Luis Linares Zapata
El inicio de las fases más dañin
as de la crisis de salud que se avecina enardecen los ánimos de un atrincherado y rasposo segmento social. Precisamente uno que forma parte sustantiva y superior de la pirámide económica. La férrea incomprensión al otro, sus pulsiones, situación o manera de actuar y pensar, causa hondos rencores y corajes clasistas. Este batido de impulsos se mezclan para alentar francos, ríspidos deseos golpistas. Un bien estudiado rasgo característico basado en robusta experiencia sobre la conducta y los impulsos de la derecha tradicional. No son pocos los desprecios a la política, a los políticos que de ese grupo se desprenden y, en las actuales circunstancias de riesgos y apuros, son apuntados hacia los actuales dirigentes federales. Con especial acento en el mismo Presidente.
El miedo comienza a ser explotado en forma inconsecuente y peligrosa, muy a pesar de crecientes llamados a la unidad para hacer frente a la epidemia en puerta. No se puede omitir el flujo de histeria que inunda parte de las redes sociales. Tal parece que se está frente a una pared de contención que ya ha sido horadada o, peor aún, franqueada por la furia. Una furia que se arraiga en esos rincones oscuros de ciertas personas y que, en momentos clave, es lanzada al aire, cubierta de ponzoña. Contamina también incontenibles ambiciones, ciertamente espurias, que buscan ser saciadas aun a costa de cualquier tropelía. No parece haber obstáculos, barreras de moderación para preservar la sana convivencia como valor superior. ¿Qué tanto de estas vibraciones malintencionadas ha permeado a otros estratos? Es difícil saberlo, pero puede esperarse que no sea grave el daño que puedan ocasionar.
Hace algún tiempo que la andanada de ataques fijó su centro de impulso en la inseguridad prevaleciente. Los llamados a la cordura y comprensión del violento fenómeno nacional no mellaron, ni siquiera matizaron, los furibundos y repetitivos ataques. Lejos de ser entendido en sus causas y desarrollo por esa, hasta irracional y beligerante, capa ciudadana, se le ha dado cauce mediático hasta convertirse en continua irritación. El tiempo solicitado por las autoridades para quebrar la tendencia y mostrar resultados, les pareció demasiado pedir, inaceptable. Tampoco el objetivo de atacar las bien instaladas bases del crimen y las conductas antisociales les pareció asunto tratable. Por el contrario, las referencias al pasado descuido de anteriores gobiernos comenzaron a ser motivo de rechazo y escarnio. La mismaguerra al narcotráficose ha querido minimizar, a pesar de sus terribles consecuencias en muertes al por mayor, asilados y desaparecidos por miles. Y de la inseguridad se ha ido edificando una escalera de temas propicios para minar la densa legitimidad del presente gobierno.
El nulo crecimiento económico ha sido una etapa aprovechada al por mayor. La inversión se ha convertido en palanca en la intentona de penetrar el centro de las decisiones políticas de nivel. Con esta inasible seguridad en riesgo, se presiona el cambio de ruta iniciada a partir del millonario voto popular. Casi cualquier contrariedad a la anterior normalidad se convierte en señal de alarma y es usada para azuzar tal señuelo: la energía ocupa un punto estratégico a restablecer. Las abusivas facilidades para el capital de la era neoliberal, se han finiquitado. Pero al detenerse la sangría de las empresas públicas –Pemex y CFE– los reclamos flotan por doquier hasta llegar a las amenazas: caso Constellation Brands en Mexicali. La enorme cifra de recursos (casi medio billón de pesos) que se han rescatado, del dispendio y la corrupción, bastarían para hacer recapacitar sobre el desatado terrorismo disfrazado de crítica objetiva que campea por los círculos de élite.
Analistas con altoparlantes han caído en el franco insulto: J. Silva-Herzog M. ( Reforma, 24/3), en su vanidosa altanería de tecnócrata y presumida profundidad, tacha al Presidente de charlatán en un artículo topado de adjetivos. Revela con mezquindad sobrada su clasista incomprensión tanto de los sentires populares como las sutiles maneras de AMLO para mantener contacto con esa, mayoritaria, parte del pueblo. Aunque, en verdad, poco importe que a este personaje le parezcan de pena ajena mundial.
El informe difundido por Alfonso Durazo, acerca del quiebre de tendencia en la inseguridad ha pasado casi desapercibido. Las urgencias ocasionadas por la crisis lo diluyó, pero tendrá relevancia trascendente. La estrategia de combate al crimen seguida, aunque ninguneada y hasta negada por muchos opinócratas, empieza a dar constancia, no sólo de existir, sino de ir –como también va la de salud– por el camino adecuado.
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