Se aproxima aquí el periodo
de gran dificultad para enfrentar la pandemia. La población está
ocupada en protegerse del contagio y abastecerse de los bienes
indispensables. Las empresas han enviado a sus empleados a trabajar en
casa e interrumpen su operación, lo que repercutirá adversamente en el
empleo. El gobierno deberá administrar las condiciones de los empleados
públicos y de las empresas estatales.
Las medidas que se anuncian para acometer la situación no son tan
claras y decisivas como se esperaría y necesita; se asegura que se
tienen los medios y los modos para ello. Pronto se verá.
Como es evidente, la cuestión no es sólo de tipo sanitaria, lo que
es, por sí mismo, enorme, sino que inmediatamente se desborda al ámbito
de la economía. Afecta las actividades productivas, el comercio, los
servicios y el movimiento de mercancías y personas.
También se ha convertido en una expresión política que involucra las
estrategias nacionales de las grandes potencias, como se aprecia en la
pugna comercial, financiera y militar de China y Estados Unidos. El
virus es un asunto geopolítico.
Eventualmente se superará la crisis del virus. No se sabe, hoy, cómo
ni en qué condiciones. El asunto tiene muchas aristas y un alto grado de
complejidad, como todo fenómeno social. Como muestra, Ilán Semo
escribió el sábado en estas páginas
La crisis viral, y Yuval Harari, en el Financial Times (19/03/20),
El mundo después del coronavirus.
En este momento, en el país, una de las cuestiones claves es
administrar la situación de manera que el impacto social y económico no
represente un castigo extremo durante y al final de la pandemia. Eso
comprometería cualquier intento de recuperación con costos que serían
muy grandes y debilitarían aún más a una parte muy grande de la
población.
Entre las cosas graves que hay que atender está preservar lo más que
se pueda el empleo y el ingreso de la población que trabaja. Esto
involucra, primeramente, la fuerte dicotomía en el mercado laboral entre
la formalidad y la informalidad.
En segundo término deben considerarse las enormes diferencias en la
capacidad de resistencia de las empresas más grandes frente a la
multitud de pequeñas compañías, así como las actividades productivas de
las personas en las zonas urbanas y rurales de bajos ingresos del país;
son millones.
La paralización de la economía no va a ser total. Es imposible que
sea así sólo por el hecho de que un gran número de familias no tiene
capacidad de resistencia para satisfacer las necesidades básicas, como
la alimentación. Para eso requieren dinero y abasto.
Proveer de dinero es un asunto vital. Cuando no hay se va consumiendo
la capacidad de recrear las condiciones de la reproducción para las
familias, las empresas y el gobierno. Se trata del conjunto de la
sociedad.
Esta provisión es la que se conoce como liquidez. Si no se provee de
liquidez suficiente y oportuna a los distintos agentes económicos, la
crisis será muy grave.
El proceso de la reproducción social es crucial. Comprende diversas
formas de riqueza (concepto social amplio que va más allá de lo que
acumulan en exceso algunas personas). Representan una corriente continua
de relaciones que se generan en este sistema económico y que funcionan
mediante el dinero y el intercambio.
Esa riqueza y la capacidad de recrearla es la que se está consumiendo
ya en esta economía, y eso se acelerará en las próximas semanas. Así
que proteger la parte esencial, que son el empleo y el ingreso de las
familias, incluye mantener las fuentes de trabajo; si desaparecen las
empresas que generan la mayor parte del empleo en el país, la crisis
será enorme.
Si, además, el gobierno usa mal los recursos que tiene y equivoca las
decisiones en materia fiscal y monetaria, los costos serán también muy
elevados. Es un asunto práctico, que no ideológico. Que el secretario
Herrera haga su trabajo, hoy es la pieza clave para el Presidente. Que
otros funcionarios y líderes políticos no estorben con la ignorancia de
cómo funcionan las cosas. No es momento de pleitos políticos de
barriadas ni de titubeos y salidas falsas.
La crisis viral exige ajustes de todas las partes –de los políticos
también, por cierto–, y la clave es contar con una estructura
productiva, de empleo y de generación de ingresos que pueda sostener una
recuperación tan fuerte como sea posible en la etapa posvirus. No cabe
ahora la miopía al respecto.
Los trabajadores y las empresas van a resentir el impacto económico y
social de la pandemia. Habrá que ajustar las condiciones que hagan
posible cumplir con el pago de los salarios y la conservación del
empleo. Para ello hay previsiones en la ley del trabajo y habrán que
aplicarse y cumplirse.
Tras el ajuste que se impone ahora debe preservarse la capacidad de
volver a emplear a la gente, de producir, de generar ingresos, pagar
impuestos y usar los recursos públicos y privados para reponer la
riqueza perdida y hacerla crecer.
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