Carlos Bonfil
Escenas
de una cacería ordinaria. Entre 2008 y 2010 se reportaron en Tanzania
alrededor de 200 crímenes ligados a prácticas de brujería. A partir de
una superstición local, según la cual los órganos vitales de los
albinos poseen poderes mágicos como amuletos para la sanación o la
buena suerte, proliferó una mafia de traficantes de órganos que se dio
a la tarea de perseguir y masacrar a esa minoría social en África con
estrictas finalidades de lucro. Añadido este empeño al prejuicio
dominante de ver en el albino africano (piel blanca, rasgos de raza
negra) una excentricidad de la naturaleza, extraño ser potencialmente
peligroso y al mismo tiempo fascinante, el destino de esta comunidad es
ser continuamente excluida y discriminada.
Sombra blanca, coproducción de Tanzania, Italia y Alemania,
dirigida por Noah Deshe, cineasta israelí radicado en Berlín, centra su
relato de persecuciones de odio en la figura del adolescente albino
Alias (Hamisi Bazili), quien luego de presenciar el asesinato de su
padre, se ve forzado por su madre a abandonar el terruño natal para
evitar nuevas amenazas e ir a una ciudad cercana para buscar refugio en
casa de su tío Kosmos.
Buena parte de la cinta describe el difícil proceso de adaptación de
Alias a un ámbito urbano igualmente hostil e inseguro, sus peripecias
como vendedor ambulante, su involucramiento sentimental con Antoinette
(Glory Mbaywayu), joven simpática y despierta, y la repetición de
hostigamientos nuevos en la calle que lo obligan a buscar una
protección más cerrada entre los suyos, un grupo de jóvenes albinos
guarecidos en un refugio miserable.
El
cerco discriminatorio al joven Alias se vuelve inexorable, un
acorralamiento que el cineasta y su cinefotógrafo, Armin Dierolf,
transmiten en imágenes saturadas y alucinantes, como registro creciente
de una pesadilla urbana. Lo que por momentos semejaba un registro casi
documental y naturalista del entorno social de Alias (exploración de
creencias religiosas, contraste de ámbitos rural y urbano, estrategias
de supervivencia económica) paulatinamente adquiere el tono de una
fábula macabra, con tintes de cine de horror (masacres,
descuartizamientos, evisceraciones), sobre la discriminación social y
las embestidas de odio que padecen los albinos por el simple hecho de
ser diferentes. El actor Ryan Gosling, citado como productor ejecutivo
en los créditos, se ha comprometido con el combate a estos atrasos
culturales en África. Su renombre contribuye a dar mayor visibilidad y
resonancia internacional a un atropello brutal por largo tiempo
silenciado.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. Funciones a las 15:30 y 20:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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