Silvia Ribeiro*
Periódico La Jornada
Los datos en los que se
basa la declaración de emergencia internacional por el virus zika son
sorprendentes. No por los riesgos que la expansión que este virus
implicaría, sino por la falta de evidencias para motivar tan
grandilocuente declaración por parte de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) ante una enfermedad leve, con muy escasos indicios de
conexión con dolencias más serias y sin pruebas científicas de ello.
Para suplir estas ausencias, agrega que como el vector de la enfermedad
–el mosquito Aedes aegypti– es también vector de dengue y chikungunya, se está atacando las tres.
Este contexto alarmista, enfocado en aspectos singulares –el
ataqueal vector, aislado de sus causas– favorece enfoques estrechos, erróneos e incluso peligrosos. Por ejemplo, la empresa Oxitec, que ha hecho controvertidos experimentos con mosquitos transgénicos, los promueve ahora como
solución(en realidad como negocio) ante la expansión de zika, obviamente sin mencionar los riesgos que conlleva y que los mosquitos transgénicos podrían incluso empeorar la situación.
Oxitec ya realizó experimentos de liberación de mosquitos
transgénicos en Islas Caymán, Malasia, Panamá y Brasil. Intentó hacerlo
en Europa, que no lo permitió por razones de bioseguridad y estudios de
impacto deficientes. Encontró regulaciones
flexiblesen Brasil, donde ha hecho experimentos en el noreste, aunque no pudo conseguir la autorización de Anvisa, autoridad sanitaria de ese país. Su técnica es producir Aedes aegypti transgénicos manipulados con un gen letal condicional, que no se expresa si se aplica el antibiótico tetraciclina, lo cual hacen durante la cría. Luego los liberan para cruzarse con mosquitos silvestres, que si no encuentran el antibiótico, producirían descendencia estéril.
Oxitec reporta una reducción de 80-90 por ciento de la población de
mosquitos en las zonas de experimento. Pero según documentados informes
de Edward Hammond, Red del Tercer Mundo y de GeneWatch, la realidad es
muy distinta.
En un informe de 2015, GeneWatch explica que la disminución de
mosquitos no está probada, porque los mosquitos silvestres se pueden
haber sencillamente trasladado a zonas aledañas. Los resultados de Islas
Caymán sugieren que la técnica es muy ineficaz, ya que usaron 2.8
millones de mosquitos por semana para combatir una población silvestre
de 20 mil mosquitos y de todas maneras, aunque informaron una baja en la
zona de liberación, hubo un aumento de la población de mosquitos en
zonas vecinas. Pero además, aunque provisoriamente bajara la cantidad de
mosquitos, no existe evidencia, en ninguna parte del mundo, de que los
mosquitos transgénicos hayan reducido la incidencia de dengue ni otras
enfermedades.
Por el contrario, una de las preocupaciones sobre los impactos de los
mosquitos transgénicos, particularmente en zonas endémicas, es que la
disminución temporal, pueda bajar la resistencia cruzada a varios
serotipos del dengue que existe en esas poblaciones, favoreciendo el
avance de formas más agresivas como dengue hemorrágico. Además, el
desplazamiento de Aedes aegypti puede favorecer la expansión de trasmisores rivales, en el caso del dengue, del Aedes albopictus, que es más difícil de erradicar.
GeneWatch nombra también que Oxitec no ha presentado pruebas
de que la proteína que expresan los mosquitos transgénicos, llamada tTA,
no tenga efectos alergénicos o tóxicos en animales o humanos, pese a
que ya se ha observado toxicidad y neurotoxicidad en ratones.
Desde 2015 Oxitec pasó a ser propiedad de Intrexon, empresa de
biología sintética estadunidense, por lo que podría estar considerando
el uso de tecnologías de biología sintética con mosquitos, más
riesgosas, como el uso de conductores genéticos (gene drives)
que podrían modificar toda una población de mosquitos en una o dos
generaciones. Las consecuencias de modificar toda una especie tendría
implicaciones imprevisibles, incluyendo impactos potenciales serios en
el ecosistema y mutaciones en los agentes de las enfermedades. Ya
existen experimentos confinados de modificación de insectos con esta
técnica en universidades de Estados Unidos, lo que motivó una alerta de
científicos sobre los altos riesgos de esta tecnología, incluso su
potencial uso como arma biológica. (The Independent, 2/8/15) Sin embargo, en aguas de la
emergenciapor el zika, aumentan la propaganda y presiones para usar esta tecnología.
Son remiendos técnicos estrechos, concebidos más como negocio que
para enfrentar realmente los problemas. Además de los impactos que
conllevan, desvían la consideración de las causas y atrasan su atención
real.
Según datos oficiales al 2/2/16, se han confirmado 404 casos de
microcefalia en Brasil. Solamente 17 tenían el virus zika. Es apenas 4.2
por ciento de los casos confirmados y sólo muestra que el virus estaba
presente, no que fuera causante de microcefalia, anomalía que tiene un
amplio espectro de causas posibles, como exposición durante el embarazo a
tóxicos, desnutrición y otras infecciones, todos factores de alta
incidencia entre la población pobre del noreste, donde están 98 por
ciento de los casos referidos.
La Asociación Brasileña de Salud Colectiva publicó una excelente nota
técnica y carta abierta al pueblo, notando que el aumento de
microcefalia se puede deber al uso de insecticidas y larvicidas que se
colocan en el agua potable (¡!), cuya concentración aumentó en el
noreste en el periodo en cuestión, debido al racionamiento de agua por
sequías inesperadamente más intensas que lo normal. Exigen una
consideración amplia de las causas de microcefalia, en una estrategia
decidida con la gente, desde sus condiciones, que al contrario de esos
enfoques técnicos de alto riesgo, es la única forma efectiva de
enfrentar las epidemias.
*Investigadora del Grupo ETC
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