No existen en el viejo régimen mexicano esferas públicas que no hayan
sido afectadas por la corrupción como parte del sistema de
administración del Estado. Las instituciones y programas sociales no son
la excepción.
Son conocidos los métodos para eludir el pago debido de cuotas
obrero-patronales al Seguro Social, lo cual reduce drásticamente los
recursos que esa institución podría recaudar. Muchas empresas en el país
utilizan esos métodos, los cuales encuentran asidero en algunas
disposiciones de ley redactadas para tal efecto y en la tolerancia de la
autoridad.
Es lacerante que se les niegue seguridad social a los obreros
agrícolas sin que el gobierno garantice, como es su deber, el ejercicio
de ese derecho constitucional.
También es inaceptable que se niegue educación superior a jóvenes y
se llegue, a veces, a vender pruebas. Los exámenes de ingreso no tienen
calificación mínima porque no buscan evaluar sino sólo rechazar a
quienes no caben, sin que la creciente demanda imponga al Estado la
creación de nuevos planteles. La educación superior debe ser considerado
un derecho.
Es grotesco y aborrecible que se tenga que pagar algo al “gestor” o
“líder” para mantenerse en programas de asistencia social, como lo que
ha sido Progresa-Prospera que tiene como propósito central financiar
mínimamente la concurrencia a la escuela básica.
Cobrar a adultos mayores por concepto de gastos de “gestión” o de
“administración” para garantizar la pensión alimentaria es uno de los
más canallescos giros de la corrupción pública.
Así también, simular estancias infantiles para madres no asalariadas
es una manifestación de la forma tan “libre” como se han administrado
recursos de programas sociales.
Para combatir la corrupción en estas materias se requiere modificar
los procedimientos de control y, es cierto, una que otra ley. Se trata
de grandes recursos económicos que no llegan a su objetivo proclamado
sino a los bolsillos de una extensa burocracia corrompida. Ahí es donde
es preciso atacar.
Por ejemplo, la pensión alimentaria de adultos mayores se entregará
siempre directamente al beneficiario y nunca a través de organizaciones o
“gestores”. Esta pensión, la cual ha funcionado en la Ciudad de México
desde el periodo gubernamental de Andrés Manuel López Obrador, será de
carácter universal-nacional y es vista como un derecho y no como una
dádiva.
Puede entenderse fácilmente que la cobertura de “guardería” para
trabajadoras no-asalariadas se entregue por lo pronto directamente a
ellas como un derecho que se buscará hacerlo universal, comprendiendo,
incluso, a los hombres.
Sin embargo, quienes han creado afanosamente el sistema de desvío de
fondos y cobro de acceso de beneficiarios, hoy, se desgarran las
vestiduras mediante la defensa, como maniobra discursiva, de quienes en
las estancias infantiles no están dentro del círculo de corrupción,
aunque de lo que se trata es sólo afectar a los integrantes de los
círculos de la corrupción.
No funcionarán las reformas de la política social mexicana si no se
lleva a cabo la mayor transformación anticorrupción de la historia de
México. Si en esto se falla, todo se irá al fracaso.
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