Antonio Malacara
Lo sabemos. Si antes tenían
que pasar años (o siglos) para que los trazos, los andares o los sonidos
de una cultura llegaran a otras regiones y se fundieran con otros
pueblos, ahora todo es cuestión de un instante (o de dos). Y mira que
estos embates no siempre son para fregar al vecino, no siempre se trata
esparcir entes patógenos entre la incauta suciedad de nuestros tiempos.
Muchas veces, la inmigración de todos tan temida trae consigo cosas
buenas. El jazz, de hecho, ha sido y sigue siendo el resultado de una y
mil migraciones. El jazz nace como un mestizaje musical en más de dos
sentidos, y su andar a través de los años no ha hecho sino ratificar
esta vocación de argamasa, mixtura y coctel. Y mucho de esto, gracias a
los migrantes.
Marcos Milagres, bajista, llegó hace 14 años de Río de Janeiro para
cumplir un contrato de seis meses en un hotel de Los Cabos. Poco después
se trasladó al DF y formó el grupo Naimah
porque me dijeron que en el DF estaba toda la onda en el jazz; al llegar aquí fue cuando me decidí a quedarme en México, porque vi que había mucha posibilidad y un suelo muy fértil para la música instrumental y para el jazz.
Con Naimah graba el disco Quimeras (2013), y ya en plan solista, el maestro acaba de presentar Feira.
“Este disco es un panorama del jazz brasileño –nos dice–, pero también
hay música original mía. El proyecto se basa en el bajo eléctrico como
el instrumento solista principal. Yo uso técnicas muy variadas en el
bajo, técnicas de guitarra, tappings o técnicas de piano. Quise hacer un disco mostrando esas técnicas adaptadas a la música brasileña.”
Egberto Gismonti y Hermeto Pascoal son muy conocidos en México, pero
el jazz brasileño en general no llega mucho a este país. –O tú, ¿cómo
ves? –le preguntamos.
–No, no llega mucho. Entonces Feira es también un poco un
trabajo social, en el sentido de mostrar un poco del jazz que se hace en
Brasil. Nuestro jazz tiene muchos elementos del folclor brasileño
–comenta.
Otro de nuestros inmigrantes ejemplos es Hernán Hecht, baterista
argentino con un sorprendente panóptico para el ser y el sentir de las
percusiones, que vendría a ser el eje central de su vida en este
planeta; pero de igual manera admiramos y agradecemos su singular
capacidad para entender y ejercer la producción, la promoción, la
logística, el diseño y demás etcéteras que refuerzan el buen andar de la
música.
Sólo por mencionar su andar en el jazz a los 43 años de vida,
necesitaríamos de un libro entero (no exagero); así que limitémonos a
compartir lo que nos comentó sobre X-Pression Quartet.mx, su primer disco como líder, y Formas, recién presentado por ASH Trío:
“Sin lugar a dudas, un disco muy especial para mí. Fue la primera
gran experiencia como líder de un proyecto; aquí fue donde aprendí cómo
desenvolverme, cómo enfocar la energía, cómo pensar, cómo ser un buen
líder, entendiendo que a veces eso está muy lejos de ser un buen músico,
sino más bien ser solvente en la estética, en las decisiones, ser
humilde en los errores. Avanzar gracias a este buen disco fue
inevitable.
ASH Trío es el nombre de los tres: Natalio Swen, un extraordinario saxofonista que vive en Ámsterdam; Juan Pablo Arredondo, un tremendo guitarrista de Buenos Aires, y yo. Organicé una gira en México y la música fluyó tan bien, que decidimos sentarnos a grabar. Hay muchos elementos de la música contemporánea; no necesariamente del jazz contemporáneo, sino de composición contemporánea, con muchos elementos de armonías abiertas y compases muy irregulares.
–¿Por qué decides quedarte a radicar en México?
–Hay muchos factores extramusicales: me gusta México, me siento bien,
aquí está mi casa; está mi familia, mi perro, mi estudio; están mis
amigos, los jugos que amo tomar cada mañana; me encanta la comida, me
encanta la cultura… y también me encanta la facilidad que me ofrece para
conectarme con el resto del mundo; siento que es mucho más fácil estar
en el resto del mundo desde México que desde Argentina o Sudamérica, y
para mí es muy importante, porque me estoy moviendo todo el tiempo.
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