Carlos Fazio
Con saldo de 11 mil muertos
sobre una población global de unos 7 mil 800 millones, la denominada
pandemia del coronavirus 2 (Covid-19) −síndrome respiratorio agudo
grave, cuyos efectos sobre la vida social causan pánico colectivo y una
situación de excepcionalidad, emergencia y alarma mundial− ha derivado
en la virtual militarización de sociedades enteras, con la consiguiente
aplicación de draconianas cuarentenas con vigilancia activa para
intentar evitar el contagio.
Como señaló Giorgio Agamben en un artículo titulado
La invención de una epidemia, los medios de difusión masiva y las autoridades de países industrializados se esforzaron por difundir un
clima de pánico, provocando
un verdadero estado de excepción, con graves medidas de control que limitaron la libertad de movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las condiciones de vida y trabajo en regiones enteras.
En un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla, escribió Agamben.
Sin minimizar la gravedad de la epidemia, cuando había una recesión
en ciernes y sistemas de salud colapsados por las políticas
neoliberales, los lenguajes del poder −entre ellos los jurídicos,
culturales y mediáticos− han venido adoptando un léxico médico y hasta
epidemiológico, pero también militar con fines de control de población.
Así, tras las medidas de confinamiento social punitivas decretadas
inicialmente por las autoridades chinas, seguidas de las de los
gobiernos de Italia, Francia, España y Bélgica, se decretaron
posteriores cierres de frontera xenófobos por Canadá y Estados Unidos,
lo que vino a reforzar la patologización de los extranjeros y las
segregaciones raciales ya en curso en América del Norte y Europa. Ello
derivó en el aislamiento de 500 millones de personas en el mundo.
El miedo a la peste o la plaga y el pánico colectivo generado por el despliegue mediático en clave de
seguridad sanitaria, ha sido aprovechado de manera oportunista en América Latina −vía una suerte de biologización de la política como en la Alemania nazi−, por el régimen asesino de Sebastián Piñera en Chile, quien decretó un estado de sitio sanitario con prohibición de movilizaciones callejeras en vísperas del plebiscito nacional para reformar la Constitución, previsto para el 26 de abril; a lo que se sumó el aplazamiento indefinido de la elección presidencial en Bolivia, decretado por el régimen golpista de Jeanine Áñez, que debía verificarse el próximo 3 de mayo. En ambos casos, siguiendo de nuevo a Agamben, el poder soberano y la vida nula podrían explicar esos procedimientos del poder y convertir la emergencia (el estado de excepción) en norma, como advirtió de manera temprana Walter Benjamin.
Tras el bombardeo mediático, el esloveno Slavoj Zizek detectó ciertos elementos de
histeria racistaen el Covid-19 y también
epidemias de virus ideológicoslatentes en nuestras sociedades, entre ellos, las noticias falsas ( fake news) y teorías conspirativas paranoicas.
En febrero último, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich –en
el pico de la lucha contra el coronavirus en Wuhan, provincia de Hubei−,
las autoridades de Pekín consideraron a Estados Unidos una
amenazay a través del canciller, Wang Yi, deslizaron que desde los primeros casos de pacientes infectados estaban siendo sometidos a una
guerra híbridapor el Pentágono.
El propio presidente Xi Jinping usó la palabra
guerra, y el vocero de la cancillería, Zhao Lijian, manejó en un tuit explosivo la posibilidad de que una delegación de 300 soldados del ejército de EU, que participaron en los Juegos Militares de Wuhan en octubre de 2019, hubieran introducido el virus en esa ciudad. Incluso, medios chinos han insistido en la presunta conexión entre el cierre, en agosto pasado, de un laboratorio militar de armas biológicas declarado
inseguroen Fort Detrick, en Maryland, donde está el Comando Médico del Pentágono, con los juegos militares y la epidemia.
La propaganda de los medios occidentales, con eje en el miedo, el
pánico y la incertidumbre tuvo como objetivo deliberado inicial a China,
para aislarla y satanizarla en el marco de la guerra comercial con EU.
El 1º de marzo, Michel Chossudovsky, de Global Research, preguntó si EU
tenía conocimiento previo de la pandemia Covid-19 y sus probables
impactos. Mencionó que el 18 de octubre pasado, dos meses antes del
brote en Wuhan, el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud
efectuó un
ejercicio de simulaciónde una epidemia de coronavirus nCoV-2019, en la ciudad de Nueva York. En el Evento 201 Simulación, se simuló un colapso de 15 por ciento de los mercados financieros. El ejercicio fue patrocinado por la Agencia Central de Inteligencia, la Fundación Bill & Melinda Gates, el Foro Económico Mundial, Bloomberg y la Fundación Hopkins. El 17 de marzo, un grupo de científicos concluyó que el SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad Covid-19, no se creó en un laboratorio ni es un virus manipulado de forma intencionada.
Vía el poder blando ( softpower) de sus paquetes humanitarios a Europa y América Latina, China se ha reposicionado geopolíticamente, mientras, de cara al
virus extranjero, el eje Trump-Johnson-Bolsonaro viene impulsando una salida neomalthusiana inspirada en el darwinismo social.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario