4/02/2017

Los precios de las gasolinas: la última

José Antonio Rojas Nieto
R
ecordemos el artículo 42 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH). El Ejecutivo federal enviará al Congreso de la Unión –por conducto de la Secretaría de Hacienda y a más tardar el primero de abril– un documento que, entre otras cosas, presente escenarios con el comportamiento estimado de las principales variables macroeconómicas para el año en curso y 2018. ¿Cuáles? Crecimiento de la economía (PIB), inflación (INPC), tipo de cambio, tasa de interés (nominal y real de Cetes a 28 días), precio de la mezcla mexicana de exportación de petróleo, gas natural de referencia (Henry Hub). Asimismo, plataforma de producción y exportación de crudo. Y otras más: saldo de la cuenta corriente, balance fiscal, PIB, producción industrial, inflación y tasa de interés en Estados Unidos, tasa de interés internacional (Libor).
Así, a partir de estos escenarios se sustentan los proyectos de la Ley de Ingresos (LI) y del Presupuesto de Egresos (PEF). Se exige un juicio riguroso del Congreso. Y es que a partir de este conjunto (coloquialmente llamado Precriterios de Política Económica) se pueden inferir algunos comportamientos interesantes y sus efectos para la sociedad. Por ejemplo, los importantes ingresos por concepto de petróleo y, más específicamente, por derechos de extracción de hidrocarburos, variable fundamental en los ingresos fiscales. Surgen de los excedentes petroleros, hoy compartidos con las empresas extranjeras por las regresivas modificaciones al 27 constitucional. ¿Más ejemplos? Otros ingresos tributarios. Específicamente los tres esenciales: impuesto sobre la renta (ISR), impuesto al valor agregado, impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS). Y de este último –sin duda– el controvertido IEPS de gasolinas y diésel.
Junto con el llamado costo de oportunidad y considerando ajustes de calidad, costos de logística y distribución y –también sin duda– tipo de cambio, los montos de IEPS determinan el precio esperado de gasolinas y diésel. Asimismo los diversos precios medios de la electricidad –comercial, industrial y doméstica de alto consumo– cuyos cargos tarifarios se mueven con la evolución (costo de oportunidad, recordemos) de los precios internacionales de referencia de crudo, petrolíferos, gas natural, carbón. Siempre –no olvidarlo– en vinculación con las participaciones relativas de las energías limpias y fósiles en el proceso de generación de electricidad que hoy –como todos sabemos– transita hacia el llamado mercado eléctrico mayorista.
Por cierto, habrá que observar el comportamiento de este mercado, luego de un año de funcionar. Lo cierto es que economía y fiscalidad mexicanas ya están –desde 1992 al menos– fuertemente influidas por este famoso costo de oportunidad. En el esquema económico actual conduce a que nuestro país sea tomador de precios. En casi todo. Menos en salarios, por cierto. ¿Por qué? Bueno.
Este periplo para concluir hoy esta primera revisión sobre los precios de las gasolinas y el diésel. Según el nuevo esquema impuesto oficialmente, estos precios dependerán de cuatro factores primordiales: 1) comportamiento estructural y estacional del precio de los referentes internacionales de gasolinas (gasolinas de más y menos 92 octanos en la costa norte del Golfo de México) y diésel (destilado de ultra bajo azufre de la misma región); 2) evolución de los costos de logísitica y distribución y de los ajustes de calidad de cada uno; 3) tipo de cambio; 4) finalmente, valores oficiales de la tributación. Derivémoslo de los Precriterios.
Internamente sólo dependerán del monto que fiscalmente considera el gobierno adecuado y apruebe el Congreso. ¿Y lo ambiental no conduce a nada? Así, hoy se aspira a tener IEPS cercano a 300 mil millones de pesos al año (cerca de 10 por ciento de la tributación total). Suma de 260 mil millones de la parte federal, 30 mil de la parte a entidades y 10 mil millones del impuesto a las emisiones de CO2. Esto se logrará con la comercialización estimada de un millón 160 mil barriles diarios de gasolinas y diésel y un IEPS de casi 4.50 pesos por cada litro. Y si sumamos cerca de 2.50 pesos por litro del IVA, ajustamos casi siete pesos por litro para el fisco. Sí, siete pesos por litro al fisco. Más de la tercera parte del precio. Lo demás, en cierto sentido, va todo a productores y comercializadores. Incluidos, desde luego, importadores. Y digo en cierto sentido, porque en la venta del crudo interno a los refinadores por parte de Pemex Exploración y Explotación (cada vez menor por la importación creciente de gasolinas) está el tradicional excedente determinado por el diferencial entre el costo interno de producción del crudo y el costo marcador en el mercado mundial. También éste va al fisco, aunque cada vez en menor medida por la elevación de costos una vez agotado Cantarell y por la participación de privados en este excedente, como resultado de los cambios a la Constitución.
Así de simple. ¿Qué precios de gasolinas y diésel podemos esperar, entonces, para este 2017 y 2018, dados los supuestos oficiales de precio del crudo y de tipo de cambio e inflación? Entre siete y ocho pesos por litro de IEPS e IVA. Entre cinco y seis pesos por concepto de crudo a refinar. Y entre siete y ocho pesos por logística. Total, entre 19 y 22 pesos para el conglomerado de gasolinas y diésel en 2017 y 2018. ¡Ya no más los precios administrados! ¡Ni IEPS variable! No existirá ya el vínculo de referentes internacionales y IEPS, en función del precio administrado. Así, por ejemplo, en el verano de 2008 y entre 2011 y 2013 con precios superiores a los administrados, se tuvo IEPS negativo. Y en algunos meses entre inicios de 2014 y principios de 2016 con precios de referencia muy inferiores a los administrados, el monto del IEPS fue muy importante. Ya se acabó esta variabilidad. En adelante la fiscalidad derivada de la enajenación y el consumo de gasolinas y diésel (casi la mitad del consumo final de energía en este país que desgraciadamente mueve mayoritariamente sobre ruedas y en carreteras a personas y mercancía) será relativamente fija en el balance de ingresos. ¿Por qué? ¿Hay alternativas? El asunto no es fácil. De veras.

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