El Salón Rojo Por
Zonas Húmedas: gusto por los fluidos
Feuchtgebiete (Dir. David Wnendt)
Pocos personajes tan asquerosamente adorables como Helen Memel (la
extraordinaria y además guapísima Carla Juri). Lo primero que nos
confiesa a cuadro esta adolescente de 19 años es que toda su vida ha
padecido hemorroides, y lo hace mientras la cámara de Jakub Bejnarowicz
nos pone en primera fila de la zona afectada: un close up al trasero de Helen quien clava su dedo rascando afanosamente.
Helen desafía toda corrección política respecto al cuerpo, el
placer, el sexo y sus fluidos. Lo mismo se rasca el trasero con
hemorroides que se mete el dedo en plena menstruación o limpia la
asquerosa tapa de un baño público con su pubis (un experimento para
llevarle la contraria a su extremadamente higiénica madre). La chica,
por supuesto, disfruta ampliamente del sexo oral (dado y recibido, anal
o vaginal, felación o cunilingus), se masturba con verduras mismas que
clasifica según su efectividad para el orgasmo y tiene un particular
gusto por el semen, el cual degusta cual si fuera golosina.
Si es que acaso hay alguien que siga leyendo esto, supongo es buen
momento para hacer una pausa y pedir una disculpa a los lectores que
sigan estas líneas mientras desayunan o comen. Para ustedes, valga la
siguiente advertencia: lo anterior son apenas los 10 primeros minutos
de la película, y se pondrá peor; así que, si estas cosas de los
fluidos, el sexo, las zonas húmedas y los baños públicos no muy limpios
(grandioso homenaje a Trainspoting mezclado con los créditos iniciales de Fight Club) le provocan asco o malestar, será mejor que evite a toda costa esta cinta.
Zonas Húmedas es una provocación de principio a fin, una
prueba de resistencia para su público que, justo cuando cree que lo ha
visto todo, la película se encargará de subir aún más el reto con
escenas que desafían a ese animal amorfo llamado “buen gusto”.
Pero lo interesante de esta cinta va más allá de la simple osadía.
Estamos ante la historia de una adolescente sin pudor que se narra con
la agilidad visual y la ternura de un Amélie (Jeunet, 2001), la estructura en flashbacks de un Nymphomaniac
(Lars von Trier, 2013) y el “mal gusto” propio de la obra de John
Waters; todo ello con el propósito de transgredir, pero también de
criticar los tabús de una sociedad de consumo que, una y otra vez, le
dice a la mujer que sus fluidos (particularmente los vaginales) deben
ocultarse, perfumarse y tirarse al baño de la manera más “limpia”
posible.
La rebelión corporal de Helen tiene sus raíces en el fallido
matrimonio de sus padres; él, un tipo maduro que sale con jovencitas;
ella, una mujer obsesionada con la limpieza, deprimida y en eterna
búsqueda de la verdadera religión. Así, cuando Helen se provoca por
accidente una fisura anal que la lleva al hospital, piensa que esto
será un buen pretexto para unir a sus padres, aunque en realidad sólo
funciona como una excusa para revisar su historia, sus filias, su niñez
traumática y para enamorarse de Robin (Christoph Letkowski) el guapo
enfermero que hace las veces de confidente, cual Seligman (Stellan
Skarsgård) en Nymphomaniac.
Si toda esta feria de filias sexuales funciona es en gran medida al
talento de Carla Juri, quien asume con toda naturalidad las obsesiones
de su personaje sin convertirse en un cliché de ella misma: he aquí una
chica de gustos rudos pero que no exuda masculinidad ni mucho menos, al
contrario, es una dulce y femenina adolescente que se enamora
perdidamente de su enfermero mientras le narra historias de pizza y bukkake. Mayor romanticismo es imposible.
Feuchtgebiete (Dir. David Wnendt)
3 de 5 estrellas.
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