Ernesto Zedillo nombró a cuatro priistas de los siete magistrados que
lo componen, pero uno de ellos (Orozco) se juntó con otros tres y jugó
el papel de díscolo en algunos lances importantes como el del Pemexgate,
cuando se obligó al PRI a pagar mil millones de pesos por haberse
robado de la paraestatal petrolera una cantidad igual. El dato duro en
la coyuntura era que el PRI ya había perdido la Presidencia.
Con o sin mayoría automática priista, el Tribunal ha jugado un papel
de legislador. Cuando no le conviene acatar la letra de la ley, se
inventa otra norma y aplica su criterio. Ese es uno de los más graves
defectos del más alto tribunal electoral del país.
El Senado ha escogido a siete magistrados y magistradas de otras
tantas ternas enviadas por la Suprema Corte, de las cuales sólo dos de
ellas estuvieron integradas sólo por mujeres y cinco exclusivamente por
hombres. La paridad era imposible por el número impar de los integrantes
del tribunal, pero ¿por qué sólo dos mujeres?
La Corte, como siempre, no se esfuerza en dar explicaciones, pero la
cuasi paridad entre hombres y mujeres que estaba al alcance fue
descartada en sucesivas votaciones arregladas de antemano mediante
criterios preestablecidos. Así se las gastan los togados en los días
corrientes.
De los siete integrantes de la Sala Superior tenemos otra vez cuatro
oficialistas. Esta es la composición ideada originalmente por Zedillo
desde cuando ese tribunal se integró como órgano del Poder Judicial. El
TEPJF se permite inventar normas legislativas que son de inmediato
aplicadas por él mismo. Luego, lo peor, es que el Instituto Nacional
Electoral acata los mismos dictados judiciales aunque no conformen
jurisprudencia, como si fueran parte integrante de la legislación del
Congreso de la Unión.
Ese Tribunal puede anular cualquier elección actuando como instancia
única y de alzada, es decir, sin revisar ningún fallo anterior y
resolviendo lo que nadie le pidió. Así ha funcionado dicho órgano del
Poder Judicial, con escándalos concretos, pero sin que en el Congreso
imponga un criterio de moderación al poder asignado a siete personas.
¿Por qué el PAN y el PRD han admitido el exceso de facultades del
Tribunal y su nefasta composición? Esa es una buena pregunta pero no
tenemos a la mano forma de responderla satisfactoriamente. Por su parte,
al PRI le importa muy poco que digan que unos magistrados, como unos
consejeros ciudadanos, son oficialistas disciplinados. El cinismo de la
clase política tradicional mexicana carece de límites.
Una vez, el PRD tuvo que hacer una proposición completa para integrar
el IFE porque se le había marginado de las negociaciones debido a su
exigencia de que cada uno de los tres partidos pudiera objetar las
propuestas de los demás.
El PAN había dado su consentimiento (Germán Martínez y Molinar) para
resistir la decisión de Madrazo y Gordillo de imponer un IFE nefasto
encabezado por Ugalde, pero negociaron en lo más oscuro de San Lázaro a
cambio de un consejero más para el PAN.
Como coordinador de la bancada del PRD (2003-2006) me sostuve hasta
el final en la exigencia, aunque poco después fui criticado por
integrantes de la dirección del partido por romper con la tradición de
tomar lo menos y ceder lo más.
Pero, ¿para qué queríamos dos consejeros electorales en el IFE si el
PRI estaba tomando la mayoría? Ese partido ni siquiera tenía al
Ejecutivo federal, pero el PAN buscaba acuerdos contra una izquierda en
ascenso los cuales terminaron favoreciendo al candidato Calderón. En
verdad, ningún partido debería tener a un solo consejero de su lado.
Cuando fui senador (2006-2012) se llegaron a “innovaciones”, por
ejemplo, para meter al Tribunal a Penagos que ya había sido rechazado en
su terna original pero devuelto por la Corte en otro trío con el fin de
lograr su inclusión. Beltrones arregló esa maniobra con la aquiescencia
del PAN, el PRD y la petición de Convergencia. Penagos era el cuarto
elemento de entre siete magistrados.
La idea priista siempre fue que si no se tenía una mayoría automática
en el órgano administrativo se podía arreglar cualquier cosa en sede
jurisdiccional. Esa sapiencia es elemental pero el problema sigue siendo
¿por qué las oposiciones la han admitido?
Hoy tendremos cuatro magistrados oficialistas (Mata, Soto, Fuentes y
Vargas), dos panistas (Otálora y Rodríguez) y uno propuesto por el PRD
(Infante). Eso es “agandalle” disfrazado de “pluralidad”. Pero no es
pluralidad lo que se requiere sino imparcialidad, que es cosa diferente.
El nuevo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación traerá
problemas al país porque su método de integración es el peor posible y
porque predomina el gobierno, cuyos intereses normalmente se decantan a
favor de la parcialidad del aparato electoral, la coacción del voto y la
simulación.
Lo precario de nuestra democracia se expresa también en la
inconsistencia de las instituciones. En particular, los tribunales
siguen siendo de consigna en los asuntos más relevantes y políticamente
decisivos para el poder establecido.
La sede del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Foto: Benjamin Flores
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