1/25/2014

Cuba: Empresarias viven las secuelas de la súper-mujer

Helen Hernández Hormilla   

La Habana, enero (SEMlac).- Ansiedad, estrés, depresión y sentimiento de culpa son molestias frecuentes que pueden aparecer en directivas de empresas cubanas como resultado de valores machistas que las juzgan y sobrexigen.
Así lo comprobó la psicóloga Yaranay López Angulo, investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Matanzas, mediante un estudio cualitativo en la vida de cuatro hombres y cuatro mujeres con cargos empresariales, en quienes encontró malestares subjetivos y psicológicos asociados con la manera diferente en que se valora el ejercicio del poder para ambos géneros.
Si para ellos se trata de un rol asignado tradicionalmente, las mujeres ascienden a un espacio que les ha sido vedado históricamente y se ha construido desde lógicas hegemónicas masculinas como decisión, carácter fuerte, valentía, racionalidad, autoritarismo, entre otras.
Pese a ser más del 65 por ciento de la fuerza profesional del país, las mujeres continúan llevando las principales cargas familiares y domésticas, de modo que conciliar estas responsabilidades con el trabajo profesional les provoca, con frecuencia, disconformidades.
Para López, los malestares subjetivos son molestias psíquicas o anímicas, de incomodidad o falta de bienestar, que producen intranquilidad y displacer y están asociadas al ser y desempeño como mujer u hombre.
"Las manifestaciones en la tonalidad afectiva, el estado de ánimo, la percepción o el pensamiento son experimentadas como un fenómeno molesto, incómodo, desconcertante", que puede afectar tanto el ámbito de desempeño público como el privado, refiere la estudiosa.
El tiempo que no alcanza, la sobrecarga, el estrés y el sentimiento de culpa fueron algunos de los pesares identificados entre las mujeres entrevistadas.
La sobrexigencia para cumplir a la vez con el ser "buena madre-hija-esposa" y los mandatos empresariales de operatividad, competencia, agilidad y racionalidad se identifican entre las principales causas.
Todas las entrevistadas reconocieron la doble y triple jornada laboral como desencadenante de aflicciones y algunas presentan sensaciones de turbulencia, aturdimiento, congestión, desorientación o paralización, que pueden repercutir incluso en dolores musculares, de cabeza o enfermedades crónicas no transmisibles.
Realizar tareas impuestas desde mandos superiores les provoca "impotencia directiva", malestar descrito por López en su investigación, presentada en el evento Mujeres del Siglo XXI, de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana, en la última semana de noviembre pasado.
La dificultad para expresar emociones fue más común en los hombres, vinculada con su mandato social de ser fuertes y contenerse al demostrar miedo, tristeza o pesar.
Ellas presentaron el "síndrome de la imprescindibilidad o de no poder descansar", en referencia a una insatisfacción por no tomar vacaciones y tiempos de descanso establecidos. También manifestaron disconformidades con la vida sexual, matrimonial y con su imagen corporal.
La pérdida progresiva de la salud fue un sentimiento compartido, sobre todo ante "la percepción de falta de tiempo para dedicarse a sí mismas", significó la investigadora.
Para afrontar estas percepciones, López encontró estrategias débiles, pues muchas obvian el malestar, se adaptan a él, se sobre-esfuerzan o utilizan el apoyo familiar. Otras acuden a medicamentos para la ansiedad o la depresión, practican ejercicios físicos y meditan para relajarse.
Por lo general, las empresarias no tienen conciencia de sus malestares, pues los asumen como parte de un rol "natural" y carecen de un "punto de vista crítico que regule su comportamiento en función de realizar cambios que les reporten mayor satisfacción", advierte López.
A su juicio, la base del conflicto es cultural y está atravesada por la noción de lo que es ser mujer, ser madre y ser dirigente.
"Tiene que ver con el reparto de los tiempos y roles en la familia, porque no importa que el hombre esté ausente del hogar por cumplir su trabajo cuando sigue la expectativa de éxito de su género, pero si lo hace una mujer es mal vista", sostiene a SEMlac.
Las empresarias deben asumir mecanismos de dirección que olvidan las necesidades de una familia y terminan teniendo conflictos con sus parejas por reuniones a deshora, movilizaciones o por controlar las finanzas domésticas.
Los malestares subjetivos pueden ser compartidos por cualquier género, pero la pesquisa encontró mayor propensión a las crisis entre las mujeres.
Al hacerse valer en un sitio que la sociedad no les ha asignado, ellas están sometidas a situaciones de mayor desgaste psicológico, explica la especialista.
Para López, empoderar a las mujeres sería un buen paso para girar la balanza, no importa el mecanismo de dirección que estas asuman. No obstante, también cree necesaria una cultura de género que no segregue y vea con igual capacidad a la mujer y algunos valores asociados a lo femenino.

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