Entre las
múltiples razones del arrollador triunfo de López Obrador, quizá la de
mayor peso fue el hartazgo en vastos sectores sociales con la desmedida
corrupción de los gobiernos neoliberales. Una desaforada corrupción que
tomó la forma de apropiación privada de los bienes públicos. Con el
agravante de que los vendedores eran al mismo tiempo los compradores y,
consecuentemente, los nuevos dueños.
Es
cierto que la gigantesca corrupción neoliberal pripanista implicó
también ligas y complicidades con las formas más aterradoras de la
delincuencia organizada: narcotráfico, contrabando, trata de personas,
prostitución infantil, despojo, secuestro, extorsiones, desaparición
forzada, asesinatos masivos, fraudes bancarios, apropiación de los
fondos de pensiones, tráfico de influencias y muchas modalidades más del
crimen institucionalizado.
La ligadura,
el pegamento de todas estas formas de ese inmenso e ilegal
enriquecimiento fue, durante 40 años, el permiso presidencial para
delinquir. Con la bendición presidencial el delito era rentable y de
mínimo riesgo. Fue el caso, entre muchas otras formas de latrocinio, del
huachicoleo, la condonación de impuestos y la estafa maestra.
Pero con la llegada de López Obrador a Palacio Nacional ese permiso
para delinquir llegó a su fin. Y el nuevo gobierno empezó la persecución
legal de estas formas de enriquecimiento criminal. Y aunque pueda
parecer poco, ya están en la cárcel dos practicantes y beneficiarios de
este tipo de delitos: Juan Collado y Gilda Austin. Y no tardarán en ser
llevados ante la justicia el prófugo Emilio Lozoya Austin y la ex
luchadora social Rosario Robles Berlanga. Y esto es apenas el principio.
Y aunque pueda parecer poco, es bueno recordar que, como reza el
aforismo italiano, “Chi va piano va lontano”: el que va despacio llega
lejos.
La relativa lentitud en llevar
ante la ley a estos y a otros connotados delincuentes se explica por la
actuación perversa de los órganos de justicia, recinto, baluarte y
trinchera de la ideología, la práctica y la corrupción neoliberales. En
estas corrompidas instituciones se aloja buena parte de la resistencia
al avance de la Cuarta Transformación.
Argucias legales, burocratismo, odio clasista contra López Obrador y
obvia complicidad con los criminales entorpecen y retrasan la aplicación
de la ley. Pero por ahora la obturación de la justicia no será tan
fácil en los casos de Lozoya Austin y Robles Berlanga. Estos dos
depredadores sociales dejaron muchas huellas. Es cosa de seguirlas. Sin
prisa pero sin pausa.
Blog del autor: www.economiaypoliticahoy. wordpress.com
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