MONEDERO
Las desigualdades de género son piedritas y piedrotas en el camino de las mujeres, obstáculos que alteran su desarrollo en varias esferas: la profesional, económica, política o social, incluso física.
El tiempo libre disponible para ellas se convierte en un artículo de lujo. Sin duda el trabajo doméstico no remunerado (TDNR), que realizan la mayoría de las mujeres y que recae casi en forma exclusiva en ellas, es uno de esos factores que obstaculizan su desarrollo, es como un lastre “antiguo” que les impide navegar por la vida, desplegar las velas en todo su potencial.
Pero contrariamente a lo que se piensa, ese trabajo no es improductivo, es imprescindible para la reproducción de la fuerza laboral y genera una aportación importante de valor en el Producto Interno Bruto (PIB), según la medición que formula el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en la Cuenta Satélite de Trabajo No Remunerado Doméstico y de Cuidados
Contiene una enorme desigualdad de género. Por cada 100 horas de este trabajo, 77.7 las aportan ellas y el resto (22.3 por ciento) es aportación masculina. Medida en términos de valor económico, la participación femenina es de 75.7 puntos porcentuales.
¿Cuáles son los componentes del TDNR y cuál es su valor económico?
En primer término está “cuidados y apoyos” para niñas, niños, adultas y adultos mayores, y personas enfermas y discapacitadas. Esta actividad tiene muy poca participación masculina, prácticamente es exclusiva de las mujeres y es la que aporta un mayor valor económico: 33.4 por ciento.
Las carencias en materia de seguridad social han provocado un crecimiento importante de este renglón del trabajo doméstico, particularmente en las mujeres más pobres que no pueden pagar servicios privados para los “cuidados”, ante la carencia de políticas públicas en la materia.
En orden de importancia sigue “alimentación”; también una actividad culturalmente feminizada, en especial cuando hay menores de seis años de edad. Su aportación económica es de 22.5 por ciento.
“Limpieza y mantenimiento de la casa” tiene un valor económico menor: 15.1 por ciento. Debido entre otras razones a que existen “trabajadoras domésticas” que abaratan en el mercado esta actividad. Claro, no todas las mujeres tienen condiciones económicas para contratar una empleada del hogar.
“Compras y administración del hogar” es una de las actividades que tienen mayor participación masculina, porque corresponden al patrón cultural masculino del hombre “jefe de familia y proveedor”. Su valor económico es de 12.5 puntos porcentuales. Igual implica dedicarle tiempo.
Por último “limpieza y cuidado de la ropa y calzado” es la de menor valor económico (8.1 por ciento), pero imprescindible. Aquí la participación femenina es de más del 80 por ciento, similar a la que tienen en el renglón de alimentación.
Todas estas actividades y su desempeño implican tiempo y esfuerzos, que afectan de manera desigual a las mujeres.
De acuerdo con las cifras del Inegi, en el Quintil I –nivel de ingreso más bajo– el valor neto de este trabajo es de 44.8, en cambio para las mujeres del Quintil V es de 39.4 miles de pesos.
Una diferencia de 5.4 miles de pesos, la aportación de las mujeres más pobres es mayor porque cuentan con menos apoyos para la realización de estos trabajos. Apoyos sociales y familiares.
Similares diferencias se aprecian entre las mujeres rurales y urbanas, las de habla indígena y las que no; por nivel de instrucción (a mayor nivel, menos trabajo doméstico no remunerado); las que tienen hijos menores de seis años y entre las mujeres solteras versus las casadas.
Para 2013 y conforme a los datos del Inegi, el valor de este trabajo alcanzó 3.3 billones de pesos y representó 20.5 puntos porcentuales del PIB.
(VER GRÁFICA AQUÍ)
La aportación femenina es de 15.5, frente a 5.0 puntos de la masculina. En el periodo 2008 a 2013 se aprecia una ligera disminución de esta participación; en 2008 era de 15.7. En contraparte la aportación masculina creció al pasar de 4.4 a 5.0 puntos.
En términos globales y para el periodo referido, la participación en el PIB del trabajo doméstico no remunerado ha evolucionado muy poco, de 20.1 a 20.5 puntos.
Esta aportación supera a la que realizan otras actividades económicas importantes como la industria manufacturera, el comercio y la construcción.
Como quien dice está fuera de discusión su importancia económica, lo malo es que descanse en las espaldas de las mujeres y de las niñas. Ya hay un debate entre las feministas si lo propio o la solución estriba en que este trabajo sea remunerado.
La otra corriente feminista –más en la visión de las políticas públicas– insiste en encontrar soluciones vía el Estado y sus políticas, y en el cambio cultural, donde las actividades como estas ya no formen parte del estereotipo o arquetipo femenino.
¡Feliz año nuevo!
Twitter: @ramonaponce
*Economista especializada en temas de género.
Especial
Por: Carmen R. Ponce Meléndez*
Cimacnoticias | México, DF.-
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