La pandemia actual de coronavirus representa una
oportunidad única para repensar la forma en que habitamos la Casa Común,
la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con la
naturaleza. Ha llegado el momento de cuestionar las virtudes del orden
del capital: acumulación ilimitada, competencia, individualismo,
indiferencia ante la miseria de millones, la reducción del Estado y la
exaltación del lema de Wallstreet: "la codicia es buena" (greed is good). Todo esto ahora está en jaque. Tiene los días contados.
Lo
que puede salvarnos ahora no son las empresas privadas, sino el Estado,
con sus políticas generales de salud, siempre atacadas por el sistema
de "mercado libre" y serán las virtudes del nuevo paradigma –defendido
por muchos, y por mí–, del cuidado, de la atención, de la solidaridad
social, la corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la
urgencia de este cambio fue el presidente francés, neoliberal y del
mundo financiero, Emmanuel Macron. Habló claramente: “Queridos
compatriotas, necesitamos sacar lecciones del momento en que estamos
pasando, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo eligió
hace décadas, que muestra sus fallas a la luz del día, y cuestionar las
debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que
la salud gratuita sin condiciones de ingresos, historial personal o
profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social, no son costos, ni
cargas, sino bienes preciosos, ventajas indispensables cuando el destino
llama a la puerta. Lo que revela esta pandemia es que hay bienes y
servicios que deben estar fuera de las leyes del mercado”.
Aquí
muestra su plena conciencia de que una economía de mercado, que todo lo
comercializa, y su expresión política, el neoliberalismo, son
perjudiciales para la sociedad y para el futuro de la vida.
Aún
más sorprendente fue la periodista Naomi Klein, una de las críticas más
perspicaces del sistema mundial, y que sirvió como título de mi
artículo: "El coronavirus es el desastre perfecto para el capitalismo de
desastre". Esta pandemia produjo el colapso del mercado de valores
(intercambios), el corazón de este sistema especulativo, individualista y
anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley
más universal del cosmos, de la naturaleza y el ser humano: la
interdependencia de todos con todos; que no hay ser, mucho menos
nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás.
Además, no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no
nos pertenece para explotarla a voluntad, sino que pertenecemos a la
Tierra. En opinión de los mejores cosmólogos y astronautas, que ven la
unidad de la Tierra y la Humanidad, somos esa parte de la Tierra que
siente, piensa, ama, cuida y adora. Sobreexplotando la naturaleza y la
Tierra, como lo estamos haciendo en todo el mundo, nos estamos dañando, y
nos estamos exponiendo a sus reacciones, incluso a los castigos que nos
impone. Es una madre generosa, pero puede enfadarse y enviarnos un
virus devastador.
Apoyo la tesis de que esta pandemia no puede
combatirse sólo por medios económicos y sanitarios –que siempre serán
indispensables–. Lo que nos exige es cambiar el tipo de reacción que
tenemos con la naturaleza y la Tierra. Si, después de que la crisis ha
pasado y no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez, puede ser
que sea la última, ya que nos convertimos en enemigos de la Tierra, y
puede que ya no nos quiera aquí.
El informe del profesor Neil
Ferguson en el Imperial College de Londres declaró: "este es el virus
más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay una respuesta
inmediata, habría 2’2 millones de muertos en Estados Unidos y 510.000 en
Reino Unido". Esta declaración fue suficiente para que Trump y Johnson
cambiaran de posición de inmediato, comprometiendo tardíamente grandes
sumas para fortalecer a la población. Mientras, en Brasil, al Presidente
no le importa, trata el asunto como una "histeria" colectiva, y en
palabras de un periodista alemán de la Deutsche Welle: "Actúa
criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata, y el país haría
bien en deponerlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones
para ello”. Esto es lo que el Parlamento y el STF, por amor a la
población, deberían hacer sin demora.
La hiper-información y las
apelaciones en los medios no son suficientes. Eso no nos mueve a cambiar
el comportamiento requerido. Tenemos que despertar nuestra razón
sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir el dolor de los
demás con el corazón. Nadie es inmune al virus. Ricos y pobres, tenemos
que mostrar solidaridad entre nosotros, cuidarnos personalmente y cuidar
a los demás, y asumir la responsabilidad colectiva. No hay puerto de
salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales, en la misma Casa Común, o
nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca antes en la
historia, tienen una misión especial: ellas saben sobre la vida y los
cuidados necesarios; pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad,
hacia los demás y hacia nosotros mismos. Ellas, junto con los operadores
de salud (personal médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin
restricciones. Cuidar a quien nos cuida, para minimizar los males de
este terrible asalto a la vida humana.
2020-03-21
No hay comentarios.:
Publicar un comentario