Bernardo Barranco
El arzobispo de Monterrey,
Rogelio Cabrera López, encabezará la Conferencia del Episcopado Mexicano
(CEM). La 106 asamblea plenaria, lo eligió para el trienio 2018-21. El
significado de su nombramiento como nuevo presidente de la CEM es doble:
religioso y político. Es un hombre identificado con el papa Francisco
y, por su acento social, tenderá puentes de entendimiento y colaboración
con el próximo gobierno de Andrés López Obrador.
Los obispos han sido pragmáticos para elegir a sus dirigencias. Han
privilegiado con sus nombramientos los vínculos con el Estado. Con el
gobierno de Felipe Calderón los obispos se inclinaron por Carlos Aguiar
Retes (2006-2012) quien había enviado señales de simpatía con la
democracia cristiana. Bajo Enrique Peña Nieto, eligieron a José
Francisco Robles Ortega (2012-18), ligado a Toluca desde 1991 como
obispo auxiliar, y de 2003 a 2009 obispo titular. Por tanto, vinculado a
los usos, costumbres y privilegios que otorga el generoso Grupo
Atlacomulco, al cual pertenece el presidente saliente. La gestión de
Robles como presidente del episcopado fue más que discreta, gris, casi
ausente, pues sus energías se concentraron en batirse ante el difícil
clero tapatío y en especial enfrentar al recio cardenal Juan Sandoval
Íñiguez, quien pretendió seguir gobernando la diócesis de Guadalajara
con parte de su clero fiel.
Es evidente que el episcopado coloca ahora como titular a un actor
acorde a los actuales tiempos sociales de cambio que se avecinan.
Recientemente, el propio AMLO se reunió con Cabrera y otros obispos
precisamente en Monterrey. Don Rogelio goza de las simpatías de la curia
romana bergoliana por su desempeño y actitud pastoral. Recordemos que
el nombre de Cabrera sonó como candidato para suplir al cardenal
Norberto Rivera en la arquidiócesis primada de México.
Cabrera López tiene una larga carrera episcopal. Desde 1996 fue
obispo de Tacámbaro, después obispo de Tapachula y posteriormente de
Tuxtla. De 2001 a 2012 se impregnó de la realidad chiapaneca, recibió
ecos de Samuel Ruiz a través de Felipe Arizmendi. Las realidades
chiapanecas le abrieron horizontes más sociales y culturales. En
Monterrey sin enfrentar a su antecesor, precisamente Robles Ortega, se
desmarcó de él. Tiene una actitud más pastoral de cercanía con la
feligresía y su clero, aun aquel más radical en la cuestión social.
Mientras Robles se acercó a los Legionarios de Cristo, Ramón Cabrera
abrazó causas sociales, como pobreza, medio ambiente, migrantes presos,
enfermos. Mientras Robles se incomodaba con las instituciones sociales,
como el secretariado social y le irritaban los curas críticos, Cabrera
los sostiene y alienta. Robles se sentía cómodo con las élites y era
distante de su clero. De éstos se ganó el mote del principito malfajado.
En cambio, Rogelio Cabrera, de trato afable y sencillo con la gente
humilde, goza de muy buena aceptación entre la feligresía y el clero
regiomontano.
Como presidente de la CEM tiene enormes retos que afrontar. El
principal es la pronunciada caída de fieles en el país y el incremento
cuantitativo de evangélicos. Como en Brasil y en distintos países de
América Central, los pentecostales se han politizado y se posicionan
como fuerza potencial con presencia electoral. Han ganado reconocimiento
y deferencia de partidos. Si bien Cabrera defiende las posturas de la
Iglesia sobre aborto, matrimonios igualitarios, homosexuales y mujeres,
tampoco son sus principales banderas. El acento del nuevo presidente de
la CEM son los derechos humanos y las libertades religiosas. Cabrera
podrá empatar con la agenda de AMLO de acercar los valores morales y
ético-cristianos a la práctica política, en especial el combate cultural
contra la corrupción y gestión abusiva de la clase política. Cabrera se
ha pronunciado por las bondades del Estado laico que ha permitido la
convivencia pacífica entre los católicos y diversos miembros de iglesias
cristianas.
Cabrera deberá valorar algunos bueno episodios que tuvo la tibia
gestión de Robles al cuestionar con dureza mediante precisas preguntas
el sentido elitista de las reformas estructurales de Peña Nieto y sobre
todo la violencia. En esa línea, Rogelio Cabrera deberá tener valentía
en la denuncia a la violación de los derechos humanos y en especial
evidenciar el asedio, extorsión y represión física contra miembros del
propio clero. Más de 25 sacerdotes asesinados en este sexenio y cerca de
50 desde Felipe Calderón. La Iglesia que deberá impulsar Cabrera es la
de Francisco, una Iglesia de salida. Una Iglesia solidaria con los
descartados y desamparados. No buscar los privilegios ni los acomodos
del poder sino fortalecerse en los tejidos sociales debilitados por la
exclusión. La Iglesia de las reformas del Papa podrá encontrar
convergencias con la cuarta transformación de AMLO. Cabrera asume la
presidencia de la CEM bajo circunstancias de retos y oportunidades.
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