Elena Poniatowska
Las últimas declaraciones en
torno al coronavirus dan en qué pensar. Miguel Barbosa, gobernador de
Puebla, nos dice con sus ojos de oso panda que los ricos que viajaron a
Europa contagian a los pobres (entre quienes se cuenta).
Carmen Salinas aseguró que Dios castigó a los chinos por comer perros
y gatos; Ricardo Salinas Pliego declaró que la vida no puede detenerse,
hay que salir a la calle a luchar; Carlos Slim donó mil millones de
pesos para ventiladores; Germán Larrea regaló un hospital en Juchitán,
Oaxaca, que será administrado por la Sedena, y Lady Gaga y Giorgio
Armani enviaron su apoyo a México. Futbolistas europeos como el sueco
Zlatan Ibrahimovic también nos regaló el producto de sus goles.
A través de sus conferencias estupendamente bien documentadas y
dichas con severidad, el doctor Hugo López-Gatell se está convirtiendo a
pasos agigantados en Superman, Batman y Tarzán.
Las mujeres permanecemos extrañamente a la expectativa, pero la
estadunidense Rihanna donó 5 millones de dólares producto de su canto.
En las mañaneras a pesar de tener que remar a
contracorriente entre un mar de descalificaciones y desquites, Andrés
Manuel López Obrador intenta el balance entre las medidas de prevención
médica y la salud de nuestra economía: léase Pemex.
El epidemiólogo Gustavo Reyes Terán, coordinador de los Institutos
Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, me concedió una
entrevista en la que afirma:
‘‘Nuestro coronavirus se parece mucho al SARS de 2002 –los dos
comparten estructura porque en 80 por ciento vienen del murciélago;
antes de llegar al humano se alojan en otro animal. En el caso del SARS
de 2002, fue una civeta, una especie de mapache, y en el caso de este
coronavirus todo indica que es el pangolín; el único mamífero con plumas
que es un platillo exótico en Oriente.’’
–Pero en México no tenemos ningún pangolín, ni siquiera en el zoológico.
–Se confina a China y de ahí salta al humano. Los pangolines tienen
dos mutaciones transmisoras de persona a persona; brincan la barrera de
la especie, cosa muy difícil en los virus. Normalmente, cuando saltan de
una especie a otra, por ejemplo, al humano, pierden virulencia, pero en
este virus adquieren una alta transmisibilidad y es letal.
No es tampoco una influenza. La influenza ataca a los jóvenes, da un
cuadro gripal muy fuerte, con fiebre, dolor de cabeza, dolor de cuerpo,
dolor de garganta, tos; puede causar neumonía y mandarlo a terapia
intensiva pero ahí se detiene. En mayores de 60 años, el coronavirus
ataca fuerte y mata a la gente.
La pandemia más grave que habíamos vivido en los últimos 200 años fue
la gripe española o el flu español de 1918, la ‘‘influenza” que mató a
más de 50 millones de personas en el mundo. En 1957 o 58 sufrimos otra
influenza pero el número de muertos nunca se acercó a 50 millones. En
1967-68, más o menos, tampoco hubo la cantidad de muertos del flu
español. De ahí hasta 2009 cuando todos usamos cubrebocas, pero no
tuvimos que recluirnos en casa. El virus tuvo una tasa de mortalidad muy
baja, menor de 0.5 por ciento y eso ayudó a que no hubiese tantos
muertos. Atacó a muchos jóvenes, en particular a los que tenían
sobrepeso y desde entonces tememos al virus de la influenza.
Normalmente, la población sufre cuatro coronavirus humanos, cada año,
que cubren 10 o 30 por ciento del país, sobre todo en época de frío,
pero no es letal: es un catarro común. La que peligra es la persona
arriba de 60 años, que tiene alguna enfermedad crónica: hipertensión,
diabetes, enfermedades del corazón, como es tu caso, o enfermedad
pulmonar crónica o renal crónica y sobrepeso. Si a los 40 años tienes
hipertensión arterial o diabetes o las defensas bajas tienes riesgo de
morir más rápido. En México hay alrededor de 10 millones de personas
arriba de 60 años. Si el virus infecta a 30 por ciento de esa población
hablamos de más de 3 millones de personas mayores de 60 años, entre 60 y
80 años, 15 por ciento tiene probabilidad de morirse. Entre 70 y 80
años, se moriría 8.5 por ciento; entre 60 y 70 años, se moriría 3.6 por
ciento.
