Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
A
pesar de que cinco de cada 10 mexicanos (53 por ciento), se opone a que
la jerarquía católica, apostólica y romana –que no es lo mismo que remona–
fije posturas sobre la inseguridad y la corrupción; así como seis de
cada 10 ciudadanos expresen desacuerdo para que los mandamases de la más
antigua y vertical institución de la aldea para que opinen sobre temas
económicos, el semanario capitalino Desde la Fe sentencia: “México está
en llamas” por la inseguridad.
No importa aquí
elucidar la certeza o no del juicio de la Arquidiócesis Primada de
México, escrito por el director Hugo Valdemar, quien todos los fines de
semana hace esfuerzos más políticos que periodísticos para llevarse la
nota principal de los diarios capitalinos –llamados nacionales en
tiempos de la aldea global y en la que cualquier hoja parroquial, porque
sale cuando Dios quiere, puede circular allende las fronteras de México
y cualquier otro país y continente, salvo las limitaciones impuestas
por el idioma.
Respaldados en que sólo tres de
cada 10 encuestados por Parametría (ver nota del 12 de octubre), el muy
influyente grupo religioso y sobre todo político de Norberto Rivera –del
que pronto el papa Francisco liberará a los católicos–, encuentra en el
repunte de la inseguridad pública en la Ciudad de México y el país,
ocasión para presionar a Enrique Peña Nieto por su iniciativa de ley
para establecer el matrimonio igualitario y el derecho de adopción de
niños por parejas del mismo sexo.
El también
vocero de Rivera, el afamado Valdemar editorializó que “los delitos más
frecuentes son robo y asalto en vía pública, extorsión y fraude, levantones
y secuestros exprés contra pequeños empresarios; en las zonas
marginadas del valle de México son los feminicidios”. Pero no contempla
lo planteado por Miguel Ángel Mancera a La Jornada: “Con el nuevo
sistema de justicia penal muchas personas (10 mil) salieron de las
cárceles. Antes teníamos 25 ingresos y 10 egresos, y ahora es lo
contrario, salen muchos más de los que ingresan” (17-IX-16).
Por
lo visto importa más el golpe efectista a Peña –ahora que faltan dos
años para que concluya su gobierno, pues antes lo aplaudieron hasta
enrojecer las palmas de las manos–, que el análisis de las causas que
generan el repunte delictivo. Y en el que en todo caso la jerarquía
católica no puede hacerse a un lado, lavarse las manos, ya que el
supuesto 82.9 por ciento de mexicanos católicos después de cinco siglos
en que la religión fue impuesta a sangre y fuego por los conquistadores,
no se refleja en los valores que guían las conductas de muchos
mexicanos abocados a conquistar el “éxito” por encima de cualesquiera
referencias éticas y morales. Eso que Rivera enuncia que “por la
ausencia de sentimientos morales y la pérdida del sentido de Dios, se
han incrementado los males sociales, entre los que están la
discriminación racial, el comercio de las drogas, las ganancias
económicas ilícitas y la irracional destrucción de la naturaleza”.
O
como apunta la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del
Senado, “el país se incendia también porque la Iglesia está
contribuyendo con sus campañas de odio, de discriminación; ahí están los
asesinatos de integrantes de la comunidad lésbico gay”.
Y
qué decir de la criminal y esa sí “antinatural” pederastia que, según
diversos testimonios ministeriales radicados en tribunales de Los
Ángeles, California, el cardenal Rivera protegió a un depredador sexual.
Protección que, todo indica, es harto frecuente en México por
autoridades religiosas y también civiles.
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