Carlos Bonfil
Tiempos modernos. Del cineasta Yorgos Lanthimos (Alps: los suplantadores, 2011; La langosta, 2015), todo un maestro del absurdo surrealista, cabía esperar cualquier sorpresa, incluso un drama histórico ambientado a principios del siglo XVIII que asume como evidencia el rumor del lesbianismo de Ana Estuardo, primera reina de la Gran Bretaña (entre 1702 y 1714), consorte del príncipe Jorge de Dinamarca, progenitora de 17 hijos –la mayoría muertos antes, durante o después del parto–, aquejada de enfermedades crónicas como la artritis y la gota que enturbiaron su salud física y mental al punto de dejarla, debilitada e histérica, a merced de cortesanos oportunistas, entre quienes destacaron su dama favorita, Sarah Churchill, y la rival de esta última Abigail Masham, joven ambiciosa y sin escrúpulos.
En La favorita (The Favourite) el también realizador de El sacrificio del ciervo sagrado (2017) parte de la relectura muy libre de este episodio histórico que elaboran los guionistas Tony McNamara y Deborah Davis para subvertir maliciosamente las convenciones narrativas de un cine de época centrado en los dramas e intrigas más oscuras de la realeza europea, algo que a su modo habían ensayado otros realizadores extranjeros, desde el hindú Shekhar Kapur en Elizabeth (1998) hasta la estadunidense Sofía Coppola en María Antonieta(2006). Lo que acomete ahora el realizador griego es la recreación, en tono de farsa, de la violenta rivalidad entre la imperiosa Sarah, duquesa de Marlborough (Rachel Weiss), y Abigail (Emma Stone), su prima caída en desgracia financiera, obligada a ser sirvienta en una corte a la que cree pertenecer por derecho propio y dispuesta a todo para recuperar los privilegios perdidos.
Más allá de este sórdido melodrama sobre el arribismo social que remite inevitablemente al referente clásico de La malvada (All about Eve,Mankiewicz, 1950), lo que distingue a la cinta de Lanthimos es su apuesta por una escenificación barroca e irreverente, con diálogos muy crudos matizados por los subtítulos en español, descripciones de una ociosa bufonería cortesana (la competencia en palacio de una carrera de gansos, el juego de escarnio donde un hombre rubicundo que recibe divertido y desnudo los proyectiles de verduras podridas) y escenas desinhibidas de erotismo lésbico que dejan a todos los personajes masculinos muy al margen de las voluntades y apetencias de poder de las tres soberbias protagonistas.
Habría que remontarse hasta el guión del británico Alan Bennett en La locura del rey Jorge (Hytner, 1994) para encontrar, en una vertiente masculina, un desparpajo humorístico parecido al de esta descripción de Ana Estuardo (Olivia Colman, formidable), una reina achacosa y tiránica que se desvive por los 17 conejos mascotas que remplazan a sus vástagos perdidos, o ese fasto extravagante de una corte que semeja una moderna bacanal de travestis emperifollados. Todo concurre aquí a la desacralización de los símbolos y rituales de una monarquía decadente, desde la irrupción del lodo y el tufo del mundo exterior en un ámbito exquisito, o la ociosa crueldad en el tiro al blanco de aves que practica la nobleza, hasta la saña con que se subraya la fealdad y la carne grotesca de la figura reinante o la ambición caníbal que enfrenta a las dos favoritas sucesivas.
La favorita es una alegoría del poder político y sus incontinencias, con un trabajo artístico donde alternan la música de Handel, Bach o Purcell con las sonoridades enigmáticas de una trama de horror, y donde la pulcra fotografía de Robbie Ryan se permite las distorsiones del gran angular para sugerir lo mismo la suntuosidad de la corte o los retorcimientos anímicos de los personajes. El drama pasional se convierte en una comedia bufa, la perversión moral en caricatura patética, y la recreación de una época lejana en el espejo deformante de los tiempos políticos actuales. Una comedia venenosa para el apetito omnívoro de Hollywood.
Se exhibe en la Cineteca nacional, así como en salas comerciales.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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