La inédita insurgencia
del movimiento obrero en 45 maquiladoras de Matamoros Tamaulipas logró
sortear la censura de los medios hegemónicos tradicionales (incluyendo
la de los de izquierda que intentaron minimizarlo o que privilegiaron la
voz de los “afectados” y las autoridades que declararon la inexistencia
de algunas huelgas), consiguiendo extender su influencia, directa o
tangencialmente, no sólo a otros sectores en la frontera sino, incluso
fuera de ella. Tal y como como pudo verificarse en los bloqueos a las
vías del tren en Michoacán por parte de los maestros de la CNTE o en la
decisión que llevó a los trabajadores, de las universidades Benito
Juárez en Oaxaca y Autónoma Metropolitana en capital del país, a
estallar sus respectivas huelgas.
Mientras el anunciado fin a la
guerra del huachicol acaparaba la atención de “la opinión pública” al
interior del país, la acertada postura del gobierno mexicano frente a la
posible intervención armada en Venezuela instigada por EU, y la visita
de estado del presidente del estado español, lo hacían al exterior.
En tanto las movilizaciones en contra de algunas medidas iniciales de
la Cuarta Transformación como los despidos en dependencias
gubernamentales y de la precarización laboral vía la subcontratación u
outsourcing en sectores como el de la Asamblea de profesores de la UNAM
(que marcharon a rectoría), en la Biblioteca Nacional, en escuelas y
dependencias del INAH han encontrado en las redes sociales el mejor
vehículo para organizarse y manifestar su inconformidad. También ha sido
el caso de la oposición a la aprobación de la Guardia Nacional, el Tren
Maya u otros megaproyectos extractivistas.
De manera destacada
han sido las protestas en contra del incremento de feminicidios, de
secuestros (incluso en instalaciones del metro) y de ataques cotidianos a
mujeres y niñas. El país entero debería ser declarado en alerta por
este tipo de conductas, que aún no han sido tipificadas como delitos
graves en todos los estados de la república.
El panorama para
los movimientos sociales no podría ser más complejo y caótico con todas
las contradicciones de una sociedad que apostó por una transición
pacífica, inicialmente designada como de terciopelo, pero que sigue
resintiendo la continuidad de los poderes fácticos de un sistema
económico y político, que aún permanece intacto. La sociedad mexicana
debe de reflexionar y ser autocrítica con sus nuevos dogmas y prácticas
surgidas a partir de la reciente toma de protesta, lo que no implica
dejar de reconocer los aciertos del nuevo gobierno; sólo así podrá
asumir el papel protagónico que le corresponde desde cada una de sus
trincheras, sin renunciar a sus reivindicaciones de clase, género,
etnia, opción sexual o identidad, que cada quien asuma. La solidaridad,
la organización, articulación y autonomía respecto al estado de los
diversos movimientos sociales es el mejor contrapeso y contrapoder que
pueden éstos ofrecer frente a los excesos de aquel. Pensar globalmente,
actuar localmente es uno de los legados que la teoría de los movimientos
sociales ha hecho. Parafraseando a Marx nadie hará por los movimientos
sociales, lo que éstos no hagan por sí mismos.
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