Tras una negociación
con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados aprobó los dictámenes de la Ley de
Ingresos de la Federación 2017. El acuerdo incluye la creación de una
bolsa adicional de 51 mil millones 380 millones de pesos, de los cuales
10 mil millones tienen el propósito de garantizar los recursos del ramo
23, que dotará a cada legislador con 20 millones de pesos para
destinarlos a obras de infraestructura en sus respectivos distritos.
Para obtener los recursos de dicha bolsa, los legisladores y la
autoridad hacendaria modificaron sus estimaciones en dos de las
principales variables macroeconómicas: por una parte, el tipo de cambio
sufre una depreciación al pasar de 18.20 a 18.62 pesos por dólar,
mientras la producción petrolera contempla un aumento de 19 mil barriles
diarios, medidas que en conjunto representarían 17 mil 360 millones de
pesos. De manera adicional, se acordó un incremento en la
eficiencia recaudatoriadel Sistema de Administración Tributaria (SAT), que aportaría los 34 mil 10 millones de pesos restantes.
En el acuerdo mediante el cual la instancia encargada de la política
fiscal logró el apoyo de todos los partidos –con excepción del
Movimiento de Regeneración Nacional– al dictamen de la Ley de Ingresos y
a la miscelánea fiscal enviadas por el Ejecutivo, salta a la vista la
maniobra especulativa de consecuencias inciertas. Se han aprobado como
parte del presupuesto programable unos recursos que están en el aire,
pues su existencia depende de la concurrencia de factores que se
encuentran fuera del control de los legisladores y la autoridad
hacendaria, como lo han demostrado la volatilidad del tipo de cambio a
todo lo largo del presente sexenio y la caída de 9.5% en la producción
petrolera prevista por la propia SHCP para 2017. En este sentido, ni
siquiera la eficiencia recaudatoria, en apariencia una atribución de la
dependencia gubernamental referida, puede ofrecerse en garantía, pues
una caída de la actividad económica daría al traste con la más elaborada
estrategia de recaudación.
Por si fuera poco, con la generación de fondos de papel que
implica la apuesta presupuestal, la maniobra pactada por la mayoría de
las fuerzas políticas alimenta un mecanismo de erogaciones cuestionado
–el ramo 23– en la medida en que en el pasado reciente ha dado lugar al
escándalo conocido como moches; algunos legisladores han sido acusados de exigir un diezmo a presidentes municipales a cambio de la asignación de recursos procedentes de esas partidas.
Por añadidura, con la aprobación de la Ley de Ingresos en sus
actuales términos, legisladores y Hacienda están sembrando la semilla de
un desajuste en las finanzas nacionales que si bien arroja en lo
inmediato beneficios palpables para los diputados y sus grupos
políticos, puede traer en consecuencia –en caso de que no se
materialicen las alegres especulaciones que permitieron la aparición de
recursos– nuevas contrataciones de deuda, déficits fiscales y recortes
en sectores claves como educación, salud o ciencia y tecnología. Sobra
decir que tales impactos recaerán, como ocurre siempre, en el conjunto
de la ciudadanía.
En suma, lo que se requiere no es legislación imaginativa para sacar
recursos del aire, sino una reforma que ponga fin a la asignación
discrecional del presupuesto en rubros como a las actuales modalidades
del ramo 23 y a malabarismos irresponsables como el referido.
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