5/19/2014

PAN devastado

Ricardo Raphael
La marca PRD está vinculada con dos sustantivos: igualdad y justicia. La marca PRI refiere a otros dos: experiencia y eficacia. Estos partidos pueden traicionar en todo lo demás siempre y cuando los elementos sobre los que se construye su semiótica principal permanezcan intocados.
El PRD puede ser clientelar, corrupto y populista, siempre y cuando nadie pueda poner en duda que su actuación tiene como horizonte la igualdad entre los mexicanos y la justicia moral, (término que en la izquierda no es sinónimo de la justicia legal). 
De su lado, al PRI se le puede perdonar la propensión de sus dirigentes al tráfico de influencias y la forma como ahí se confunden los recursos públicos con los privados. Se tolera que sus políticos sean arrogantes y autoritarios y que su relación con la ley esté plagada de infidelidades. Sin embargo, cuando el gobierno del PRI exhibe falta de experiencia o ineficacia política, los electores prefieren mandarlo a la banca. 
La historia de la marca PAN también cuenta con dos valores esenciales: democracia y honestidad. Desde su fundación este partido mantuvo como oferta ambos significados. Se le absuelve si es conservador, algo mocho, inexperto o naif. Todo error será menos grave siempre y cuando la honestidad y la democracia continúen siendo los referentes fundamentales para identificarlo. 
Por esta razón es que la reciente contienda interna por la presidencia del PAN deja tan mal sabor de boca. A partir de una pugna lastrada por la rudeza innecesaria, por las descalificaciones gratuitas, por la desconfianza y el desprecio mutuos, Gustavo Madero y Ernesto Cordero devastaron los cimientos de la casa. Hoy la honestidad no es valor relevante en el partido albiazul y la democracia tampoco. 
Una sombra densa de dudas acompaña a Gustavo Madero por los vínculos que sus cercanos han sostenido con expedientes sucios. Los famosos moches —extorsión ejercida en contra de autoridades locales a cambio de presupuesto— y el tráfico de influencias para el otorgamiento de permisos para casinos y centros de apuesta, entre otras, son razones que impiden meter la mano al fuego por este dirigente panista. Ya no importa si Madero es un político impecable o no, porque sobran pruebas para demostrar que algunos de sus cercanos se han comportado de manera inconveniente. 
Igual tormenta ronda sobre la cabeza de Ernesto Cordero. El expediente Oceanografía tiene liga directa con algunos de sus apoyos más cercanos, de ayer y de hoy. Juan Camilo Mouriño heredó un pesado costal de pólvora sin saber que explotaría en la cara de su amigo en el momento menos adecuado. Es difícil suponer que Ernesto Cordero no supiera sobre los negocios turbios que conectan a políticos campechanos del PAN con contratos ilícitos de Pemex y los nombramientos injustificados instruidos desde los Pinos. Sobre todo cuando el ex calderonista fue secretario de Hacienda, es decir, la autoridad máxima de esa empresa paraestatal. 
Esta fuerza política ya no puede presumir tampoco de ser la más democrática, entre los tres partidos principales. La manera como han hecho trampa sus dirigentes a propósito del padrón de militantes es escandalosa. Han sido varios los gobernantes de Acción Nacional, de todos los niveles, los que aprovecharon cargo y recursos públicos para sumar nombres falsos al padrón de su partido. 
Hoy los panistas se parecen más al PRI de los años cincuenta que los propios priístas. Vale como vergonzoso argumento la denuncia que hizo Ernesto Cordero sobre el robo de la urna donde él votó, durante la jornada de ayer. 
El Partido Acción Nacional solía exhibir a sus adversarios como unos tramposos. La novedad ahora radica en que dentro de este partido moran impunemente los negocios ilegales y la estafa electoral. 
El PAN hizo lo que ningún partido debe permitirse: llevar a su electorado, real o potencial, más allá de su propia experiencia. Si esta fuerza política no tiene como valores a la democracia y la honestidad, ¿qué razones quedan para votar por él?

@ricardomraphael

Periodista

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