Entrevista a Verónica Gago, integrante del colectivo Ni Una Menos
Canal Abierto
Verónica Gago,
doctora en Ciencias Sociales e integrante del colectivo Ni Una Menos,
analiza el 2018 y lo que dejó: el avance de la lucha de las mujeres, la
organización y reorganización del movimiento feminista, el debate por el
aborto legal y la calle como lugar de encuentro. ¿Cómo sigue 2019?
Sin
dudas 2018 estuvo atravesado por la lucha de mujeres: el paro
internacional del 8 de marzo, los debates y la lucha por el aborto
legal, seguro y gratuito, el 33 Encuentro Plurinacional de Mujeres y las
diversas marchas en contra de la justicia patriarcal. Organización y
reorganización de un movimiento que no deja de crecer.
Verónica
Gago es doctora en Ciencias Sociales, investigadora e integrante del
colectivo Ni Una Menos (NUM). En diciembre, editaron de manera
autogestiva los manifiestos y documentos producidos durante todo 2018 y
publicados en redes y medios de la Argentina.
En esta entrevista,
analiza los aspectos positivos de la lucha feminista durante el año que
pasó, el aborto como bisagra de la ocupación de los espacios públicos y
las asambleas, como método para la discusión política y el armado.
—¿Qué análisis podes hacer sobre el año que pasó en relación al movimiento de mujeres?
—Mirando en retrospectiva sentimos el vértigo de todo lo que pasó en un solo año.
Iniciamos con las asambleas multitudinarias para el paro nacional. Que
se triplicaron en relación a 2017. El paro y la movilización del 8 de
marzo fueron enormes y vimos su fuerza tanto por lo que sentimos estando
en la calle como el tipo de reacción que tuvo el Gobierno ante esa
masividad y radicalidad que yo insisto son dos características que
vienen unidas en este movimiento y que le da una singularidad particular
a los feminismos que estamos construyendo. Creo que el tipo de
enhebrado, de trama, que se construyó en todo lo que fue la marea verde,
en muy pocos meses, es otro de los puntos que hay que remarcar como
ganancia.
—¿Consideras que el debate por el aborto significó un punto de inflexión?
—El
nivel de porosidad, de apertura, de profundización y de radicalidad que
asumió la discusión sobre el aborto fue la capacidad de convertir la
escena parlamentaria en un debate público por el que pasaron más de
ochocientas voces. Los pañuelazos y las distintas discusiones
atravesaron las familias, las casas. Fue un fenómeno federal y que vimos
rápidamente convertirse en un fenómeno internacional. Pudimos ver la
dimensión de la masividad, de la radicalidad y le agregaría la dimensión
internacionalista de las iniciativas feministas. Creo que eso es una
fuerza que hemos logrado acumular que la vemos ponerse en movimiento con
distintos hechos y distintos episodios y es fundamental.
—¿Cómo evalúas esa masividad del 8 de agosto? ¿Qué aportó?
—Creo
que el 8A ha sido un momento de furia y de euforia. La euforia de lo
que logramos movilizar, de lo que sentimos, de la energía desplegada de
la manera en que logramos discutir las condiciones del aborto,
conectarlas con las condiciones de precarización de vida, con la
discusión clasista de quiénes son las que abortan en las condiciones más
riesgosas. Cómo logramos desarmar esa idea y el lugar que se quiso
imponer diciendo que era una demanda de la clase media, fueron batallas
muy importantes. Lo que hizo el senado fue justamente abroquelarse en
términos de poder político y de quienes se auto atribuyen la
prerrogativa de la ley para decir hasta acá llegamos.
—¿Crees que se trató de una derrota que no se aprobara la ley por el aborto legal, seguro y gratuito?
—El
desprecio a esa movilización tan masiva y el cierre de lo que se supone
es una institución democrática fue muy duro y brutal y creo que nos
generó un nivel de decepción y frustración muy grande pero yo no logro
leerlo como una derrota. Sí creo que nos dejó muy agotadas, con
necesidad de pensarnos y de revaluar y sentimos inmediatamente la
contraofensiva que se vino después a nivel de la militarización, de
ataques a compañeras que iban a abortar, a nivel de empobrecimiento y
financiarización de las economías domésticas que está siendo brutal y
las contraofensivas religiosas, en lo que se podría decir una cruzada
realmente contra el poder de las mujeres de decisión sobre su propio
cuerpo y sobre los cuerpos gestantes.
—¿Cómo fueron pensadas desde Ni Una Menos las movilizaciones luego del 8A?
—Un
momento de elaboración muy importante fue en Trelew, en el Encuentro
Plurinacional de Mujeres. Me parece que ha sido un primer lugar donde
pudimos reponernos, repensar, y entender qué era lo que nos habían dicho
en el Senado y también seguir imaginando y conspirando cómo continuar.
Las
asambleas fueron y son un dispositivo fundamental del hacer política
feminista. De todas maneras, es un desafío reinventarlas cada vez. No
reutilizarlas, burocratizarlas, ni convertirlas en una escena vacía. Hay
una apuesta muy fuerte porque entendemos que son los lugares de
colaboración colectiva, en los que pensamos juntas y hacemos un
diagnóstico feminista de lo que nos va sucediendo y del tipo de
horizonte que nos queremos dar.
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