El “destape” de Enrique Peña Nieto se incuba bajo el ala más antigua del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Abundan los pronunciamientos en comidas, cenas, homenajes y “reconocimientos” a su mal gobierno y peor administración en el Estado de México donde se atrinchera el temiblemente perverso cártel de Atlacomulco; y es manipulado por los expresidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, a control remoto éste por medio del tenebroso Liébano Sáenz, su compinche de encuestas para montar a Peña Nieto como único candidato priísta, boletinado por Televisa como candidato del duopolio con TV Azteca e inflado por la propaganda a un costo superior a los 2 mil millones de pesos. Este PRI está a punto de regresar a su pasado con el agandalle de los Moreira, Francisco Rojas, Emilio Chuayffet y los “diputados” del peñismo.
No obstante, el acuerdo para implantar una convocatoria con reglas específicas para las candidaturas, que ya sólo son la del senador Manlio Fabio Beltrones (la lúcida cabeza política del priísmo que busca modernizarse), y la de Peña Nieto que gasta dinero a lo bestia; se gesta un golpismo para que prevalezca un candidato único. No parece que el priísmo peñista quiera someterse a un calendario para el proceso que debe iniciar el 8 de octubre próximo, cuando el Consejo Político Nacional presente el método de elección del candidato presidencial, diputado federales y senadores.
A más tardar el siguiente 30 de octubre debe estar listo el proyecto de gobernabilidad política, económica, social y cultural, como plataforma electoral; que a mediados de noviembre el Consejo deberá sancionar. Además de establecer la convocatoria para iniciar la competencia interna, con un programa de nación para reconstruir, sobre las ruinas del panismo, a un país sumido en la pobreza de 50 millones de mexicanos, 20 millones sin empleo, bajísimos salarios a los ocupados formalmente y millones de jóvenes abandonados, sumados a la sangrienta inseguridad.
Si el PRI peñista-salinista, pasa por encima de sus compromisos, todo éste está en riesgo de perder el terreno ganado como opción y que los votantes se vuelquen con el Partido de la Revolución Democrática si Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador se ponen de acuerdo.
El PRI que postula Beltrones propone un programa previo para explicar por qué plantea regresar a la Presidencia de la República e “impulsar un país en el que los problemas de la democracia se resuelvan con más democracia […] Los gobernantes escuchen para comprender las demandas ciudadanas, que actúen con capacidad y siempre para corregir e innovar […] Escuchar, decidir y explicar debe ser el reto de quien gobierna […] No temamos el cambio. El cambio no es ruptura. No perdamos la esperanza de que los problemas tienen solución”. Y su reforma política –que apenas inicia su discusión en la Cámara de Diputados– propone se construya el PRI del cambio y la competencia con reglas y equitativo para seleccionar a su candidato. Pero si impera la “cargada” salinista-peñista, éste se hundirá en su conjunto al persistir lo de un partido único con un candidato único, al buscar una victoria mediática por Televisa que anunciaría una crisis política irreversible y consecuencias terribles para la nación, el Estado y su gobierno.
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