operativo de la Marina con el que, al parecer,
buscaban a Servando Gómez. En las redes sociales se filtró el rumor de
su captura, pero oficialmente sólo se confirmaron enfrentamientos entre
sicarios y fuerzas federales en las que murieron supuestos guardias del
capo. De La Tuta sólo hallaron una espada, símbolo de Los Templarios.
Así que faltan muchos temas por resolver en Michoacán antes de que
el gobierno federal pueda cantar victoria y declarar completamente
recuperado ese estado; pero entre todo lo que falta para que vuelva la
“normalidad” a los michoacanos -en el entendido de que no desaparece el
fenómeno criminal del narcotráfico- la caída de La Tuta sigue siendo el
gran pendiente que le impide al comisionado Castillo y a su jefe, el
presidente Enrique Peña Nieto, presumir un pastel completamente
horneado y terminado.
NOTAS INDISCRETAS… A propósito de situaciones irresueltas, en Baja
California no se dejan de preguntar porque el secretario de
Comunicaciones Gerardo Ruiz Esparza nombró a Héctor Gonzalo Bautista
Mejía como Administrador del Puerto de Ensenada. La designación en
abril pasado llamó la atención porque Bautista Mejía viene de ser
administrador del Puerto de Lázaro Cárdenas, donde fue relevado luego
de que el Ejército y la Marina tomaran el control para evitar la
corrupción oficial que permitía que por ese puerto llegaran desde
precursores químicos para drogas sintéticas y saliera hierro ilegal,
todo operado por grupos del narcotráfico como los Templarios. “Todos
los funcionarios del puerto serán relevados para evitar actos de
corrupción”, dijo en noviembre pasado Eduardo Sánchez, vocero de la
Presidencia. Pero ahora que llegó a Ensenada el ingeniero Bautista no
se entiende, sobre todo porque en el puerto norteño también hay
contrabando ilegal de hierro y sobre todo de especies marinas
protegidas como la totoaba y la vaquita, cuya pesca ilegal es enviada a
China donde genera ganancias millonarias. ¿Se trata de acabar con la
corrupción en los puertos o sólo de administrarla?.. Los dados abren
semana. Escalera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario