3/27/2016

La Normal



Ángeles González Gamio
La Jornada
Fue en diciembre de 1885 cuando el presidente Porfirio Díaz decretó la creación de la Escuela Normal de Profesores de Instrucción Primaria. Comenzó a funcionar dos años más tarde, bajo la dirección del profesor Lauro Aguirre, quien inició las gestiones para convertirla a partir de 1925 en la Escuela Nacional de Maestros.
En la flamante institución se formaban maestros rurales, de primarias urbanas, misioneros, educadoras y profesores para diversas actividades técnicas. También atendía los niveles de prescolar, primaria y secundaria.
El crecimiento acelerado de la Normal requirió la construcción de instalaciones más grandes y diseñadas para ese uso específico. Así, en 1945 se adquirió un enorme predio en la calzada México-Tacuba y se contrató al arquitecto Mario Pani. El brillante arquitecto se había formado en París; regresó a México con las ideas de la arquitectura moderna que habían surgido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo tuvo cercanía con el notable arquitecto racionalista Le Corbusier, quien fue una de sus mayores influencias. Al regresar Pani a México se interesó en las manifestaciones artísticas que habían surgido de la Revolución.
Decidió integrar en la arquitectura expresiones de arte, formando parte de un movimiento llamado Integración Plástica. Participaron artistas de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman, Luis Ortiz Monasterio y Carlos Mérida, entre otros.
En el vasto y bello conjunto de construcciones que diseñó para la Normal, invitó a participar a José Clemente Orozco y Luis Ortiz Monasterio. Les pidió que plasmaran su visión sobre la historia de México. Los escenarios son extraordinarios.
Pani diseñó un amplio foro al aire libre, en forma de abanico, rodeado por unas construcciones con pasillos y columnas que alojan salones de clase. Como telón de fondo, Orozco pintó en el escenario un mural de proporciones monumentales: ¡380 metros cuadrados!, titulado Alegoría nacional. Representa las distintas etapas de nuestra historia: la prehispánica con la figura de Coatlicue, una serpiente y un águila; el virreinato con una portada estilo barroco labrada en piedra, que perteneció a la antigua Normal de Santo Tomás, y la visión moderna. La obra es impactante por las formas, colores, materiales, símbolos y metáforas que hablan del Méxi­co al que aspiraba.
La fachada principal tenía una torre de 10 pisos y a los lados unas construcciones bajas, decoradas con altorrelieves del escultor Luis Ortiz Monasterio. Representan escenas que van de la prehistoria a los años 40 del siglo XX, en un estilo muy de esos años que muestra personajes, paisajes e instituciones representativas de la historia nacional con una visión nacionalista.
La torre tuvo que ser demolida, porque estuvo a punto de desplomarse por los temblores de 1985. Afortunadamente los altorrelieves se conservaron, no así un espejo de agua que se convirtió en la Plaza Cívica. El resto de las instalaciones están salpicadas entre zonas jardinadas, todas, buenas muestras de arquitectura de la época.
Las instalaciones contemplaban los sistemas educativos más modernos y se incluían seis escuelas de todos los niveles dentro del campus, para que ahí mismo pudieran hacer sus prácticas los futuros maestros. Varias de estas edificaciones han desaparecido o se han transformado.
Sin embargo la Normal continúa siendo una obra soberbia, que habla de un tiempo en que se dio gran importancia a la formación de maestros. Ahora se habla de retomar esos principios; ojalá sea en serio y a los maestros se les vuelvan a proporcionar espacios dignos para su adecuada formación.
Antes de visitar la Normal aprovechamos para almorzar en Chano y Chon, que se encuentra en la calzada de Tacuba número 275. No resistimos la cecina de Yecapixtla con frijoles charros. Mientras la preparaban entretuvimos el hambre con las quesadillas al comal. Un dilema escoger entre las de flor, hongos, rajas con epazote o sesos.

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