Detrás del tradicional bordado se asoma la explotación laboral
Llegamos a este municipio, ubicado en el centro del estado de Chiapas, cuando el sol comenzaba a regocijarse entre las montañas. Un pequeño viento le daba la bienvenida a la noche, al canto de los grillos. Mientras alguien se columpiaba en una hamaca que colgaba de árboles frondosos, el café hervía en una olla bajo el fuego recio de lumbre de leña.
Curiosamente, aunque las hamacas son hechas por manos femeninas, ellas no descansan sus cuerpos en estas coloridas camas colgantes, sino que son ellos, los hombres o los niños de la casa. La gran demanda que hay para su venta no se los permite, según explican, pero ha de ser también por sus mil oficios que desempeñan a la vez, y que les impiden hacer la siesta dentro de estas relajantes creaciones.
En las calles 4ª Sur y 6ª Poniente del barrio El Mirador de este municipio se encuentra la casa de la artesana Santana Sarmiento Marroquín, quien se ha dedicado por 61 años a elaborar hamacas y que ha pasado este aprendizaje a sus hijas y nietas.
Dice, con una alegre gesticulación en su cara morena, que a los siete años su papá le enseñó a hacerlas: “La primera vez que lo hice, no quedó parejita, pero luego aprendí”. Comenta Santana que el proceso de elaboración dura alrededor de un día o seis horas, ya que dependerá del tamaño de la hamaca.
“Me gusta el color azul y amarillo. Mira, esta es una hamaca que apenas estoy haciendo”, señala hacia el bastidor donde sólo 50 centímetros han sido cubiertos de hilos color negro y morado. Al lado izquierdo del bastidor se encuentra el llamado enrolla –hilo, un prisma cuadricular fabricado con madera donde colocan el hilo y al girarlo lo enrollan en la aguja que servirá para bordar la hamaca–.
Doña Santana explica que hay hamacas que miden alrededor de 180 centímetros de largo, por lo que utiliza hasta cuatro rollos de hilo. Aunque añade que las más sencillas, las de “tejido de amarre”, son más baratas y las venden a 100 pesos.
RELAJANTE PERO CANSADO
Detrás de esta actividad tan tradicional, que ha dado identidad a todo un pueblo, está la mano de obra de las mujeres que dedican gran parte de su día a la realización de estos bellos y emblemáticos objetos de descanso.
Son las mujeres las que mayormente lo realizan porque ellas, además de su trabajo doméstico, de limpieza, cuidado y crianza de niñas y niños, se echan a cuestas la elaboración de las hamacas, algo así como “trabajo extra en casa”.
Agrega que pese a la modernidad que ha dado paso a la cama como principal objeto de descanso, la gente aún sigue comprando esta otra modalidad de cama. Refiere que antes las tejían con ixtle, pero ahora las hacen con hilos y hacen diferentes tipos de bordados.
La artesana apunta que no se ve haciendo otro oficio, aunque comparte su tiempo entre su vida laboral con el quehacer de su casa. “Trabajo de lunes a domingo. Mis actividades inician a las 7:00 de la mañana. Después de almorzar descanso un rato, posteriormente sigo trabajando. Cuando son domingos de fiesta no laboro”.
Ella lo ha llegado a ver como parte cotidiana de su vida y hasta le ha encontrado un lado terapéutico: “Esta es una actividad que permite relajarse, pero cansa. Casi no le ganamos mucho al venderlas, el precio que le damos es de 200 o 300 pesos. Aquí nos compran una, aquí vamos corriendo a la tienda a comprar azúcar”.
Uno de los nietos de Santana, quien tiene 14 años, desde que cumplió siete se dedica a la hechura de hamacas. Sueña con ser médico, nos confiesa. Tiene como colores favoritos el azul y el amarillo, este último porque le va al América, equipo mexicano de futbol.
Santana no tiene hamacas, no sabe qué es descansar en ella, ya que cuando termina de hacer una, de inmediato llega alguien a comprarla. Sin embargo, sí sabe qué tipo de cuidados debe tener, pues sabe bien que la vida de una hamaca dependerá del uso y cuidado que le den, por eso aconseja: “Cuando la terminen de usar, deben colgarla”.
La musicalidad de este municipio es percibido por quienes no habitan en este lugar, “está fresco” se dice, y las estrellas se ven más de cerca, aún se pueden contar.
El cabello suelto de Santana le da esa característica de ser una mujer libre, y entre sus manos se construyen el descanso de las personas, mientras ella tararea “Nereidas”, y se acompaña de las plantas que están colocadas a su alrededor.
Berriozábal es conocida como “la tierra de las hamacas”, pero poco se
sabe que quienes las hacen son en su mayoría mujeres. Lo vienen haciendo
desde hace mucho; de manera histórica se sabe que las hamacas llegaron a
Yucatán desde el Caribe, dos siglos antes de la llegada de los
españoles.
