En Acayucan, Veracruz,
Andrés Manuel López Obrador presentó Sembrando Vida, un programa de
comunidades sustentables que, según la información oficial disponible,
busca
rescatar al campo y reactivar la economía local; atendiendo dos problemas centrales: la pobreza rural y la degradación ambiental(https://goo.gl/m4pect). Lo hizo en un estadio de beisbol repleto de beneficiarios de ese programa y de otros de similar asistencia social.
Fueron exactamente 45 minutos de discurso andresino, en una notable
sintonía entre un presidente de la República y su audiencia popular.
López Obrador desgranó cada uno de los componentes de sus programas,
entre expresiones de júbilo de los asistentes, que interrumpían la
alocución del tabasqueño con aplausos y gritos. López Obrador hablaba
con giros coloquiales (entre otros, el
me canso, ganso), con gesticulaciones, silencios, manoteos, preguntas a los asistentes respecto a si quedaba claro lo explicado y un énfasis oratorio casi de predicador religioso.
Tantas cosas buenas fueron anunciadas a los presentes (reparto de
dinero en efectivo, tandas del bienestar, entrega de ganado a la
palabra, empleo en siembra de árboles, establecimiento de precios de
garantía a productos agrícolas, entre otros puntos asistenciales) que la
euforia llevó al expositor a enfatizar el sentido de continuidad de
esos proyectos. Por ello, entre sonsonetes de picardía, habló, sin
mencionarlos expresamente, de los riesgos de que lo que hoy se está
tejiendo pueda ser destejido en el futuro electoral: “Porque no estoy
pensando de que ‘No: va a quedar uno de nosotros y va a seguir el
programa. No, ya saben ustedes cómo son estas cosas. Vale más seis años y
si se puede uno o dos más independiente y se acabó” (en el contexto de
la plática se entendería que al hablar de
uno o dos más independientese refería no a una especie de personalísimo poder transexenal sino a un plazo extendido para que los beneficiarios de ciertos programas se hubieran afianzado económicamente).
En ese contexto, soltó: “Además, yo no voy a relegirme, porque yo soy
partidario del ‘sufragio efectivo, no relección’”. Como sucede con todo
lo que tiene como punto de referencia al ahora Presidente de la
República, tales palabras fueron interpretadas y asumidas de manera
apasionada, más allá del estadio de Acayucan. A algunos les pareció muy
apropiado el apego de López Obrador a la letra antirreleccionista. A
otros, les pareció que el autodescarte es en realidad una forma de ir
preparando lo contrario, como sucedía con el
denme por muertoanterior a su primera postulación presidencial, en 2006. Y a otros les pareció injusto y modificable que el personaje de su predilección electoral no pueda estar nuevamente en las boletas, en busca de dar personalmente continuidad a su proyecto.
La postura del gobierno mexicano respecto de Venezuela ha ido
perdiendo espacio de viabilidad práctica ante el embate descarado y
brutal de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro. El
próximo miércoles, el canciller Marcelo Ebrard estará en Montevideo para
participar en una reunión con representantes de países de la Comunidad
del Caribe, mientras España se alista para reconocer hoy al
autoproclamado Juan Guaidó como presidente de Venezuela y la Unión
Europea avanza en sentido parecido.
De las presiones de Washington y sus visos conspirativos ha dado cuenta el diario español El País,
en una nota firmada por Miguel González: “La administración
estadunidense avisó al gobierno español antes de que el líder de la
Asamblea venezolana, Juan Guaidó, se proclamara presidente interino y ha
presionado luego para que España y la Unión Europea lo reconozcan y
rompan cualquier canal de diálogo con Nicolás Maduro. ‘Tenemos mucha
presión, no les voy a decir de quién, pero se lo pueden imaginar, para
que votemos contra la creación de este grupo (de contacto
internacional)’, admitió el ministro de Exteriores, Josep Borrell, en el
Congreso español. Aludía al grupo de la UE para propiciar el diálogo en
Venezuela” (https://goo.gl/kpGLRi).
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