2/12/2015

El valor emocional de la amistad: una mirada de género



MUJERES Y SALUD MENTAL
Por: Alejandra Buggs Lomelí*

“La amistad es el más perfecto de los sentimientos, pues es el más libre, el más puro y el más profundo”

Lacordaire
 
Dentro de unos días se celebra el muy instaurado y comercial “Día del Amor y la Amistad”. Me gustaría contribuir a quitarle la parte comercial a este día invitando a las y los lectores de esta columna a reflexionar sobre el concepto de amistad y la forma en que la  vivimos mujeres y hombres.
 
La  amistad es el vínculo más universal que existe, la establecemos todas las personas por diferentes que seamos: cultura, edad, condición social, raza, ideología y orientación sexual y afectiva.
 
A  diferencia del vínculo amoroso de pareja, es una unión que nos acompaña a lo largo de toda  nuestra vida.
 
Las relaciones de amistad tienen su origen en dos de las necesidades básicas, la de amor y la de pertenencia, estableciéndose en diferentes contextos y situaciones, como por ejemplo: donde vivimos, estudiamos, trabajamos, en reuniones y fiestas, a veces hasta en el café al que vamos con frecuencia, a través de otras amistades, y actualmente incluso por las redes sociales.
 
Existe amistad entre niñas y niñas, niñas y niños, en las y los adolescentes, las personas adultas y las y los adultos mayores. Se establece entre mujeres y hombres, sólo entre mujeres, sólo entre  hombres, e incluso se habla de la existencia de la amistad entre seres humanos y animales, de ahí el dicho de que “el perro es el mejor amigo del ser humano”.
 
Un ejemplo de que la amistad traspasa edades, razas y posiciones sociales nos lo muestra la cinta “El chofer y la señora Daisy”, que nos enseña cómo se va construyendo un profundo nexo entre personas de diferente raza, religión, edad, posición socio económica y diferente sexo.
 
La amistad tiene por sí misma la capacidad de borrar las diferencias de raza, cultura, edad, creencia, orientación sexual y afectiva, incluso puede estar presente en otro tipo de vínculos como los paterno y materno filiales o los de pareja, aunque podríamos decir que es tan autónoma que no depende de ninguno de ellos para establecerse, sin embargo, sí complementa y enriquece otro tipo de relaciones.
 
Maravillosamente es la más gratuita y libre de todas las relaciones que somos capaces de establecer, es una elección no fundamentada en vínculos familiares o de vecindad, se establece a partir de afinidades o diferencias que se complementan.
 
Aristóteles decía de la amistad que “se constituye como una de las necesidades más apremiantes de la vida y que es un bien del que nadie se quiere ver desprovisto, aunque se poseyeran el resto de los demás bienes”.
 
La amistad es una relación que se basa en la afectividad, la libre elección y la reciprocidad en valores como: la incondicionalidad, la lealtad, la solidaridad, el amor, la sinceridad, el respeto, el compromiso, la sororidad, el cuidado, la diversión y el buen trato.
 
La palabra amistad proviene del latín “amicitia”, y ésta a su vez viene de “amicus” que se traduce como “amigo”, mientras que “amicus” proviene de “amare” que significa “amar”, por lo que existen diferentes niveles de profundidad y compenetración en las amistades.
 
Existen desde aquellas amistades con quienes tenemos relaciones lejanas, hasta aquellas con quienes la relación es tan profunda y estrecha que les consideramos nuestras mejores amigas o nuestros mejores amigos y más profundo aún, nuestras hermanas y/o hermanos por elección.
 
Desde la infancia comenzamos a sentir los afectos de la amistad, es también en la edad temprana cuando se van diferenciando mujeres y hombres en la manera de vivirla.
 
Diversos estudios nos muestran que los hombres se relacionan con sus congéneres por algo en común como el trabajo, un deporte o alguna afición; mientras que las mujeres cuando estamos rodeadas de nuestras amistades tendemos a abrimos más en lo personal.
 
Una de las grandes diferencias de género en el vínculo de la amistad reside en los temas de conversación y en la profundidad de los mismos.
 
Para la mayoría de los hombres es hasta que pasan por una situación extraordinaria que se permiten hablar íntimamente con un amigo o una amiga, por el contrario, una mujer ve como algo extraño no compartir con su mejor amiga algo trascendental de su vida.
 
Las mujeres buscamos en la otra una identificación, un espejo profundo tanto para encontrarnos y complementarnos.
 
También tendemos a sentir más la ausencia de nuestras amigas y es algo que nos pesa, cuando para un hombre es menos importante que un amigo lo llame todo el tiempo, sin embargo, en algunos casos el día que se necesitan, están sin condiciones y en forma inmediata.
 
Los encuentros con las amigas para las mujeres se convierten en conversaciones catárticas (casi terapéuticas) porque nos ayudan a procesar y canalizar lo emocional: somos escuchadas, comprendidas y apoyadas.
 
Los hombres establecen relaciones a partir de las actividades compartidas y de alguna manera saben que siempre su amigo está presente, aunque la cultura como también sus personalidades hacen que no lo expresen físicamente, mientras que las mujeres tendemos más a darnos un beso, a abrazarnos y a sostener la mano de otra mujer.
 
A la hora de demostrar los afectos, es visible la diferencia de unos y otras, resultado del aprendizaje social de los roles asignados a cada género.
 
En los resultados de un estudio realizado durante más de 50 años en la Universidad de California en Los Ángeles, y que hace poco  recorrió por un tiempo internet, se llegó a la conclusión de que la amistad entre mujeres cura.
 
Después de repetidos estudios se demostró que los lazos emocionales existentes entre las mujeres que son amigas verdaderas y leales, contribuyen a la reducción de riesgos de enfermedades ligadas a la presión arterial y colesterol.
 
Esta respuesta se debe a que la hormona oxitocina(**) es liberada como parte de la reacción de las mujeres frente al estrés, por lo que buscan agruparse con otras mujeres; cuando esto sucede se produce una cantidad mayor de oxitocina que reduce el estrés más agudo y provoca un efecto calmante.
 
La razón por la que estas reacciones no aparecen entre los hombres es porque la testosterona que ellos producen en altas cantidades tiende a neutralizar los efectos de la oxitocina; mientras que los estrógenos femeninos aumentan la producción de esta hormona.
 
Como podemos darnos cuenta, existen diferencias interesantes y significativas en la forma en que vivimos la amistad mujeres y hombres, sin embargo la realidad es que la amistad en los seres humanos es un regalo muy importante de la vida, un regalo al que hay que cultivar, cuidar y respetar.
 
Un regalo que nos permite construir relaciones tan importantes y sinceras que llegan a convertirse en muy significativas, tanto así que llegamos a considerar a muchas de ellas como hermanas…
 
Aprovecho este espacio para dar las gracias de todo corazón a cada una de mis amigas y hermanas por elección, que se han cruzado en mi camino a lo largo de mi vida, llenándome de momentos gratos, enriquecedores, de gran aprendizaje, sororidad, reflexión y amor.
 
Cada una de ustedes sabe quién es… y en qué momento me han acompañado contribuyendo con su “oxitocina” a que produzca mi propia “oxitocina” y mi vida sea más plena, feliz y sana.
 
**Oxitocina es una hormona producida por los núcleos supraópticos y paraventriculares del hipotálamo, también es conocida como la “hormona del amor” o “la molécula afrodisíaca”. (Wikipedia en español)
 
 
*Psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género y directora del Centro de Salud Mental y Género.


Foto: Begoña González
Cimacnoticias | México, DF.- 

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