Orondo, el aún inquilino de
Los Pinos celebra que en su administración se generaron y/o
formalizaronalrededor de 4 millones de plazas laborales –hasta octubre
(más del doble de las registradas conjuntamente por Fox y Calderón)–, de
tal suerte que, dice,
cerramos el sexenio con cifras inéditas que reafirman a este gobierno como el del empleo formal.
Bien, pero tal noticia (la buena) se opaca ante una realidad feroz,
porque (la mala) muchos de los empleos por él presumidos pagan salarios
miserables, amén de que alrededor de 36 millones de mexicanos en edad y
condición de laborar han quedado totalmente fuera de la jugada: sin
seguridad social ni prestaciones mínimas de ley, en la desocupación
abierta (2 millones de ellos), sobreviviendo en el árido mundo de la
informalidad y con un ingreso de hambre.
Y la peor:
La población con ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria (pobreza laboral) aumentó de 38.5 a 39.3 por ciento (promedio nacional) entre el segundo y tercer trimestre de 2018, debido a una disminución en el ingreso laboral, un aumento del costo de la canasta alimentaria y los precios.
El ingreso laboral real por habitante tuvo una disminución trimestral
de 1.1 por ciento entre el segundo y tercer trimestres de 2018, al
pasar de mil 758.72 a mil 738.78 pesos. El ingreso laboral per cápita
real en el tercer trimestre de 2018 es mayor que el observado en el
segundo periodo de 2016, pero aún es menor que el presentado en el mismo
periodo de 2008 (la información es del Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social, Coneval).
Lo anterior, en lenguaje llano, quiere decir que el ingreso laboral
real de cuatro de cada 10 mexicanos con empleo u ocupación simple y
sencillamente no alcanza ni para lo elemental: comer. Y la situación
empeora cuando el Coneval documenta que tal ingreso resulta menor al
registrado en el primer trimestre de 2005 –es decir, 13 años atrás–,
cuando fue de mil 782.56 pesos.
De acuerdo con el informe Í ndice de tendencia laboral de la pobreza al tercer trimestre de 2018, elaborado por la citada institución,
como consecuencia de esta disminución en el poder adquisitivo del ingreso laboral y de un mayor crecimiento en los precios tanto en zonas rurales como urbanas, la población con un ingreso laboral inferior a la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (canasta alimentaria) aumentó de 38.5 a 39.3 por ciento entre el segundo y tercer trimestre del presente año.
En dicho periodo, el costo de la canasta alimentaria mostró mayor
crecimiento al de los últimos trimestres (2.1 por ciento en zonas
rurales y 2.2 por ciento en urbanas), lo que representa el mayor aumento
observado desde el tercer trimestre de 2017.
El Coneval documenta que en 26 de las 32 entidades de la República
aumentó el porcentaje de población que no puede adquirir la canasta
alimentaria con su ingreso laboral. Destacan los estados de Guerrero,
Nayarit y Baja California Sur, con incrementos de 5.3, 4.5 y 3.4 puntos
porcentuales, respectivamente, entre el segundo y el tercer trimestres
de 2018. En contraste, en el mismo periodo, los tres estados con mayores
reducciones fueron Veracruz (1.9), Chiapas (1.4) y Zacatecas (1.1).
Aun así, en Chiapas a 68 por ciento de la población con ingreso
laboral no le alcanza ni para comer; en Veracruz a 50 por ciento y en
Zacatecas a 48 por ciento. Otros tres estados que se llevan la palma
son: Oaxaca (64 por ciento), Guerrero (65) y Morelos (55). Para Ciudad
de México la proporción es de 31 por ciento.
Entonces, qué bueno que EPN se vaya contento, pero el regadero de hambre afecta a toda la República.
Las rebanadas del pastel:
El affaire Yeidckol Polevnsky-Jesús Ramírez
sobre la asistencia o no del salvaje del norte a la toma de protesta de
López Obrador, sólo confirma que uno de los puntos más frágiles del
nuevo gobierno es el de la comunicación, y si Andrés Manuel no se pone
las pilas todavía puede empeorar.
Twitter: @cafevega
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