Hania Novell
Pueblos fantasmas donde los hombres abandonan a sus mujeres e hijos para buscar una mejor oportunidad de trabajo? ¿Pueblos vacíos? Eso ha cambiado. Hoy los jóvenes ya no abandonan su lugar de origen en busca de los dólares “en el otro lado”, se quedan, prefieren ser chavos que viven poco pero bien a tener una larga vida de pobreza. Arriesgar el pellejo para convertirse en jornaleros, lavaplatos o jardineros ya no es su sueño.
La anatomía tanto de las fronteras como de las ciudades expulsoras de migrantes se está transformando. Los nuevos sicarios: viven aprisa y mueren jóvenes... y no se convierten en un bello cadáver, como sugería la frase de aquella película de 1949 Llama a cualquier puerta.
Las pandillas y bandas que se enfrentaban a pedradas para controlar unas cuadras ya pasaron a la historia. Hoy los niños y adolescentes son reclutados por el crimen organizado para vender droga, secuestrar, extorsionar y asesinar. ¡Todo sin salir de su localidad!
Niños que ni siquiera tuvieron la oportunidad de jugar a policías y ladrones hoy portan pistolas de verdad. Su carrera como profesionales de la delincuencia comienza con ser halcones, vigilantes que avisan cuando llegan extraños o policías, luego viene la venta al menudeo y que ellos mismos se “enganchen” en el consumo de drogas, más tarde llega el cobro de deudas y de ahí a la extorsión y al tan ansiado puesto de sicario. Se enfrascan en guerras absurdas con grupos contrarios y mueren como carne de cañón al enfrentarse con las fuerzas castrenses.
La historia de El Ponchis es un ejemplo reciente y uno de los más escalofriantes. A sus 12 años de edad es uno de los delincuentes más buscados en este momento, pertenece al cártel del Pacífico Sur, su trabajo dentro de la organización criminal consiste en decapitar y cortar los genitales a los rivales capturados. Se supo de su existencia a consecuencia de la confesión de la novia del jefe de la banda, una joven de 16 años y embarazada que fue capturada en un operativo de las fuerzas federales en Morelos.
Estos son los nuevos modelos para chavitos que ni estudian, ni trabajan, ni tienen sueños. Viven aprisa, sí, pero continúan encerrados en sus barrios, cárceles a cielo abierto de las que nunca saldrán con vida.
Según el Informe Nacional sobre Violencia y Salud auspiciado por la UNICEF, dos menores de 14 años mueren a diario en México como consecuencia de la violencia. El origen: la falta de educación, familias divididas, odio y golpes en sus casas; es lo que ven y es lo que reproducen. Su odio genera más odio. Crecen sin principios, ni valores, la calle los atrapa ofreciéndoles con menor esfuerzo una oportunidad de pertenecer al grupo y por unos pesos ser alguien. Y así van obteniendo poder y respeto en sus comunidades.
Datos de febrero de este año de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), señalan que más de 5 mil pandillas y bandas delictivas trabajan de manera conjunta o han sido contratadas por Los Zetas, La Familia Michoacana, los cárteles de Sinaloa, Juárez, Tijuana y el grupo de los Beltrán Leyva. Las autoridades calculan que alrededor de mil 500 pandillas de jóvenes entre los 14 y 25 años de edad se integraron a las filas de narcobandas como Los Aztecas, Los Artistas Asesinos y Los Linces en la frontera con Estados Unidos.
También las riquezas metafísicas son, en algunos casos, parte del atractivo. En Michoacán, La Familia prefiere jóvenes evangélicos, reclutan a chicos con la promesa de que los van a convertir en salvadores, durante su “entrenamiento” utilizan argumentos religiosos y adoctrinamiento. Los hacen hermanos; son una familia.
En la zona sur de Monterrey se tienen detectadas la presencia de al menos mil 900 pandilleros, y en la parte norte hay más de 400 bandas juveniles. Según la PGR “…se calcula que en nuestro país 80% de las pandillas están integradas por jóvenes mexicanos y latinos, mientras que 20% son una mezcla de mexicanos con estadounidenses, principalmente de Texas y Arizona, de ahí que las bandas delictivas no sólo estén capacitadas en adiestramiento de armas y de tráfico de drogas, sino de supervivencia…”.
