Su delgadez, el tono de su piel, la lentitud con la que camina y su persistente ausencia en la casa de gobierno desde que fuera electo gobernador de Michoacán lo delatan. Fausto Vallejo sabía que estaba enfermo de gravedad desde que se lanzó en campaña, como dijimos hace unos meses, estaba esperando el triunfo para irse al Chicago University Hospital donde connotados hepatólogos le harían un transplante para extirpar su hígado colapsado a raíz de una cirrosis biliar que le dejó el órgano como un gran fibroma. Cuando estuve en ese hospital con un par de los mejores hepatólogos, entendí que lo que Vallejo necesitaba para sobrevivir al trasplante y adaptarse a esa nueva vida a su edad (65 años) era, reposo absoluto (como lo tuvo durante más de un año). Los médicos recomendaron que no se estresara, cambiara su alimentación y que de ninguna manera siguiera la vida que llevaba antes del trasplante. Su familia le suplicó que se cuidara, pero luego de una reunión con el Presidente Peña y con el secretario de gobernación el acuerdo consistió —me informan mis fuentes— en que él permaneciera como responsable del gobierno michoacano, aunque en realidad quien gobernaría por él sería un equipo conformado desde la Segob. El PRI no estaba dispuesto a perder el coto de poder.
Hace unos días Vallejo, convaleciente nuevamente por complicaciones, reveló su complicidad con el fomento y crecimiento de la crisis de seguridad en su estado. Ante la evidencia de un video y fotografías filtradas por la SEIDO en las que aparece su hijo, Rodrigo Vallejo Mora, en una reunión con el líder de los Caballeros Templarios, el gobernador reveló ante CB Televisión “…qué está en video, no sé, pero lo que sí puedo decir es de que hay cientos de videos en donde desfilaron los principales aguacateros. Se los llevaban hasta en parvadas, en autobuses, a muchos de ellos se los llevaron, gasolineros, constructores, presidentes municipales”; aseguró que existen los videos como muestra de un mal de muchos.
El gobernador explicó que el cártel acostumbra secuestrar a todo tipo de personas y que se les fuerza a hacer pactos; algo que desde hace años sucede en la mitad del país. Aquí debo acotar que conozco a un ex periodista de Tamaulipas que fue secuestrado por los Zetas, grabaron las conversaciones en que aceptó que nunca hablaría de sus actividades criminales, su vida estaba en peligro y él dijo que sí a todo. Ahora, cada vez que hay masacres, en la redacción reciben una llamada de Los Zetas para advertir que no se publique o alguien morirá. Se entiende pues, que existe la posibilidad de que el hijo del gobernador fuese secuestrado y que el pago, además de económico, consistiera en un supuesto pacto de “no agresión”. Sin embargo varias cosas llaman profundamente la atención: que Vallejo se exprese como si fuera un ciudadano más, carente por completo de poder sobre la delincuencia. Que su hijo, dadas las circunstancias, no haya tenido protección y nadie supiera de ese secuestro hasta ahora. Que admita públicamente, con cierto hastío, lo que Mireles nos ha dicho: que en realidad la casa de gobierno es la de los Templarios. Ellos mandan, ellos ponen las reglas, ellos condicionan la economía de Michoacán a los convenios con el cártel. Castillo, enviado de Peña para hacer control de daños, colabora en mantener la farsa invitando periodistas a un tour por Michoacán. En este caso la salud de un político sí es un asunto público. Mientras los medios se distraen con la legalización de las autodefensas, las y los michoacanos siguen sumidos en una crisis de seguridad sin gobernador, con un gabinete paralizado y corrompido. Tiene un hombre deprimido, enfermo y cansado aferrado a una silla vacía. Espero honestamente que se recupere, pero en su casa, no la de gobierno. Una vez más los médicos le aseguran que está incapacitado para gobernar; pero eso nosotros ya lo sabíamos.
@lydiacachosi
Periodista
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