Aunque la influenza mata a las personas arriba de los 60 años no lo
hace como este coronavirus, que además se transmite con más facilidad.
Cuando aparece un virus nuevo, no hay defensas en su contra; tú, Elena, a
tus 88 años eres completamente susceptible porque no hay sistema inmune
que tenga una memoria para atacar ese virus, pero si te salvas, te
vuelves inmune. ¿Cuánto dura esa inmunidad? Quizá meses, quizá años, no
se sabe, pero sería extremadamente raro que te volvieras a infectar. En
los jóvenes lo más probable es que les dé una gripa porque tienen buena
respuesta de anticuerpos que neutralizan el virus, no así con mayores de
60 años.
–¿Hay algún tipo de tratamiento?
–No hay tratamiento para el coronavirus, no hay vacuna. Para la
influenza sí hay vacuna. Quizá a finales de año tengamos una, trabajamos
por etapas.
–Dicen que hay reincidencias, ¿es cierto eso?
–En ciencia nunca puedes decir que ‘‘no’’ pero, hasta ahorita, sería una en miles.
–Doctor Reyes Terán, la táctica ahorita es que nos enfermemos poquito
a poquito, que la curva de crecimiento sea muy suave para que los
enfermos graves que requieren ventiladores quepan en los hospitales…
–La curva epidémica –el médico la dibuja en la mesa– si la dejamos
sola, hace un pico y luego baja. Si tú tienes un problema respiratorio y
vienes de China, de Italia, de Irán, de Japón, de Corea del Sur, de
Francia, de España, de Estados Unidos, de Inglaterra donde ya hay
transmisión, te conviertes automáticamente en sospechosa, si resultas
positiva y sabemos de dónde vienes es muy posible que te salves porque
tenemos la trazabilidad del virus (fase 1). Estamos ahora en la
transmisión comunitaria del virus (fase 2), es más difícil controlar
porque no podemos rastrear contactos. En salud pública, la manera de
contener una epidemia al máximo, es aplicando tres conceptos básicos: 1.
Detectarlo rápidamente, porque entre más rápido lo detectas más
retrasas la otra fase de transmisión comunitaria; segundo, aislar a la
persona, que no se le acerque nadie, y tercero, estudiar a quienes
contactaste. En el momento que pierdes contacto, pierdes el control. Las
personas que hemos hospitalizado tienen más de 60 años, una enfermedad
crónica de corazón, pulmones, riñones, falta de aire y ellas sí corren
peligro. Si el virus infecta a menores de 50 o 60 años, se presenta como
una gripa, pero la población de 10 millones de adultos mayores, arriba
de 60 años puede llegar al hospital por falta de aire.
–Se dice que no hay camas, no hay ventiladores ni medicamentos…
–Nuestros servicios hospitalarios están a la altura. Ningún país del
mundo está a la altura de una pandemia. No hay medicamentos para el
coronavirus. Muchas personas requieren cuidados intensivos, oxígeno o
ventilador porque, si no, se mueren. Obviamente en América Latina no
tenemos las condiciones de los países del primer mundo. ¿Qué hacer para
no saturar los servicios de salud? Detectar rápido, aislar a la persona y
estudiar a sus contactos. La distancia social, la sana distancia
significa: no te acerques, lávate bien las manos; que los niños no vayan
a la escuela, los adultos no vayan a trabajar, no utilicen el Metro ni
otro transporte colectivo. Una epidemia o una pandemia, un virus
emergente se transmite por vía respiratoria, basta que uno estornude o
tosa y te salpique con gotitas de saliva para que te contagies; la
pandemia es muy dinámica y está en evolución. Si esta curva no se
mitiga, ningún país puede controlarla ni atenderla (Estados Unidos tiene
la mayor cantidad de camas de cuidados intensivos por cada mil
habitantes). En México, como en cualquier país de Latinoamérica, faltan
camas, ventiladores mecánicos, monitores para signos vitales de tiempo
completo para saber cuánto oxígeno tienes en tu sangre, ultrasonido,
equipos de rayos X portátil. Lo que sí tenemos es personal calificado.
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