Los chavos banda de los 80, con sus pantalones pegados y playeras negras estampadas con sus grupos favoritos de rock y de punk quedaron atrás y ahora cambiaron el perfil, mutaron sus rituales para entrar a un negocio corto y mortal. Niños que prefieren traer dinero en el bolsillo aunque exista la posibilidad de caer en la cárcel. Niños que prefieren matar para vivir un día como ricos antes que pasar el resto de sus vidas como jodidos.
Periodista
La anatomía tanto de las fronteras como de las ciudades expulsoras de migrantes se está transformando. Los nuevos sicarios: viven aprisa y mueren jóvenes... y no se convierten en un bello cadáver, como sugería la frase de aquella película de 1949 Llama a cualquier puerta.
Las pandillas y bandas que se enfrentaban a pedradas para controlar unas cuadras ya pasaron a la historia. Hoy los niños y adolescentes son reclutados por el crimen organizado para vender droga, secuestrar, extorsionar y asesinar. ¡Todo sin salir de su localidad!
Niños que ni siquiera tuvieron la oportunidad de jugar a policías y ladrones hoy portan pistolas de verdad. Su carrera como profesionales de la delincuencia comienza con ser halcones, vigilantes que avisan cuando llegan extraños o policías, luego viene la venta al menudeo y que ellos mismos se “enganchen” en el consumo de drogas, más tarde llega el cobro de deudas y de ahí a la extorsión y al tan ansiado puesto de sicario. Se enfrascan en guerras absurdas con grupos contrarios y mueren como carne de cañón al enfrentarse con las fuerzas castrenses.
La historia de El Ponchis es un ejemplo reciente y uno de los más escalofriantes. A sus 12 años de edad es uno de los delincuentes más buscados en este momento, pertenece al cártel del Pacífico Sur, su trabajo dentro de la organización criminal consiste en decapitar y cortar los genitales a los rivales capturados. Se supo de su existencia a consecuencia de la confesión de la novia del jefe de la banda, una joven de 16 años y embarazada que fue capturada en un operativo de las fuerzas federales en Morelos.
Estos son los nuevos modelos para chavitos que ni estudian, ni trabajan, ni tienen sueños. Viven aprisa, sí, pero continúan encerrados en sus barrios, cárceles a cielo abierto de las que nunca saldrán con vida.
Según el Informe Nacional sobre Violencia y Salud auspiciado por la UNICEF, dos menores de 14 años mueren a diario en México como consecuencia de la violencia. El origen: la falta de educación, familias divididas, odio y golpes en sus casas; es lo que ven y es lo que reproducen. Su odio genera más odio. Crecen sin principios, ni valores, la calle los atrapa ofreciéndoles con menor esfuerzo una oportunidad de pertenecer al grupo y por unos pesos ser alguien. Y así van obteniendo poder y respeto en sus comunidades.
Datos de febrero de este año de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), señalan que más de 5 mil pandillas y bandas delictivas trabajan de manera conjunta o han sido contratadas por Los Zetas, La Familia Michoacana, los cárteles de Sinaloa, Juárez, Tijuana y el grupo de los Beltrán Leyva. Las autoridades calculan que alrededor de mil 500 pandillas de jóvenes entre los 14 y 25 años de edad se integraron a las filas de narcobandas como Los Aztecas, Los Artistas Asesinos y Los Linces en la frontera con Estados Unidos.
También las riquezas metafísicas son, en algunos casos, parte del atractivo. En Michoacán, La Familia prefiere jóvenes evangélicos, reclutan a chicos con la promesa de que los van a convertir en salvadores, durante su “entrenamiento” utilizan argumentos religiosos y adoctrinamiento. Los hacen hermanos; son una familia.
En la zona sur de Monterrey se tienen detectadas la presencia de al menos mil 900 pandilleros, y en la parte norte hay más de 400 bandas juveniles. Según la PGR “…se calcula que en nuestro país 80% de las pandillas están integradas por jóvenes mexicanos y latinos, mientras que 20% son una mezcla de mexicanos con estadounidenses, principalmente de Texas y Arizona, de ahí que las bandas delictivas no sólo estén capacitadas en adiestramiento de armas y de tráfico de drogas, sino de supervivencia…”.
Los chavos banda de los 80, con sus pantalones pegados y playeras negras estampadas con sus grupos favoritos de rock y de punk quedaron atrás y ahora cambiaron el perfil, mutaron sus rituales para entrar a un negocio corto y mortal. Niños que prefieren traer dinero en el bolsillo aunque exista la posibilidad de caer en la cárcel. Niños que prefieren matar para vivir un día como ricos antes que pasar el resto de sus vidas como jodidos.
Periodista
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