Llegamos a este municipio, ubicado en el centro del estado de Chiapas, cuando el sol comenzaba a regocijarse entre las montañas. Un pequeño viento le daba la bienvenida a la noche, al canto de los grillos. Mientras alguien se columpiaba en una hamaca que colgaba de árboles frondosos, el café hervía en una olla bajo el fuego recio de lumbre de leña.
Curiosamente, aunque las hamacas son hechas por manos femeninas, ellas no descansan sus cuerpos en estas coloridas camas colgantes, sino que son ellos, los hombres o los niños de la casa. La gran demanda que hay para su venta no se los permite, según explican, pero ha de ser también por sus mil oficios que desempeñan a la vez, y que les impiden hacer la siesta dentro de estas relajantes creaciones.
En las calles 4ª Sur y 6ª Poniente del barrio El Mirador de este municipio se encuentra la casa de la artesana Santana Sarmiento Marroquín, quien se ha dedicado por 61 años a elaborar hamacas y que ha pasado este aprendizaje a sus hijas y nietas.
Dice, con una alegre gesticulación en su cara morena, que a los siete años su papá le enseñó a hacerlas: “La primera vez que lo hice, no quedó parejita, pero luego aprendí”. Comenta Santana que el proceso de elaboración dura alrededor de un día o seis horas, ya que dependerá del tamaño de la hamaca.
“Me gusta el color azul y amarillo. Mira, esta es una hamaca que apenas estoy haciendo”, señala hacia el bastidor donde sólo 50 centímetros han sido cubiertos de hilos color negro y morado. Al lado izquierdo del bastidor se encuentra el llamado enrolla –hilo, un prisma cuadricular fabricado con madera donde colocan el hilo y al girarlo lo enrollan en la aguja que servirá para bordar la hamaca–.
Doña Santana explica que hay hamacas que miden alrededor de 180 centímetros de largo, por lo que utiliza hasta cuatro rollos de hilo. Aunque añade que las más sencillas, las de “tejido de amarre”, son más baratas y las venden a 100 pesos.
RELAJANTE PERO CANSADO
Detrás de esta actividad tan tradicional, que ha dado identidad a todo un pueblo, está la mano de obra de las mujeres que dedican gran parte de su día a la realización de estos bellos y emblemáticos objetos de descanso.
Son las mujeres las que mayormente lo realizan porque ellas, además de su trabajo doméstico, de limpieza, cuidado y crianza de niñas y niños, se echan a cuestas la elaboración de las hamacas, algo así como “trabajo extra en casa”.
Agrega que pese a la modernidad que ha dado paso a la cama como principal objeto de descanso, la gente aún sigue comprando esta otra modalidad de cama. Refiere que antes las tejían con ixtle, pero ahora las hacen con hilos y hacen diferentes tipos de bordados.
La artesana apunta que no se ve haciendo otro oficio, aunque comparte su tiempo entre su vida laboral con el quehacer de su casa. “Trabajo de lunes a domingo. Mis actividades inician a las 7:00 de la mañana. Después de almorzar descanso un rato, posteriormente sigo trabajando. Cuando son domingos de fiesta no laboro”.
Ella lo ha llegado a ver como parte cotidiana de su vida y hasta le ha encontrado un lado terapéutico: “Esta es una actividad que permite relajarse, pero cansa. Casi no le ganamos mucho al venderlas, el precio que le damos es de 200 o 300 pesos. Aquí nos compran una, aquí vamos corriendo a la tienda a comprar azúcar”.
Uno de los nietos de Santana, quien tiene 14 años, desde que cumplió siete se dedica a la hechura de hamacas. Sueña con ser médico, nos confiesa. Tiene como colores favoritos el azul y el amarillo, este último porque le va al América, equipo mexicano de futbol.
Santana no tiene hamacas, no sabe qué es descansar en ella, ya que cuando termina de hacer una, de inmediato llega alguien a comprarla. Sin embargo, sí sabe qué tipo de cuidados debe tener, pues sabe bien que la vida de una hamaca dependerá del uso y cuidado que le den, por eso aconseja: “Cuando la terminen de usar, deben colgarla”.
La musicalidad de este municipio es percibido por quienes no habitan en este lugar, “está fresco” se dice, y las estrellas se ven más de cerca, aún se pueden contar.
El cabello suelto de Santana le da esa característica de ser una mujer libre, y entre sus manos se construyen el descanso de las personas, mientras ella tararea “Nereidas”, y se acompaña de las plantas que están colocadas a su alrededor.
Foto: Karina Álvarez
Por: Karla Gómez
Cimacnoticias/Enheduanna | Berriozábal, Chis.-
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