11/29/2010

El maltratador, un “secuestrador”, un delincuente


Babiano Puerto

Madrid, 29 nov. 10. AmecoPress/PES.- Hay una serie de creencias falsas sobre el comportamiento de los hombres que ejercen maltrato contra sus parejas, entre ellas está por ejemplo : “los maltratadores que actúan con violencia hacia la pareja, lo hacen porque no controlan sus impulsos”.

Si tenemos en cuenta la definición de este tipo de violencia, de la American Psychological Association, a partir del trabajo de Leonor Walker con víctimas desde 1979 : “Un patrón de conductas abusivas que incluye un amplio rango de maltrato físico, sexual y psicológico, usado por una persona en una relación íntima contra otra, para ganar poder, para mantener el abuso del poder, control y autoridad sobre esa persona”, deducimos que hay una intencionalidad y una continuidad, que no se limita a un hecho puntual ni aislado.

Por tanto el objetivo del “delincuente secuestrador de cerebros” es ejercer poder, control y dominación sobre la pareja. Además se encuentra apoyado por un sistema de creencias sociales en cuanto a que la mujer es inferior al hombre y por tanto tiene menos derechos que él, aceptando también el papel asignado a la mujer en la sociedad y en la relación de pareja como un instrumento del hombre, es decir, es una posesión más y tiene que estar a su servicio.

¿Cómo conquista a su víctima?

Engañándola al principio de la relación, dando una imagen muy positiva de si mismo y de sus intenciones de “amor” en la unión con ella. En esta etapa le hace regalos, la halaga, le transmite aprecio y “amor”… Posteriormente pasa a apresarla creando “ataduras”: tener un hijo, casarse, iniciar la convivencia, comprar un piso en común… y cuando siente que su víctima ha desarrollado una idea muy positiva de él, de sus intenciones, y demás está unida a él afectiva, económica, familiarmente…

Empieza a ejercer la violencia primero psicológica y después física, intercalando episodios violentos, con otros en los que se muestra “encantador” como al principio de su conquista. Pero a medida que las conductas violentas son más frecuentes, lo son menos las “afectuosas y cariñosas” y las intenciones de agradarla.

Por tanto se deduce que los actos violentos no son puntuales ni aislados, el agresor sabe cuando ejercer la violencia que es precisamente cuando la mujer está más vulnerable y sabe que no se va a ir porque ya le ha comido el coco, literalmente ha secuestrado su cerebro, su psicología…

Desde el momento que la agrede primero psicológica y después físicamente, (aunque puede haber maltratadores “más finos” que no lo hayan hecho físicamente), esta violencia no se detiene y va a más con el paso del tiempo. Pues a medida que va anulando a la mujer, él va cogiendo más fuerza por así decirlo…

¿Por qué la mujer víctima se mantiene en esa relación de espanto?

“En 1973 dos exconvictos intentaron robar uno de los bancos más importantes de Estocolmo. Se quedaron atrapados en él con tres rehenes, dos mujeres y un hombre. Los secuestradores amenazaron la vida de los rehenes pero también les mostraron alguna pequeña amabilidad.

Durante el tiempo de secuestro, 6 días, los rehenes se identificaron con los captores y desarrollaron un vínculo emocional con ellos. Empezaron a percibir a la policía como a enemigos, y a los secuestradores como a sus amigos, como a su fuente de seguridad. Esta reacción aparentemente absurda fue documentada ampliamente por los medios de comunicación… A raíz de este incidente se acuñó el término Síndrome de Estocolmo”.

Posteriormente… “se descubrió que ésta es una reacción común en situaciones de secuestro y que se trata de un mecanismo de supervivencia. Aunque el Síndrome de Estocolmo no está todavía en el manual de diagnóstico psiquiátrico DSM IV, tiene suficiente entidad propia y su existencia es ampliamente reconocida, sobre todo en ámbitos militares”. De libro: Manual para mujeres maltratadas (que quieren dejar de serlo) Consuelo Barea.

Pues bien las condiciones previas para iniciarse el síndrome se dan en la mujer maltratada: amenaza pues se da maltrato psicológico, físico, económico, social, sexual, a ella o a sus hijos; amabilidad periodos de conductas positivas como al principio de la conquista de “su presa”; aislamiento y control puesto que se encarga de que no tenga contacto con otras personas que puedan ayudarla; sin escape o cree que no puede escapar, debido a “los contactos frustrantes con el “exterior” cuando ella pide ayuda o sugiere el maltrato; de una forma u otra el agresor y la sociedad la convencen de que no hay escape de la violencia. Esta condición es la clave de la psicología del Síndrome de Estocolmo.

La mujer aprende que no hay salida cuando después de varios intentos de pedir ayuda y comunicar a conocidos, familiares y profesionales que está padeciendo un maltrato, recibe el mensaje de que es un problema privado, de que nadie debe meterse, de que él cambiará, de que por el bien de sus hijos debe quedarse, de que es muy difícil probarlo, etc. Esta situación unida a las amenazas (muchas veces cumplidas) del matratador, la llevan a regresar con él o retirar las denuncias adaptándose al terror”. "Manual para mujeres maltratadas (que quieren dejar de serlo)" Consuelo Barea.

Habrá que preguntarse qué podemos hacer, para que las mujeres piensen que si hay escape y no retiren las denuncias, para no tener que adaptarse a las atrocidades que su secuestrador les perpetra, poniendo en marcha mecanismos psicológicos que las lleven a creer que pueden vivir así, cuando su cuerpo manifiesta lo contrario.

Foto: Archivo AmecoPress

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